INVITACIÓN
28 Tiempo ordinario (A) Mateo 22,  1-14
JOSÉ  ANTONIO PAGOLA - SAN  SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
A través de sus parábolas Jesús va  descubriendo a sus seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida  desde sus raíces más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de  la condición humana.
Quien entra en contacto vivo con sus  parábolas comienza a cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo  imaginamos. La vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional  de cada día. Es posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de  partida de la parábola llamada «Invitación al  Banquete».
Según el relato, Dios está  preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere  ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de  una vida plena. Esta imagen es una de las más queridas por Jesús para sugerir el  final último de la historia humana.
Frente a tantas imágenes mezquinas  de un Dios controlador y justiciero que impide a no pocos saborear la fe y  disfrutar de la vida, Jesús introduce en el mundo la experiencia de un Dios que  nos está invitando a compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo  mejor de nuestros esfuerzos, anhelos y aspiraciones.
Jesús dedica su vida entera a  difundir la gran invitación de Dios: «El banquete está preparado.  Venid». Este mensaje configura su modo de anunciar a Dios. Jesús no  predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni presiona. Invita y  llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En su nombre, acoge a  su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su  invitación.
Los hombres y mujeres de hoy  necesitan descubrir el Misterio de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos  de aprender a hablar de él con un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer  malentendidos, aclarar prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso  religioso lamentable que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando  con todo preparado para la fiesta final.
En estos tiempos en los que el  descrédito de la religión está impidiendo a muchos escuchar la invitación de  Dios, hemos de hablar de su Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos,  sin forzar las conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad y  de luz que sigue vivo en lo más íntimo del ser humano.
Es cierto que la llamada religiosa  encuentra hoy el rechazo de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado.  La pueden escuchar todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la  llamada del bien, del amor y de la justicia. 
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