Ascensión del Señor (C) Lucas 24,  46-53
CRECIMIENTO Y  CREATIVIDAD
JOSÉ  ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN  SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
Los evangelios nos ofrecen  diversas claves para entender cómo comenzaron su andadura histórica las primeras  comunidades cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores.  Tal vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo entendieron  y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la  tierra?
Mateo no dice una palabra de su  ascensión al cielo. Termina su evangelio con una escena de despedida en una  montaña de Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que  yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos  no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero  ¿cómo?
Lucas ofrece una visión diferente.  En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia  el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la  separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre  «bendiciendo» a los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura  protegidos por aquella bendición con la que Jesús curaba a los enfermos,  perdonaba a los pecadores y acariciaba a los pequeños.
El evangelista Juan pone en boca de  Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús  les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes... Sin embargo, os  conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo». La tristeza de  los discípulos es explicable. Desean la seguridad que les da tener a Jesús  siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de manera infantil bajo la  protección del Maestro.
La respuesta de Jesús muestra una  sabia pedagogía. Su ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja  la impronta de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el  crecimiento responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos  tiempos en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la  tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado para otros  tiempos y otra cultura.
Los cristianos hemos caído más de  una vez a lo largo de la historia en la tentación de vivir el seguimiento a  Jesús de manera infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que,  terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos "el tiempo del Espíritu",  tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El Espíritu no proporciona a  los seguidores de Jesús "recetas eternas". Nos da luz y aliento para ir buscando  caminos siempre nuevos para reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia  la verdad completa de Jesús.
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