2 Adviento (C) Lucas 3,   1-6
ABRIR CAMINOS   NUEVOS
JOSÉ   ANTONIO PAGOLA, sAN   SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
Los primeros cristianos vieron en   la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a   Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una   llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a   Jesús entre nosotros.
Lucas ha resumido su mensaje con   este grito tomado del profeta Isaías: "Preparad el camino del Señor".   ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los   hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo   en nuestras comunidades?
Lo primero es tomar conciencia de   que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible   alimentarse solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a un Jesús   convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él,   dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por   el ser humano.
En medio del "desierto espiritual"   de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana   como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de   reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes,   en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre   con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y   esperanzas.
No lo hemos de olvidar. En los   evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada   inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de   vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de   vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús   sí.
La experiencia directa e inmediata   con el relato evangélico nos hace nacer a una fe nueva, no por vía de   "adoctrinamiento" o de "aprendizaje teórico", sino por el contacto vital con   Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos   hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con   el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de   Jesús.
Recorriendo los evangelios   experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere   rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir   acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra   existencia. El secreto de la "nueva evangelización" consiste en ponernos en   contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe   nueva. 
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