¿ESTAMOS DECEPCIONANDO A DIOS?
27 Tiempo ordinario (A)  Mateo 21,33-43
JOSÉ  ANTONIO PAGOLA, SAN  SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
Jesús se encuentra en el recinto del Templo, rodeado de un grupo de altos  dirigentes religiosos. Nunca los ha tenido tan cerca. Por eso, con audacia  increíble, va a pronunciar una parábola dirigida directamente a ellos. Sin duda,  la más dura que ha salido de sus labios. 
Cuando Jesús comienza a  hablarles de un señor que plantó una viña y la cuidó con solicitud y cariño  especial, se crea un clima de expectación. La «viña» es el pueblo de Israel.  Todos conocen el canto del profeta Isaías que habla del amor de Dios por su  pueblo con esa bella imagen. Ellos son los responsables de esa "viña" tan  querida por Dios.
Lo que nadie se espera  es la grave acusación que les va a lanzar Jesús: Dios está decepcionado. Han ido  pasando los siglos y no ha logrado recoger de ese pueblo querido los frutos de  justicia, de solidaridad y de paz que esperaba.
Una y otra vez ha ido  enviando a sus servidores, los profetas, pero los responsables de la viña los  han maltratado sin piedad hasta darles muerte. ¿Qué más puede hacer Dios por su  viña? Según el relato, el señor de la viña les manda a su propio hijo pensando:  «A mi hijo le tendrán respeto».  Pero los viñadores lo matan para quedarse con su herencia.
La parábola es  transparente. Los dirigentes del Templo se ven obligados a reconocer que el  señor ha de confiar su viña a otros viñadores más fieles. Jesús les aplica  rápidamente la parábola: «Yo os digo que se os quitará a vosotros el  reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus  frutos».
Desbordados por una  crisis a la que ya no es posible responder con pequeñas reformas, distraídos por  discusiones que nos impiden ver lo esencial, sin coraje para escuchar la llamada  de Dios a una conversión radical al Evangelio, la parábola nos obliga a hacernos  graves preguntas.
¿Somos ese pueblo nuevo  que Jesús quiere, dedicado a producir los frutos del reino o estamos  decepcionando a Dios? ¿Vivimos trabajando por un mundo más humano? ¿Cómo estamos  respondiendo desde el proyecto de Dios a las víctimas de la crisis económica y a  los que mueren de hambre y desnutrición en África?
¿Respetamos al Hijo que  Dios nos ha enviado o lo echamos de muchas formas "fuera de la viña"? ¿Estamos  acogiendo la tarea que Jesús nos ha confiado de humanizar la vida o vivimos  distraídos por otros intereses religiosos más secundarios?
¿Qué hacemos con los  hombres y mujeres que Dios nos envía también hoy para recordarnos su amor y su  justicia? ¿Ya no hay entre nosotros profetas de Dios ni testigos de Jesús? ¿Ya  no los reconocemos? 
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