CURADOR 
4 Tiempo ordinario (B)  Marcos 1, 21-28
JOSÉ  ANTONIO PAGOLA, SAN  SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, Según Marcos, la primera actuación  pública de Jesús fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en  la sinagoga de Cafarnaún. Es una escena sobrecogedora, narrada para que, desde  el comienzo, los lectores descubran la fuerza curadora y liberadora de  Jesús.
Es sábado y el pueblo se encuentra  reunido en la sinagoga para escuchar el comentario de la Ley explicado por los  escribas. Por primera vez Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios  precisamente en el lugar donde se enseña oficialmente al pueblo las tradiciones  religiosas de Israel.
La gente queda sorprendida al  escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora han estado escuchando  noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es diferente. No repite lo que ha  oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con libertad y sin miedos a un Dios  Bueno.
De pronto un hombre «se pone a  gritar: ¿Has venido a acabar con nosotros?». Al escuchar el mensaje de  Jesús, se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se le derrumba. Se nos dice  que está poseído por un «espíritu inmundo», hostil a Dios. ¿Qué fuerzas  extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué experiencias dañosas y  perversas le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que él  anuncia?
Jesús no se acobarda. Ve al pobre  hombre oprimido por el mal, y grita: «Cállate y sal de él». Ordena que se  callen esas voces malignas que no le dejan encontrarse con Dios ni consigo  mismo. Que recupere el silencio que sana lo más profundo del ser  humano.
El narrador describe la curación de  manera dramática. En un último esfuerzo por destruirlo, el espíritu «lo  retorció y, dando un grito muy fuerte, salió». Jesús ha logrado liberar al  hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a las tinieblas y al miedo a  Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de  Jesús.
No pocas personas viven en su  interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin  verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera  creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús  siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor.
Sus palabras despiertan la confianza  y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor a Dios, no  hacia el sometimiento ciego a la ley. Su presencia hace crecer la libertad, no  las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura  porque enseña a vivir sólo de la bondad, el perdón y el amor que no excluye a  nadie. Sana porque libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la  egolatría. 
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