CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 30 de mayo de 2016

EL COMPLEJO MARIDAJE DE POLÍTICA Y RELIGIÓN

Al uso del comentario de Dimas Reina sobre esta imagen proveniente de Facebook y que figura al final del artículo.
Fuente: https://www.facebook.com/1485940215060789/photos/a.1485940305060780.1073741826.1485940215060789/1628455804142562/?type=3&theater

ES CUESTIÓN DE CONTEXTUALIZAR LA COSA
Dimas, mi más sincera enhorabuena por tu opinión.
Con todo respeto realizo la siguiente aportación.

Es cierto que esta imagen, cuanto menos es curiosa, sobre todo teniendo en cuenta que estamos en un país laico; y laico no significa contrario a la religión.
Es más, el termino laico “laikos” –en griego-, es relativo al pueblo, a la generalidad de la gente. Jesús de Nazaret era un laico, con eso se dice todo.
Muchas personas hacia estos actos religiosos, esgrimen el argumento de que las instituciones deben de colaborar al máximo, pues el catolicismo es la religión principal. Ojo, seguro que de la población estepeña, quien acudió a esta procesión fue una parte pequeña, en comparación con los 12000 habitantes de Estepa. Lo cual quiere decir que mayoritariamente, fueron más los que no acudieron que los que acompañaron a la custodia.
Otro tema es si las personas que acuden, lo hacen por devoción o por obligación; pero como digo esta consideración no cabe aquí.
Volviendo al tema. El ayuntamiento es el lugar donde reside la soberanía popular. El lugar donde están representados todos los ciudadanos que residen en el término municipal de Estepa.
¿Debe facilitar el ayuntamiento estas expresiones de devoción pública? Creo que sí. Pero sin perder de vista la imparcialidad que debe de asistir a los gobernantes de un estado como el nuestro.
En Estepa hay personas de muchas confesiones religiosas, que por ser minoría no son desdeñables. ¿Qué hará el Ayuntamiento cuando llegue el mes de sagrado Ramadán, y la fiesta del cordero? ¿Decorará la fachada de la casa consistorial con letras árabes que alaben a Mahoma, la paz sea con él?
Al uso de esto último. Creo que la comunidad islámica de Estepa tiene un local alquilado en la avenida, donde se reúnen para rezar y dar culto. ¿Se le ha ocurrido a alguien del Ayuntamiento o de alguna otra organización cristiana, facilitar a estas personas –muchas de ellas en riesgo de exclusión social- un local o espacio público, para realizar sus prácticas religiosas o un espacio polivalente para ellos?
¡Ojo, todos somos Estepa!
Concluyo.
Ya mismo termina el curso escolar y comienza el verano en Estepa. El fracaso escolar es una tónica en muchos hogares, sobre todo en aquellos que están desestructurados. Me parece que sería una propuesta más que justa, que el Ayuntamiento de Estepa con ayuda de otras organizaciones locales, religiosas, laicas y/o supramunicipales; organizara una escuela de verano donde los niños y niñas de familias en riesgo de exclusión pudieran tener clases gratuitas de apoyo escolar con profesorado(*). Así se reforzaría el conocimiento, se ayudaría a superar las asignaturas pendientes para septiembre, y se prestaría una ayuda más que justa a los necesitados de Estepa. ESTO SÍ ES ABSOLUTAMENTE NECESARIO. Además se responde con ello al principio básico de la Doctrina Social de la Iglesia.
Como dijo Pedro Casaldáliga, “todo es relativo, menos Dios y el hambre”.
Un saludo cordial.

(*)Prestaré mi ayuda, al respecto de la propuesta educativa que he realizado. 

viernes, 27 de mayo de 2016

PLEGARIA DEL CUERPO, DE TU CUERPO, SEÑOR - FIESTA DEL CORPUS CHRISTI

PLEGARIA DEL CUERPO, DE TU CUERPO, SEÑOR


¡¡Bendito seas, Padre Dios por tu Cuerpo!!
Una vez me preguntaron quien es Dios.
“La definición de lo indefinible”, dije.
Y es que eres tan grande y tan extenso, y abarcas tanto,
que solo puedo decir de ti que eres VIDA.
Toda la vida.
Toda vida creada desde el germen de la tierra.
Toda vida que germina, y se seca,
y produce frutos, y grita por ser respetada.
Toda vida, cuyo germen reside en cada célula
y en cada molécula de cada ser vivo
que puebla la tierra y el cosmos.
¡¡Mil veces bendito seas!!
Porque eres vida, Padre,
creaste el ciclo de la existencia
que armoniza el tiempo de vida de cada ser
y el movimiento de los distintos elementos
que conforman el mundo.
¡¡Que grande eres!!
Tu obra es un mecanismo sabio,
que a lo largo de mil eternidades
ha dado muchos frutos, creado caos
del cual nació el género humano,
como paradigma de tu creación y de tu propia vida.
¿Somos como Tu, Padre?
¿Estamos a la altura de tu creación?
¿Somos capaces de imitar tu ejemplo creador de dar vida?
Nos diste unas manos para hacer muchas cosas,
pero el hombre y la mujer se revelaron a través del tiempo,
como la especie más invasiva y perjudicial para la Tierra,
nuestra casa común.
No sé si por el amor que tienes a toda tu creación,
o porque nunca te cansas de darnos otra oportunidad,
un día nos ofreciste a tu Hijo Jesús,

nacido de una gran mujer como cada uno de nosotros.
Parido por la tierra, para dar frutos
con las obras de sus manos y la hondura de su corazón.
¡Y de qué manera, Padre!
Si su vida era tu vida, es fácil comprender
la belleza del mundo y lo mucho que nos afanamos
en ocasiones en su destrucción masiva
y en destruir puentes a menor escala.
Jesús fue precursor de un amor,
cuya esencia es la apertura hacia el otro,
la fraternidad, el respeto y la sanación de las heridas del cuerpo y el alma.
¡Y cuanto nos fatigamos, Padre,
por ser los primeros en esta absurda carrera de obstáculos,
en la cual nada podemos hacer contra los elementos que nos superan!
Estamos rodeados de ejemplos de vida que necesitan ternura,
misericordia, compasión y entrega.
A todas y todos los que decimos seguir las huellas de tu hijo,
se nos debería de caer la cara de vergüenza,
al mirar expectantes como se falta al respeto a la persona,
como se le anulan sus derechos en favor de la “prima de riesgo”;
y como se sobre explota a la tierra,
comenzando por la falta de urbanidad
al cuidar el espacio común y que es de todos.
Fraternidad, solidaridad efectiva, ecología cristiana, ternura…etc;
aspectos de los que no se hablan en las grandes reuniones,
pero que pueden ser la receta para comenzar a construir de nuevo,
o recomponer tu agrietado CUERPO.

Tu cuerpo es pan, recién salido del horno,
que calma el hambre y "comensalia" pues puede ser compartido
en nombre de Jesucristo.
Tu cuerpo es mujer, golpeada y no escuchada y mal pagada.
Tu cuerpo es iglesia NO CORPÓREA ni institucional,
de los que no van a misa pero a todos nos llevan la delantera.
Tu cuerpo es juventud, necesitada de pastoral
puerta a puerta y testimonios creíbles de vida.
Tu cuerpo es voluntariado callado y silente
de los que ayudan porque sí.
Tu cuerpo es apuesta por lo humano,
y lo divino desde lo humano, pues
“un vaso de agua que demos, a Ti te lo damos”.
Tu cuerpo es amor, tradicional de arco iris  o amor de
“te quiero porque te quiero y punto”.
Tu cuerpo es fiesta y alegría permanente en el Resucitado.
Tu cuerpo es necesidad de acogida,
diálogo, paz y silencio.
Tu cuerpo es donación, coherencia y compromiso.
Tu cuerpo es vida, Padre.
Tu cuerpo es tierra, animales, plantas y árboles callados.
Tu cuerpo es energía.
Tu cuerpo es "Espíritu Indomable y Santo".
Tu cuerpo es yo, Tu y aquel.
¡¡Bendito seas, Padre, por tu cuerpo!!
Ojalá todos nos comprometamos en la escucha,
en el trabajo, en la observancia de Tu Palabra de amor;
para hacer grande tu cuerpo
y alabarte con nuestro cuerpo en el mundo.
Amén.

Floren de Estepa

(el autor autoriza la difusión indicando su procedencia)

martes, 24 de mayo de 2016

LA MISA, UN RITO, UN RECUERDO PELIGROSO - José María Castillo, Teólogo

 RENOVAR LA IGLESIA ES HACER ACTUAL EL “RECUERDO PELIGROSO” DE JESÚS 

José M. Castillo


Si la Iglesia quiere renovarse en serio y a fondo, una de las primeras cosas que tendría que hacer es renovar en serio y a fondo el recuerdo de Jesús. No meramente recordando lo que sucedió cuando Jesús andaba por el mundo. Sino actualizando lo que ocurrió entonces. Es decir, la liturgia tiene que celebrarse de tal manera que se haga presente, en lo que vivimos ahora, lo que Jesús vivió, hizo y decidió cuando estaba en esta vida. Concretamente lo que ocurrió la noche aquella en que cenó, por última vez, con el grupo de personas que le acompañaron y compartieron lo que él vivió y cómo lo vivió. En aquella ocasión, Jesús dijo: “Haced esto en recuerdo mío” (1 Cor 11, 24. 25; Lc 22, 19). Lo cual quería decir: “Haced esto para que me tengáis presente”, como en seguida explicaré.  


Lo que acabo de indicar se basa en un presupuesto previo: la última cena de Jesús con sus discípulos no fue un ritual religioso.  El ritual de la “cena pascual” que celebran los judíos, con motivo del pèsaj, la fiesta del cordero, que marcó el punto de partida de la liberación de los judíos esclavos en Egipto (Ex 12). Por supuesto, sabemos que, según los evangelios sinópticos, la última cena fue la cena de Pascua (Mc 14, 12; Mt  26, 17; Lc 22, 7). Pero el evangelio de Juan, que se escribió después que los sinópticos, puntualiza este dato capital indicando que la cena se celebró antes de la Pascua (Jn 13, 1; 18, 28), de forma que Jesús murió el día de la Preparación de la Pascua (Jn 19, 14; cf. 19, 31. 42). Y san Pablo, que nos ha conservado el recuerdo más antiguo de la cena, ni menciona la Pascua (1 Cor 11, 23). Además, en ninguno de los relatos de la Cena se menciona el cordero pascual, ni se habla de las hierbas amargas, ni hay alusión alguna a los mazzen, ni de la haggadà, ni del primer hallel, ni se mencionan las cuatro copas que eran esenciales en el ritual judío de la Pascua. No hay, pues, traza ni indicio alguno de que allí se estuviera celebrando un ritual sagrado (Ulrich Luz, El evangelio según san Mateo, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2005, 138-139).  

Ahora bien, si aquello no fue un “ritual sagrado”, sino una “cena”, en la que se vivieron una serie de experiencias muy  fuertes, cuando Jesús les dice a sus “amigos” (Jn 15, 14-15): “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11, 25) o sea,”Haced esto para que me tengáis presente”, sin duda alguna, el término “esto” (toûto) engloba la cena entera, no únicamente el pan, sino el conjunto de experiencias vividas allí aquella noche (François Bovon, El evangelio según san Lucas, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2010, 282-283). Hacer lo que allí dijo Jesús no es repetir rutinariamente un ritual, sino actualizar (hacer presente y operante hoy) lo que allí se vivió aquella noche. El “recuerdo”, la “anamnêsis”, según la raíz original zkr, quiere decir “hacer presente el pasado” (H. Patsch, en Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, vol. I, Salamanca, Sígueme, 2005, 251-254).  

Pero, ¡atención!, estos datos no son meras matizaciones - por lo demás, muy elementales - de erudición. Nada de eso. Aquí se juega el ser o no ser de la autenticidad o del fracaso de lo que Jesús quiso. Sabemos que Jesús no fue amante, ni practicante de ritos, ceremonias, altares y templos. Jesús centró sus preocupaciones en tres cosas: el “sufrimiento humano” (curaciones), la “alimentación compartida” (comidas y comensalía, sobre todo con pobres y pecadores), las “relaciones humanas” (sermón del monte, en Mt, o de la llanura, en Lc). Al proceder así, Jesús desplazó la religión: la sacó del templo, la disoció de los “rituales” y la puso en el centro y en el conjunto de la “vida”. 

Aquí y en esto está la clave y el secreto de todo lo demás. ¿Por qué? Porque hoy está sobradamente demostrado que los ritos constituyen un factor tan importante en la pervivencia de las sociedades humanas, que, desde hace incontables generaciones, los ritos (religiosos, políticos, sociales...) son decisivos en la integración o exclusión del individuo en la sociedad y, en general, en el sistema establecido (Walter Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 60 ss; ID., Homo necans, Barlona, Acantilado, 2013, 50-61). Pero no se trata de esto solamente. Porque los ritos integran al sujeto en el sistema de tal forma, que, al mismo tiempo que el sujeto hace suyos  los valores del sistema, por otra parte, esos mismos ritos no modifican la conducta del sujeto que los cumple. Concretamente, un piadoso creyente se puede pasar cuarenta años comulgando a diario, y al cabo de ese tiempo sigue teniendo los mismos defectos que tenía  el día que inició su comunión diaria. Y es que el ritual, por sí solo, no solamente no modifica la conducta, sino que además tiene la virtualidad de tranquilizar la conciencia del observante. 
Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando afirmó en la Cena: “Haced esto en memoria de mí”? No se refería simplemente a repetir lo que llamamos ahora “las palabras de la consagración”.  Porque esta referencia al recuerdo o memoria (anamnêsis) lo introdujo san Pablo (1 Cor 11, 24. 25), del que depende el relato de Lucas (22, 19), para motivar a la comunidad de Corinto, al decirles a aquellos cristianos que lo que ellos hacían - y tal como lo hacían -, en realidad aquello ya no era la Cena del Señor. Literalmente: “eso ya no es comer la Cena del Señor” (“oúk éstin kyriakòn deipnon phagein”) (1 Cor 11, 20) (H. Patsch, o. c., 252-254). O sea, en Corinto, realizando exactamente el rito, realmente no celebraban la eucaristía.  ¿Por qué? Porque la comunidad de Corinto estaba dividida. No por ideas teológicas, sino por la forma de vida que llevaban. Concretamente, porque allí había ricos y pobres. Y cuando se reunían para la eucaristía, los ricos comían hasta emborracharse, mientras que  los pobres se quedaban con hambre (1 Cor 11, 21). Es decir, lo que pasaba en Corinto es que  allí se repetían las palabras del Señor, pero allí no había una comunidad unida en la que quienes tenían dinero y comida lo compartían con los demás. Cada cual iba a lo suyo. Y Pablo afirma: donde hay división entre ricos y pobres, por mucho y muy bien que se repitan las palabras de Jesús, en realidad la memoria de Jesús está ausente. No se recuerda a Jesús. En esas condiciones, se dirá misa, pero allí no está Jesús. (J. D. Crossan, J. L. Reed, En busca de Pablo, Estella, Verbo Divino, 2006, 398-405).


Conclusión: la Eucaristía no consiste en “decir misa”, observando exactamente lo que manda la Sagrada Congregación de Ritos (o del Culto divino). Se puede hacer eso y no celebrar la Cena que quiso Jesús. Y tal como la quiso Jesús: haciéndonos  esclavos unos de otros (Jn 13, 12-15), queriéndonos unos a otros, como él nos quiso (Jn 13, 33-35), mojando todos en el mismo plato, como él lo hizo (Jn 13, 20). Celebrar la Eucaristía no es repetir literalmente un “ritual”. Eso es una misa que nos tranquiliza (incluso nos da devoción). Pero eso no es lo que instituyó y quiso Jesús: el “recuerdo peligroso” (J. B. Metz, La Fe en la historia y en la sociedad, Madrid, Cristiandad, 1979,  100-102; 210-211), que hace actual la subversión de esos presuntos  valores que se sostienen repitiendo los ritos. Lo que instituyó Jesús fue un “proyecto de vida”, que se expresa simbólicamente y que hace presente la persona y la vida de Jesús, en nuestras vidas y en nuestra sociedad. El día que resulte más “peligroso” ir a misa que acudir a una manifestación, ese día empezará a ser cierto que celebramos la Cena del Señor, en la que los cristianos vivimos la presencia, en el recuerdo vivo, de aquel Jesús que “aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (G. Theissen, El movimiento de Jesús, Salamanca, Sígueme, 2005. 53). Entonces será cierto y la gente palpará que la misa no es un mero “rito”, sino un “recuerdo peligroso”.    

viernes, 20 de mayo de 2016

TELEGRAMA AL CARDENAL CAÑIZARES

TELEGRAMA AL CARDENAL CAÑIZARES


Príncipe de la Iglesia y Eminencia Reverendísima, la paz sea con usted. ¿Es acaso que por ocupar usted la sede arzobispal de la ciudad de Valencia, arrebatada por el Cid Campeador a los árabes; mantiene usted esas ínfulas de conquista y cruzada contra todo lo que no sea su absoluta y episcopal voluntad?  

De norte a sur de -la que para usted es- “la muy católica España”, se sabe que usted es adalid y defensor, entre otras cosas de un solo modelo de familia y un solo modelo de vida sexual. Nada nos dijo Jesús de Nazaret de la genitalidad, señor cardenal. Pero usted se empeña una y otra vez junto al prelado de Alcalá de Henares y otras perlas episcopales de la península ibérica, en señalar a los gays como causa del todo mal que atente contra sus intereses. Algunas personas solo deseamos vivir en paz, sea cual sea nuestra bandera. Seguimos las huellas de Jesucristo desde la solidaridad, la fraternidad y el respeto mutuo incluso a usted, que mal nos quiere. Por todo ello, le animamos a seguir el consejo del papa: de no estar obsesionado con lo mismo y a todas horas. En el buen sentido del dicho popular, mezcla usted churras con merinas al criminalizar todo lo gay. Pero hoy tenemos que darles las gracias por declarar nuestra opción semejante a la grandeza británica, pues nos considera imperio. ¡Gracias señor Cardenal! A pesar de sus encendidas palabras contra nos y tras verle lucir aquella capa roja de siete metros llevada por sus bellísimos acólitos, entiendo que en su mente subyace una cuestión de necesidad de ser nombrado Reina de la Fiesta del Orgullo, gay. Por lo tanto, “statim hágase” (hágase de inmediato).

Imagen y noticia: http://www.periodistadigital.com/religion/espana/2016/05/19/canizares-arremete-contra-el-imperio-gay-y-el-feminismo-destructor-religion-iglesia-valencia-ucv.shtml

jueves, 19 de mayo de 2016

LA LAICIDAD DEL ESTADO - JOSÉ MARÍA CASTILLO, TEÓLOGO

LA LAICIDAD DEL ESTADO

                                      José M. Castillo



        En estos días, se está difundiendo una noticia de largo alcance. El papa Francisco, en su visita a Brasil, en un encuentro con la clase dirigente en Río de Janeiro, dijo lo siguiente: “La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.

        Para comprender el significado y consecuencias de esta afirmación del papa, es necesario tener presente que no es lo mismo hablar de “laicismo” que hablar de “laicidad”. Una distinción que ha reconocido el Diccionario de la RAE en su última y reciente edición. El laicismo rechaza toda influencia o presencia religiosa en los individuos o en las instituciones, sean públicas o privadas. La laicidad admite esta influencia o presencia. Pero, en este caso, dado que el hecho religioso no es único, sino que las confesiones religiosas son muchas, la laicidad es la posición del Estado que no acepta como propia una sola confesión, sino que las respeta a todas por igual. Por tanto, la laicidad del Estado consiste en que la Constitución acepta el hecho religioso, pero respeta la diversidad de confesiones y sus diversas manifestaciones. Lo que exige, por ejemplo, que las autoridades civiles no deben presidir, como tales, actos religiosos (misas, procesiones, actos oficiales...). Ni los signos propios del catolicismo (crucifijos, imágenes, determinadas fiestas...) tienen que verse y vivirse como festividades obligatorias para toda la población.

        En la medida en que el Estado acepta una confesión religiosa como propia y oficial, en esa misma medida rompe la igualdad de todos los ciudadanos. Y falta al respeto a quienes legítimamente difieren en sus creencias y prácticas religiosas.


        Si nos remontamos a los orígenes del cristianismo, lo que encontramos en los evangelios es que Jesús tuvo mejores relaciones con extranjeros, samaritanos y galileos que con las autoridades religiosas del templo de Jerusalén, con los maestros de la Ley y con los observantes religiosos del partido fariseo. Sin duda alguna, de la misma manera que podemos y debemos hablar de la laicidad del Estado, podemos referirnos a la laicidad del Evangelio. Un tema sobre el que, con este mismo título, he publicado recientemente un libro. El papa Francisco tiene toda la razón del mundo. Y da en la clave de uno de los factores más determinantes para que haya paz entre las religiones y los pueblos. En todo caso, la violencia religiosa no acabará mientras no tomemos en serio lo que ha dicho el papa Francisco sobre este problema capital.       

jueves, 12 de mayo de 2016

EL INDOMABLE ESPÍRITU




Estamos en la semana llama pre-pentecostal o en la semana del Espíritu Santo, pues el tiempo pascual llega a su final con esta fiesta apologética que ensalza lo mejor que tenemos los creyentes, el Espíritu “Santo”. Es santo porque proviene de Dios, pero en Jesucristo, esta santidad no es relativa a lo antagónico de lo pagano; sino que se fundamenta en la humanidad de la que es participe al 100%, Jesucristo.



“¡Ven, Espíritu de Dios, báñanos con tu luz y reanima nuestra vida!”
(Dios cada día. SalTerrae)

El espíritu es santo, defensor, paráclito… y toda una suerte de hermosuras con las que le nombramos. Pero fundamentalmente es una fuerza que actúa en la vida de cada persona, sea creyente o no creyente, pues el espíritu es la propia vida en sí misma. Ya nos cuenta el génesis esa fuerza, ese soplo, esa ráfaga con la que Dios actúa sobre la vida. Indudablemente nadie ha visto al Espíritu Santo, nadie le ha podido saludar por la calle. Pero eso no es óbice, para que le podamos considerar algo vivo que nos hace vivir. ¡Y de qué manera! 


Si un fallo primordial de la vida del cristiano de hoy, es que no se acaba de creer hasta qué punto es hijo e hija de Dios; no digamos lo mucho que desconocemos la manera en que el espíritu reside en nosotros, y a través nuestra puede obrar maravillas.

Que nadie piense que cuando el sacerdote pone las manos sobre el pan y el vino en la misa, en ese preciso instante una fuerza o causa sobrenatural atraviesa el techo de la iglesia y desciende de manera incolora y transparente, realizando la transustanciación por sí misma. La transustanciación se realiza (epíclesis) en función de la invocación al Espíritu Santo, que los asistentes a la celebración deben hacer (anáfora-“anamnesis”); aunque en la deformación que se ha realizado de la eucaristía a través de los siglos, esta invocación ha quedado exclusivamente en boca del sacerdote que la hace en nombre del pueblo.

Es esa fuerza de Dios, el Espíritu, que es ánimo y determinación, la que nos hace reunirnos y compartir la mesa -o lo que sea- en nombre de Jesús, y así sacramentalizar la vida misma. A ver si nos enteramos de una vez que por muy santificados que puedan estar el pan y el vino, lo más importante es la reunión, la comensalía en nombre de Jesucristo hasta llegarnos a la alteridad de los mismos valores y forma de actuar que el de Nazaret.

Una cosa es un rito, que es cosa exclusivamente del sacerdote, y otra cosa es la vida de cada día. La vida tuya y mía donde compartimos, vivimos y nos peleamos, sí. Santos, ni siquiera muchos de los que están en los altares. No vayamos a ponernos estupendos. Y no cometamos el error de considerarnos indignos de actuar y hacer conforme a la convicción sería y responsable de que somos Templos de Espíritu Santo, somos y podemos ser residencia de esa fuerza sobrenatural que mana de la vida misma, de la tierra y de Dios; y que se nos ofrece para animarlo todo.

Ojo, todo es todo. Lo bueno y lo malo, aunque con diferenciación determinante. Me explico brevemente. El Espíritu es inabarcable e indomable. Lo es, precisamente porque es una fuerza que proviene de Dios y como tal, hay que saber reconducir. La fuerza –como muchas cosas en la vida puede ser útil para mover cosas, para impulsar proyectos. Pero con la fuerza se puede violentar y hacer daño. Igual pasa con el Espíritu. Sin conciencia de ninguna clase es una fuerza desperdiciada. Y usado con mala conciencia es contrario al designio de Dios que es amor.

Al respecto de esta fuerza, lo que debemos pedir a Dios constantemente es que no nos falte “esa chispa de fuego celeste que es la conciencia” (George Washington), para saber utilizarla en bien de la comunidad y en bien de nosotros mismo. Porque el espíritu es la esencia de la propia vida, y desde una vida espiritual se puede llevar a cabo un bello propósito de ser templos del Espíritu, haciendo en el mundo las obras que Dios quiere, con su propia fuerza que nos ha dado.

El Espíritu, desde nuestra conciencia apoyada en el testimonio de Jesucristo, debe obrar en nuestras vidas y en las vidas de quienes nos rodean; para saber ser en el mundo las manos de Dios y hacer de nuestro cuerpo una obra de Dios en el que se experimente la ternura y la sensibilidad con los humanos y con la tierra, el medio que nos rodea.

Permita Dios y la vida, que pongamos en Jesucristo nuestra mirada, para ser en el mundo fermento de ternura y misericordia, y objetos también del amor de Dios.

Ojalá, asumamos nuestro papel en la vida y en la historia como personas sencillas que optaron por vivir según el espíritu de Jesús de Nazaret, que paso por el mundo simplemente haciendo el bien. ¡Feliz fiesta de Pentecostés!

Desbordamiento

Dios, Amor y Palabra eternamente pronunciada,
canción y sinfonía.
Padre e Hijo se contemplan risueños y se admiran
en el espejo Santo del Espíritu.
Encuentro, vibración y sintonía,
Comunión trinitaria que trasciende
en éxtasis, oh Dios, que se renueva,
que desborda.
Desbordan el Amor y la Palabra,
llegando hasta nosotros los ecos y latidos.
Hay signos de presencia trinitaria
en la profundidad del ser, de toda vida.
Somos eco y latido desbordado
de ese Dios que dialoga y que nos ama,
llenaremos el mundo con la música
que late trinitaria
en las entrañas.
Unamos a los hombres y los pueblos
con lazos entrañables del Espíritu,
con la “lengua común”, que es del Espíritu

y con el “beso santo”, su toque delicado.

sábado, 7 de mayo de 2016

NO ES CUESTIÓN DE ASCENDER. ASCENSIÓN DE JESUCRISTO

Jesucristo. No es cuestión de ascender
Es solo por expresarme en voz alta, como siempre hago. No hay intencionalidad de quitar a Jesucristo ni un ápice de merito respecto de los acontecimientos en su etapa de resucitado, pues en él tengo puesta mi fe y mi esperanza. La cuestión va más allá del la mera circunstancia o pregunta, de si Jesús ascendió o no ascendió al cielo. Eso es lo de menos absolutamente, pues si ascendió o no lo hizo, para nada enturbia el mensaje de su evangelio y su testimonio de vida, que dio y culmino en la cruz. 

La Ascensión es un capítulo más de las “hierofanías” de Jesucristo en su dimensión resucitadora. Sin embargo, para el cristiano de hoy lo bonito y sobre todo lo sencillo, es colocar a Jesús en una ascensión prefigurada con ángeles, trompetas y cosas muy bonitas y (quizás) muy barrocas. Ascenderlo, subirlo, y así mismo lo apartamos hacia el cielo hasta que sencillamente nos haga falta, o tengamos en consideración invocarle; visto lo cual nos debe de atender enseguida, pues tenemos más derecho que nadie a que nos escuche. 
Tener esta idea de Jesucristo, de su vida y de sus manifestaciones es lo más irresponsable que hay. En primer lugar porque si Jesús verdaderamente se encarno en el género humano, desde una dimensión resucitadora nunca podría establecer su residencia en el cielo, estableciendo una verticalidad en las relaciones -suyas y de Dios- con los hombres y mujeres del mundo. 
La colocación que hacemos de Dios en las alturas, en las cumbres…etc, es algo que le debemos al judaísmo, pero es algo que no tiene fundamento de ninguna clase excepto cultual. Dios, Jesucristo y su Santo Espíritu no tienen más residencia que allí donde palpita la vida y allí donde hay un corazón que late y cree en Jesucristo, o donde hay una persona necesitada de compasión y entrañas de misericordia. 
Al respecto de donde vive Dios os puede ayudar simplemente dos citas bíblicas para no aburriros. Rom 10,8b “[…] está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”. Dt 30,14 “el mandamiento está muy cerca de vosotros; está en vuestros labios y en vuestro pensamiento, para que podáis cumplirlo”. ¿Has pensado alguna vez, que sería de nuestra vida religiosa si no tuviéramos la estructura eclesiástica y por ende, jerárquica? Hay quien necesita esto último y es respetable, pero no pasaría nada si nos faltara todo lo estructural que tiene el cristianismo –ritos incluidos-, excepto la vida y unas manos para hacer el bien. 
Eso no nos puede faltar, pues corazón y manos es aquello de lo que más necesitado está el mundo. Entiendo la ascensión solo desde un plano religioso como una exaltación de Jesús y sus contemporáneos (“hierofanías”). 
Desde un plano histórico no se puede defender pues el Jesús corpóreo no existe en aquellos entonces, vive la dimensión resucitadora. Y desde este plano resucitador y trascendental, si entiendo yo la ascensión como la significación del culmen de la vida de Jesús; pues no solo nos dejó un testimonio que es memorial a actualizar para día en la vida del cristiano, sino que además nos deja su Espíritu para que siendo iluminado con la luz de nuestra conciencia compasiva y misericordiosa; realicemos en el mundo acciones oportunas que nos lleven a acercarnos cada día más, a la perfección de ese Jesús ya resucitado que fue exactamente humano como nosotros, con sus pros y sus contras. 

“Entonces, subir al cielo es lo mismo que alcanzar el objetivo supremo de la vida humana, objetivo que puede variar según las diversas religiones o filosofías, pero que siempre, de una o de otra manera, se refiere a eso que hoy se llama trascendencia” (Santos Benetti). Por lo tanto, considero que no debemos pasarnos con las adulaciones al Señor. Me decía un eminente hombre de Dios que “tanto tanto hemos dorado al Santísimo, que le hemos hecho el favor de dejarlo encerrado en la custodia”. Así que exaltaciones las precisas. 
La liturgia nos ofrece esta hermosa fiesta que es la misma antesala a la semana pentecostal, donde debemos prepararnos para asumir la realeza y eficacia del Espíritu Santo en la vida de cada ser humano. El Señor no necesita exaltaciones. Jesús necesita personas que vivan por Él en el mundo y junto a la gente. Todo lo demás es relativo por mucho que guste o beneficie, pues de buena voluntad nos podemos morir pero hay que “pringarse” por el Reino de Dios desde un plano humano y absolutamente igualitario. Ciertamente nos dijo el Señor: “No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial” (Mateo 7, 21). 
Pues eso, no es cuestión de ascender.

Señor:
“Tú que exaltas a los hijos del pueblo;
a los que a pesar del trabajo humillante,
de la represión, el despojo y la incultura
hacen un esfuerzo sobrehumano para amar
y para cambiar este mundo con la fuerza del amor airado.

Tú magnificas, padre, a los esclavos rebeldes,
a los trabajadores revolucionarios,
a los creyentes contestatarios,
a los sacerdotes sin altar
–sólo apoyados en el testimonio de su vida-.

Miles de voces,
las de todas las manifestaciones del orbe,
te aclaman: y sus gritos, unidos a tu nombre,
son el canto de la libertad y de la exaltación del pueblo,
que te lo agradece diciendo: PADRE NUESTRO…

A Jesucristo, el humano por excelencia,
lo proclamamos hoy símbolo de la humanidad
y primogénito de todas las conciencias despiertas;
y nos alegramos con Jesús
afirmando nuestra solidaridad con su mismo estilo de vida. Amén.

(Jesús Burgaleta. Adaptación plegaria 41,Victoria)