Aquel amanecer me encontró en un buen sitio para  empezar el día: la oración de Laudes en un monasterio. La luz del sol se fue  colando por las ventanas mientras entonábamos los salmos del día. Uno de los  monjes leyó pausadamente el evangelio de Lucas 10,1-9: "¡Poneos en camino!"… Jesús estaba  empeñado en que sus discípulos se pusieran en marcha y fueran a repartir lo que  habían recibido; sabiendo que el trabajo era mucho y pocas las manos. Realmente  está jaleándoles para que se espabilen y asuman un serio compromiso en la misión  de anunciar el Reino que era y es presente absoluto.
Recordé en ese momento el debate que  se suscitó después de ver la película "De dioses y hombres", entre las personas  de diferentes edades que fuimos juntos al cine. Aquellos monjes que optaron por  permanecer junto a sus vecinos musulmanes en el pequeño pueblo de Tibhirine  (Argelia) y que se vieron envueltos en una espiral de violencia que les llevó a  una muerte cruenta, son piedra de choque para nuestro racionalismo. Comprendí  esto después de las intervenciones de unos y otros comentando la película y  sobre todo el hecho real.
Alguien dijo: "¿Por qué no se fueron? No eran misioneros  ¿qué hacían allí?" "Los monjes tienen  que estar en sus monasterios rezando y ya está". Yo comenté que tenían que  permanecer junto a los que sufrían, junto a sus vecinos musulmanes, y ese  permanecer forma parte de la misión de los contemplativos. Hubo disparidad de  opiniones y en el ambiente quedó flotando una pregunta: ¿tienen los  contemplativos una misión evangelizadora?
La luz del amanecer en el  monasterio, la oración comunitaria y las palabras de Jesús en el evangelio  trajeron a mi somnolienta cabeza la pregunta sin contestar. La respuesta fue  personal y silenciosa pero contundente: "Sí, los contemplativos tienen misión  evangelizadora".
El carisma, sea cual sea, se recibe,  se descubre, se agradece al Espíritu y se entrega para la construcción del  Reino. Al menos eso es lo que nos dice el evangelio.
Si en vez de un escrito, esto fuera  una conversación, en este preciso momento empezaría de nuevo el debate sobre  acción y oración, vida activa y vida contemplativa, ser del mundo o retirarse  del mundo, etc. 
Mi comprensión del asunto es que  cualquiera que sea el carisma es para entregarse y, sabiendo que el Espíritu  Santo es el que los reparte, habremos de confiar en que nos iluminará para la  comprensión de que cada carisma tiene implícita una misión para la acción por el  Reino.
Estamos educados en el entendimiento  de la misión vinculada a la acción, comprendiendo que la misión es ponerse en  marcha hacia los cuatro puntos cardinales para expandir el evangelio;  efectivamente, ese es el carisma concreto de lo que llamamos vida religiosa  activa. Pero, entiendo, que hay muchos más carismas y todos llevan implícita la  misión activa de transmitir la vida y el mensaje de Jesús.
Quizás resulte extraña mi  comprensión, pero creo que misión activa también es saber permanecer. Misión es  dar testimonio de estabilidad, de sencillez y de acogida en una vida dedicada a  la oración contemplativa, bajo una Regla, en un determinado lugar y con unos  hermanos concretos.
¿Qué les diría hoy Jesús a los  contemplativos? Me imagino que lo mismo que les dijo a sus discípulos y nos dice  a todos, sea cual sea nuestra vocación y nuestra forma de vida: "Poneos en camino". No hay contradicción  entre ponerse en camino y permanecer. Por que permanecer no es aislarse.  Permanecer no es poner más puertas, más rejas o más cerrojos.  
Sí, "poneos en el camino…", les diría,  abiertos a expandir los tesoros de la vida monástica, desde vuestra casa, desde  vuestra capilla, desde el círculo de la comunidad que ora, medita, trabaja y  acoge.
"Poneos en camino..."  atentos a la  Palabra y a los signos de este tiempo compartiendo con los hombres y mujeres del  mundo la vida del Espíritu que es para ser entregada. 
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