CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

jueves, 25 de marzo de 2010

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - cerca o lejos


 
 

Domingo de Ramos (C) Lucas 22, 14-23, 56

¿QUÉ HACE DIOS EN UNA CRUZ?

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

 

ECLESALIA, 24/03/10.-

 

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado sobre la colina del Gólgota se burlaban de él y, riéndose de su impotencia, le decían: «Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz». Jesús no responde a la provocación. Su respuesta es un silencio cargado de misterio. Precisamente porque es Hijo de Dios permanecerá en la cruz hasta su muerte.

Las preguntas son inevitables: ¿Cómo es posible creer en un Dios crucificado por los hombres? ¿Nos damos cuenta de lo que estamos diciendo? ¿Qué hace Dios en una cruz? ¿Cómo puede subsistir una religión fundada en una concepción tan absurda de Dios?

Un "Dios crucificado" constituye una revolución y un escándalo que nos obliga a cuestionar todas las ideas que los humanos nos hacemos de un Dios al que supuestamente conocemos. El Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo.

El "Dios crucificado" no es un ser omnipotente y majestuoso, inmutable y feliz, ajeno al sufrimiento de los humanos, sino un Dios impotente y humillado que sufre con nosotros el dolor, la angustia y hasta la misma muerte. Con la Cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que, encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble.

Ante el Crucificado empezamos a intuir que Dios, en su último misterio, es alguien que sufre con nosotros. Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica. No existe un Dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de nuestras penas, lágrimas y desgracias. Él está en todos los Calvarios de nuestro mundo.

Este "Dios crucificado" no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado.

Los cristianos seguimos dando toda clase de rodeos para no toparnos con el "Dios crucificado". Hemos aprendido, incluso, a levantar nuestra mirada hacia la Cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están ante nuestros ojos. Sin embargo, la manera más auténtica de celebrar la Pasión del Señor es reavivar nuestra compasión. Sin esto, se diluye nuestra fe en el "Dios crucificado" y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones. Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.

 

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 



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miércoles, 24 de marzo de 2010

LA ULTIMA CENA DE OSCAR ROMERO - no matarás


 

LA ÚLTIMA CENA DE MONSEÑOR ROMERO, UN MÁRTIR INCÓMODO

En el treinta aniversario de su martirio

BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, - TRES CANTOS (MADRID).

 

ECLESALIA, 23/03/10.-

"¡Y dígales a los padres de la UCA que lo que monseñor dijo ayer en la homilía es un delito!", advirtió, amenazante, el oficial militar a la persona que había ido por la mañana a recoger el parte sobre los incidentes de la toma de la UCA por la policía nacional. Era lunes, 24 de marzo de 1980. Monseñor Romero amaneció con su sotana blanca. Cuando se vestía de blanco, las hermanas del hospitalito, donde vivía, sabían que él iba a salir hacia el mar. "A saber a dónde va…", "A saber qué tiene por ahí…", le decían las hermanas, tomándole el pelo. "Llévenos, monseñor…", le suplicó otra, en son de broma. "A donde yo voy, ustedes no pueden ir…", respondió, mientras tomaba un bocado.

Ese lunes, 24 de marzo, monseñor dijo su misa matutina. Después de desayunar se dio una vuelta por el arzobispado. Y, con un grupo de sacerdotes, partió hacia el mar. Llevaban, para reflexionar, un documento papal, sobre el sacerdocio. Comieron, haciéndose bromas, a la sombra de los cocoteros. Regresaron antes de las tres de la tarde. Monseñor tenía una misa en el hospitalito a las seis. Se duchó, atendió a una visita y después fue a visitar a su médico para que le mirara los oídos. A las cuatro y treinta, se dirigió a Santa Tecla, a la casa de los jesuitas, para ver a su confesor: "Vengo, padre, porque quiero estar limpio delante de Dios". A las seis y veintiséis ("él cenaba habitualmente a las seis y media"), monseñor Romero caía, asesinado, en el altar, en el ofertorio de la misa. Como santo Thomas Beckett. "Monseñor Romero: un mártir del siglo XX. Asesinado por predicar el evangelio" recogía, en la portada, el ABC de Sevilla (27/03/1980).

Sin embargo, cuenta el periodista Juan Arias, en el primer viaje de Juan Pablo II a América latina, el Papa Wojtyla se irritó con él porque le mencionó el martirio de monseñor Romero. "Eso aún había que probarlo", le cortó el pontífice. En el mundo Romano, monseñor Romero no tenía muchos forofos. Entre sus amigos, estaban el padre Arrupe, General de los jesuitas, y el cardenal argentino Eduardo Pironio (amigo, y confidente, del malogrado Juan Pablo I). Juan Pablo II condenó el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero como "un crimen execrable". Pero se refirió al arzobispo salvadoreño como 'celoso pastor', nunca lo elogiaba como mártir, escribe el sacerdote Jesús López Sáez en "El día de la cuenta" (comayala.es).

Un mes antes de morir asesinado, monseñor Romero había denunciado, el 24 de febrero, una nueva amenaza de muerte. "Desde 1979, cuando se dirigía en su 'jeep' a los cantones, empezaron a cachear su automóvil -y también a él, con los brazos en alto, como si fuera un subversivo- por las fuerzas de seguridad". Hasta que "acallaron su voz para no tener que oír la llamada a la conversión", escribe el P. Jesús Delgado: "Óscar A. Romero. Biografía", UCA Editores.

Treinta años después, "San Romero de América" no tiene sitio en el Santoral oficial. Pero su nombre figura inscrito en el Martirologio latinoamericano, el "rincón de la Memoria de los Mártires de América", se lee en el "calendario litúrgico" de Koinonía. Son cientos, entre sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos, seminaristas, catequistas, campesinos,… víctimas de las dictaduras latinoamericanas (de derechas). Entre ellos Ignacio Ellacuría, asesinado en 1989 junto a cinco jesuitas (cuatro españoles) y dos mujeres. Pero "no son el modelo de santos que promueve el Vaticano". Ellacuría y Jon Sobrino, jesuitas vascos, tuvieron mucho que ver en la conversión de Romero.

Óscar Romero, aunque "siempre samaritano", era un sacerdote de perfil conservador, defensor de la pastoral sacramentalista, de la piedad personal, y de la pureza del magisterio. Su receta, más piedad y oración, y menos cantos de protesta social, chocaba con la praxis de los sacerdotes más jóvenes, especialmente los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA). Ellos eran el blanco de los ataques de su pluma; primero en San Miguel. Y después, siendo obispo auxiliar, cuando el arzobispo (como mal menor) lo puso al frente de Orientación, semanario de información religiosa. Su falta de sintonía con la línea pastoral de la archidiócesis (especialmente con el otro obispo auxiliar, A. Rivera Damas, "cien por cien medellinista"), llevó a Romero a dejar de asistir a las reuniones del clero. El arzobispo, Chávez y González, sabedor de que Romero hacía piña con el nuncio, tuvo que consentir aquellas ausencias.

Cuando fue nombrado obispo titular de la diócesis de Santiago de María, monseñor Romero tuvo que hacer frente a un experimento piloto de pastoral popular, "Los Naranjos", juzgado como peligroso por el Gobierno. Nacido del espíritu de Medellín, era "una experiencia de evangelización, adaptada al campesinado, donde se impartía la palabra de Dios en clave de concienciación política, para un pueblo oprimido, sin voz". Monseñor Romero, lo canceló, temporalmente, comprometiéndose a estudiarlo. Tras corregir algún exceso en la interpretación del Documento de Medellín, propuso implantarlo en cada parroquia, bajo la supervisión de los párrocos y del obispo. Romero empezaba a abrirse al espíritu de Medellín (origen de la Teología de la Liberación). Años después, en una carta a Juan Pablo II, le escribirá: "Creo en conciencia que Dios pide una fuerza pastoral en contraste con las inclinaciones 'conservadoras' que me son tan propias, según mi temperamento".

En junio de 1975, un mes muy sangriento, un grupo de campesinos que regresaban de una celebración litúrgica, fue ametrallado, premeditadamente, por la Guardia Nacional en el cantón Las tres Calles. El gobierno lo justificó, alegando que portaban armas subversivas. Sus únicas armas eran sus biblias. Monseñor Romero consoló a los familiares de las víctimas; pero no condenó públicamente la masacre, desoyendo el clamor popular. Se limitó a enviar una carta de queja al presidente Molina, su amigo. El funeral derivó en un acto de protesta.

Su tibia reacción en la condena, hizo creer al Gobierno (y a la oligarquía que lo sustentaba) que Romero era un obispo a su medida, que no interfería en sus cruzadas contra la subversiva pastoral medellinista (a la que acusaban de marxista). De forma unánime –cuando llegó la jubilación del arzobispo Chávez– el Gobierno, y las clases influyentes y adineradas, dieron su aprobación al nuncio cuando éste, que había apostado por Romero, les pidió su opinión para nombrarlo como arzobispo de la capital. Lo "natural" hubiera sido nombrar sucesor al otro auxiliar, A. Rivera Damas, con mucha más antigüedad, y que aseguraba la continuación de la línea pastoral de la archidiócesis. El problema del nuncio fue convencer al sector más influyente del clero para que arroparan al nuevo arzobispo (tan crítico con la pastoral archidiocesana cuando estuvo de auxiliar). Para el grueso del clero, la noticia del nombramiento de Romero, el 3 de febrero de 1977, fue una mala noticia.

Sólo 20 días después de tomar posesión, asesinaban, el 12 de marzo de 1977, al jesuita Rutilio Grande, y a dos campesinos colaboradores, que venían de celebrar un matrimonio. El asesinato de su amigo Rutilio (había sido el maestro de ceremonias en su consagración episcopal) provocó en el arzobispo Romero un milagro. Como el ciego de nacimiento, en la piscina de Siloé, monseñor Romero pudo confesar (para escándalo de algunos): "Rutilio me ha abierto los ojos".

Para reprobar aquel vil asesinato, que afectaba a todos los católicos, los sacerdotes, religiosos y religiosas decidieron, en asamblea, no tomar parte en los actos públicos del Gobierno (hasta que éste no aclarase aquel asesinato) y convocar a una gran misa en la catedral, única para toda la archidiócesis: eximiendo de la misa dominical en las parroquias. "Dejaban, por supuesto, la decisión final en manos de su arzobispo". Monseñor Romero decidió sumarse: era la oportunidad para sellar la unidad del clero. Pero tenía que informarle al nuncio. Y "recibió de éste una dura reprimenda". Sus amigos católicos de la alta sociedad también intentaron disuadirlo. Ante su firme decisión, protestaron por verse privados del cumplimiento del precepto dominical. La eucaristía reunió a casi 100.000 salvadoreños, llegados de todos los rincones del país. El nuncio, para no verse comprometido, se ausentó a Guatemala. Monseñor Romero había optado, en conciencia, por estar al lado de sus curas, y del pueblo sin voz, antes que agradar al nuncio y a los poderosos.

Quienes le habían dado su apoyo, sin reservas, el 3 de febrero de 1977, ahora se sentían defraudados. "Nos hemos equivocado", lamentaban. El 10 de mayo de 1977 -en la misa funeral por un ministro del gobierno asesinado-, en la misma catedral empezaron a escucharse "cuchicheos de muerte", más sonoros entre las damas católicas: "Ay, que Dios me perdone, pero ¡yo deseo la muerte de ese obispo!"…

A Roma empezaron a llegar "informes", de algunos obispos compañeros. Y Roma enviaba a Romero "visitadores apostólicos". Monseñor Romero decidió viajar a Roma, para aclarar malentendidos y desmontar maquinaciones. "¡Ánimo!, no todos comprenden, pero no desfallezca", "Usted es el que manda", le consolaba Pablo VI. Un apoyo que, en la Prefectura para los Obispos, se diluía, transmutándose en duras reprimendas. Romero palpó la incompatibilidad de la diplomacia vaticana con la verdad evangélica. "Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo", escribe el obispo Pedro Casaldáliga en su poema "San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro".

Su primer encuentro con Juan Pablo II, en mayo de 1979, fue desolador. "Compañeros y gentes malintencionadas le habían entregado al Papa informes muy negativos" sobre Romero. Él le llevaba un dossier con las sistemáticas violaciones de derechos humanos en su país, algunos muy calientes, como la matanza del sacerdote Octavio Ortiz y de cuatro jóvenes menores de 15 años, en el recinto "Despertar", en un cursillo de iniciación cristiana. Tras días de espera, Juan Pablo II le concedió una breve audiencia: "No me traiga muchas hojas, que no tengo tiempo de leerlas... Y además, procure ir de acuerdo con el gobierno". Romero, se cuenta, salió llorando: "El papa no me ha entendido, no puede entender, porque El Salvador no es Polonia".

El 1 de diciembre de 1979 (le quedaban menos de cuatro meses de vida), monseñor Romero fue homenajeado en su antigua diócesis, Santiago de María. En uno de los actos programados para ese día, sacerdotes y amigos suyos le tenían preparado una sorpresa. El acto consistió en una escenificación teatral: el martirio de santo Tomás Moro.

En enero de 1980, monseñor Romero tuvo su segundo encuentro con Juan Pablo II, mucho más cálido. El papa lo recibió enseguida y le felicitó por su defensa de la justicia social, pero advirtiéndole de los peligros de un marxismo incrustado en el pueblo cristiano. Romero, "con su habitual espíritu de obediencia, le respondió que el anticomunismo de las derechas no defendía a la religión, sino al capitalismo". Ya lo había denunciado, el 15 de septiembre de 1978: "Hay un 'ateísmo' más cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateísmo de capitalismo cuando los bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios".

Las palabras que monseñor Romero pronunció el domingo 23 de marzo de 1980 en la catedral -"no matarás", "¡les suplico, les ordeno en nombre de Dios, que cese la represión, que no obedezcan si les ordenan matar!"-, el gobierno las calificó de "subversivas": una provocación. Ese día, durante la comida, monseñor "se quitó los anteojos, cosa que nunca hacía, y permaneció en silencio… Eugenia, mi mujer, que estaba a su lado en la mesa, se quedó sobresaltada por la mirada larga y profunda que le dirigió… Lágrimas brotaron de sus ojos. Lupita le reprendió: 'qué eran esas cosas de estar llorando'. Fue un almuerzo triste, desconcertante. De repente, monseñor repasó, uno a uno, a todos sus buenos amigos, sacerdotes y laicos". Doce años antes, apunta el P. Jesús Delgado, monseñor Romero, en unas meditaciones sobre la muerte, había escrito en un cuaderno estas palabras, proféticas, del Apocalipsis (3,20): "Y cenaré con él".

 

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martes, 23 de marzo de 2010

OSCAR ROMERO, ANIVERSARIO DE UNA GRAN PERDIDA

  • "QUE BIEN RESPONDEN LOS PUEBLOS, CUANDO SE LES SABE AMAR" (Oscar Romero)
  •  
  • LECTURA DE TEXTOS DE ROMERO

Tengo miedo como todos los humanos, pero cuando se ha abrazado la radicalidad del evangelio, es una contradicción aceptar escoltas o protecciones. Son privilegios que no se puede permitir quien tiene la obligación de predicar la justicia y la verdad. Yo tengo que arriesgarme, como cualquier otro ciudadano de mi pueblo, en la lucha por la libertad. "Como cristiano no creo en la muerte sin resurrección; si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño... Si llegasen a matarme perdono y bendigo a quienes lo hagan. Un obispo morirá, pero la Iglesia que es el pueblo no perecerá jamás..."

 

Poema de Monseñor Pedro Casaldáliga a Monseñor Romero:

Pobre pastor glorioso,
Abandonado
por tus propios hermanos de báculo y mesa.

(Las curias no podían entenderte,
ninguna sinagoga bien montada
puede entender a Cristo).



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domingo, 21 de marzo de 2010

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - Capaces


5 de Cuaresma (C) Juan 8, 1-11

REVOLUCIÓN IGNORADA

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

 

Le presentan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio. Todos conocen su destino: será lapidada hasta la muerte según lo establecido por la ley. Nadie habla del adúltero. Como sucede siempre en una sociedad machista, se condena a la mujer y se disculpa al varón. El desafío a Jesús es frontal: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú ¿qué dices?».

Jesús no soporta aquella hipocresía social alimentada por la prepotencia de los varones. Aquella sentencia a muerte no viene de Dios. Con sencillez y audacia admirables, introduce al mismo tiempo verdad, justicia y compasión en el juicio a la adúltera: «el que esté sin pecado, que arroje la primera piedra».

Los acusadores se retiran avergonzados. Ellos saben que son los más responsables de los adulterios que se cometen en aquella sociedad. Entonces Jesús se dirige a la mujer que acaba de escapar de la ejecución y, con ternura y respeto grande, le dice: «Tampoco yo te condeno». Luego, la anima a que su perdón se convierta en punto de partida de una vida nueva: «Anda, y en adelante no peques más».

Así es Jesús. Por fin ha existido sobre la tierra alguien que no se ha dejado condicionar por ninguna ley ni poder opresivo. Alguien libre y magnánimo que nunca odió ni condenó, nunca devolvió mal por mal. En su defensa y su perdón a esta adúltera hay más verdad y justicia que en nuestras reivindicaciones y condenas resentidas.

Los cristianos no hemos sido capaces todavía de extraer todas las consecuencias que encierra la actuación liberadora de Jesús frente a la opresión de la mujer. Desde una Iglesia dirigida e inspirada mayoritariamente por varones, no acertamos a tomar conciencia de todas las injusticias que sigue padeciendo la mujer en todos los ámbitos de la vida. Algún teólogo hablaba hace unos años de "la revolución ignorada" por el cristianismo.

Lo cierto es que, veinte siglos después, en los países de raíces supuestamente cristianas, seguimos viviendo en una sociedad donde con frecuencia la mujer no puede moverse libremente sin temer al varón. La violación, el maltrato y la humillación no son algo imaginario. Al contrario, constituyen una de las violencias más arraigadas y que más sufrimiento genera.

¿No ha de tener el sufrimiento de la mujer un eco más vivo y concreto en nuestras celebraciones, y un lugar más importante en nuestra labor de concienciación social? Pero, sobre todo, ¿no hemos de estar más cerca de toda mujer oprimida para denunciar abusos, proporcionar defensa inteligente y protección eficaz?

 

 ECLESALIA, 17/03/10.-



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jueves, 18 de marzo de 2010

ORACIÓN CONTEMPLATIVA CUARESMAL - LA CRUZ NOS SALVA

Oración Contemplativa


“por mi parte, sólo quiero presumir de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.” (Gál 6,14)

*HIMNO
En la cruz está la vida y el consuelo,
y ella sola es el camino para el cielo.

En la cruz está "el Señor de cielo y tierra",
y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra.
Todos los males destierra en este suelo,
y ella sola es el camino para el cielo.

De la cruz dice la Esposa a su Querido
que es una "palma preciosa" donde ha subido,
y su fruto le ha sabido a Dios del cielo,
y ella sola es el camino para el cielo.

Es una "oliva preciosa" la santa cruz
que con su aceite nos unta y nos da luz.
Alma mía, toma la cruz con gran consuelo,
que ella sola es el camino para el cielo.

Es la cruz el "árbol verde y deseado"
de la Esposa, que a su sombra se ha sentado
para gozar de su Amado, el Rey del cielo,
y ella sola es el camino para el cielo.

El alma que a Dios está toda rendida,
y muy de veras del mundo desasida,
la cruz le es "árbol de vida" y de consuelo,
y un camino deleitoso para el cielo.

Después que se puso en cruz el Salvador,
en la cruz está "la gloria y el honor",
y en el padecer dolor vida y consuelo,
y el camino más seguro para el cielo.

(Santa Teresa)

*LITURGIA DE LA PALABRA

1Cor 1,17-25 Pues Cristo no me mandó a bautizar, sino a evangelizar; y esto sin alardes literarios, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo. Porque el lenguaje de la cruz es una locura para los que se pierden; pero para nosotros, que nos salvamos, es poder de Dios. Pues dice la Escritura: Inutilizaré la sabiduría de los sabios y anularé la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el maestro? ¿Dónde el estudioso de este mundo? ¡Dios ha convertido en tontería la sabiduría del mundo! El mundo con su propia sabiduría no reconoció a Dios en la sabiduría manifestada por Dios en sus obras. Por eso Dios ha preferido salvar a los creyentes por medio de una doctrina que parece una locura. Porque los judíos piden milagros, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados, judíos o griegos. Pues la locura de Dios es más sabia que los hombres; y la debilidad de Dios, más fuerte que los hombres.

Salmo 21 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

A pesar de mis gritos,
mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito,
y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.

Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
líbrame a mí de la espada,
y a mí única vida de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a éste pobre, de los cuernos del búfalo.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

+ Lc 2,22-34 Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para ofrecerlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer el sacrificio según lo ordenado en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la liberación de Israel: El Espíritu Santo estaba en él, y le había anunciado que no moriría sin ver al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu fue al templo, y, al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo establecido por la ley acerca de él, lo recibió en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar morir en paz a tu siervo, porque tu promesa se ha cumplido: Mis propios ojos han visto al Salvador que has preparado ante todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel". Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que decían de él. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: "Este niño está destinado en Israel para que unos caigan y otros se levanten; será signo de contradicción.”

*EXÉGESIS Y REFLEXIÓN PARTICULAR

Toda acción que en nuestra vida tiene un carácter misional, que conlleva entrega y altruismo, es poco entendido y aun menos valorado cuando se observan estos ejemplos de vida desde la comodidad de nuestro primer mundo. Misión no solo es 3º Mundo. Misión es hacer tuyo un mensaje y comunicarlo a los de lejos o a los de cerca, sea cual fueren los medios a utilizar. Hay quienes solo cuentan con su persona para realizar su misión, y en este caso, es en el que nos encontramos con Jesús. El llevar a cabo sus principios y valores del Reino de Dios, le hicieron involucrarse en un peligroso entramado, que le enfrentaba con los poderosos de entonces. Intentaron quitarle la vida, pero el ejemplo último de Jesús, fue como una diáspora de su mensaje para todos los que invocaban su nombre, y vieron en la Cruz a parte de dolor y destrucción, un reguero de esperanza que anegará los corazones de la humanidad. Por ello en la Cruz –monumento al amor- vemos prefigurado el rostro de Dios amor, que solo se da a conocer al sencillo y al que se acerca a la cruz con deseos de una entrega igual a la de Jesús. Poco le costaría a Jesús el exclamar el versículo del salmo 21 que tan bien conoció: ¿porqué me has abandonado?. Pero aquellas palabras desde la humanidad del hombre quedaron subsanadas por una entrega escandalosa de amor a los hijos e hijas de Dios. Por ello, pidamos a Dios en primer lugar el dejarnos llenar de los valores de su Espíritu, para –como Simeón- reconocer en Jesús al autentico amor que acoge al hermano y admira en la cruz, todas las posibilidades de salvación. Una salvación que se concreta al ver el amor de Dios conducido a nosotros desde el madero vertical, hacia abajo. Y pidiéndonos Dios, que como Jesús desde el madero horizontal expandamos el mismo amor hacia toda la humanidad que vive junto a nosotros, para ser así auténticamente salvados por nuestras obras.

*PARA COMPARTIR

Adoración de las llagas de Cristo

Adoramos Señor la llaga de tu mano derecha:

En esta llaga queremos ver el dolor y el sufrimiento de tantas madres que cada día caminan con su Cruz junto a Jesús, soportando en ella el dolor del hijo drogadicto, enfermo, encarcelado, extraviado ó marginado por la sociedad:

-Benditas madre que cada día hacen la señal de la Cruz en las frentes y en las almas de sus hijos.

-Benditas madres que, como la Iglesia, conciben y bendicen hijos para la vida de Hijos de Dios.

-Benditas madres que expresan la misericordiosa ternura de Dios hacía todos y cada uno de sus hijos.

-Benditas madres que han sabido transmitir su fe en Dios Padre y nos han enseñado, con su ejemplo, con su vida, la confianza ilimitada a Santa María Virgen, Madre de Jesús y Madre nuestra.

Adoramos Señor la llaga de tu mano izquierda:

En esta llaga queremos ponerte a la juventud que hoy carece de valores, de ilusión y de fuerza para sentirse cristiano en una sociedad que le arrastra a vivir fuera del Evangelio.

Se necesitan jóvenes que:

-no se vendan por nada ni por nadie.

-Que sean capaces de grandes y pequeñas cosas.

-Que denuncien con hechos y palabras las injusticias que se dan.

-Que vivan comprometidos con la verdad.

-Que tengan unos ideales nobles por los cuales valga la pena morir y vivir.

- Que sepan dar aliento y esperanza.

Adoramos Señor la llaga de tu pie derecho:

En esta llaga queremos ofrecerte a todos los enfermos y mayores que por diversas circunstancias se encuentran olvidados en asilos y residencias, llevan su cruz con resignación, pena, olvido. Ellos al fin y al cabo en su vida callada y silenciosa nos dan un verdadero ejemplo de aceptación.

Aceptar, aunque no sea fácil, si se hace a imitación de Jesucristo, es fuente de sosiego, de consuelo, de paz, de gracia:

-Aceptar es ejercer la propia libertad.

-Aceptar es una actitud básica para toda persona cristiana, religiosa.

-Aceptar es una manera de confiar en la bondad de Dios.

-Aceptar es decir y vivir con Cristo: “Hágase tu voluntad”.

Adoramos Señor la llaga de tu pie izquierdo:

En esta llaga queremos presentarte el deterioro que sufre la naturaleza, tu creación. Deterioro debido al egoísmo y poco compromiso que tenemos al no valorar lo que tú creaste, al no saber conservar las maravillas que has puesto en nuestras manos. Bosques cortados, petroleros que contaminan, capa de ozono dañada, animales concebidos para el engorde y que matan al hombre, reservas naturales desbastadas, balsas de residuos químicos que se rompen y cada uno procurando tener limpio nuestro alrededor, arrojando lo que nos estorba al prójimo.

-Loado seas mi Señor por toda criatura por el hermano Sol, que alumbra y abre el día y es bello es su esplendor.

-Loado seas mi Señor por la hermana agua, que es pura, casta y fresca y limpia en nuestro interior.

Adoramos Señor la llaga de tu costado:

En este costado sangrante queremos unirnos de una manera íntima contigo, siendo como el agua que mezclada con tu sangre nos hace partícipes de tu entrega, de tu amor. Todos los aquí presentes cargamos con una cruz, más grande, más pequeña, mas sufrida, más llevadera, mas silente, CRUZ. ¿Seriamos Señor cada uno de nosotros capaces de llevar nuestra cruz con el mismo amor con el que tú la llevaste?. Evidentemente, la sociedad cambiaría a mejor, se convertiría en un cielo sobre la tierra, si nos llegara una gran oleada de amor que inundara e invadiera nuestros corazones, mentes y almas.

-Porque cualquier trabajo, profesión o condición, sin amor, puede convertirse en un mero acto mecánico, sin corazón ni alma.

-Porque el trato con los débiles, sin amor, nos puede hacer duros, inflexibles, tiranos.

-Porque el saber, el poder, la riqueza, sin amor, pueden llegar a ser opresión, despotismo, hambre para los demás.

-Porque amar es darse, es servir, es hacer vivir en calidad la vida.

-Porque quien ama se transforma por dentro y por fuera, y asimismo transforma todo cuanto toca.

*DESDE LA VIDA
Hazme una cruz sencilla carpintero,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos.
Los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno que distraiga
este gesto, este elemento humano
de los dos mandamientos.
Sencilla, sencilla, más sencilla,
hazme una cruz sencilla carpintero.
(León Felipe)

*PLEGARIA DE CONCLUSIÓN

Aquí nos tienes, Padre, bendiciéndote y dedicándote
en este momento, nuestras mas tiernas palabras,
hablándote en público, pero en la intimidad,
diciéndote que te queremos mucho
y que lo que sentimos por ti es amor;
amor de pura ley y oro fino.

Sentimos ese amor que viene de ti,
y que se extiende por la tierra en formas de fraternidad,
de amistad, de servicio y de entrega misional.

¡Que espectáculo más hermoso
El de los padres que aman a sus hijos
y el de los hermanos que se quieren entre sí!
Las calles, los jardines y los parques
están sembrados de amor;
por cada esquina surge ese rostro amoroso,
que es reflejo del tuyo, y que nos busca sin cesar.
Las personas queremos fraternidad,
pero el ritmo del mundo que nos enfrenta a unos con otros
y nos impide el poder globalizar el amor y la concordia.
Muchos hombre y mujeres, Padre, siguiendo el mandato del amor,
luchan contra la injusticia, para lograr esa sociedad
en la que podamos ser hermanos.
Unidos en ese deseo de ser reflejo tuyo en el mundo,
levantamos nuestra voz diciendo: PADRE NUESTRO QUE…

La palabra más seria que sabemos decir de ti, Padre,
es que eres AMOR.
Con ese amor, raíz del mundo, nos amas,
te amamos y queremos amar a todos.
Al servicio de ese amor vivió Jesucristo.
Tuvo un solo norte: amar a todos hasta dar la vida.
Y nos dejó un solo precepto: amarnos, como Él nos amó.

¿Para qué decirte más cosas, Padre,
si lo que queremos es contemplar tu amor,
dejarnos impregnar por él
y entrar en comunión contigo y entre nosotros?
Como un fuego, el Espíritu de amor impulsa la tierra
y estimula a los hombres.
Haz, Padre bueno, que ese Espíritu no se apague nunca
y que nosotros lo profundicemos más y más
tras la escucha de tu Palabra en esta oración.

Por ello Padre, en el memorial eucarístico de tu hijo
y en el testimonio vivo que supone a tu iglesia la Palabra sagrada,
vemos los latidos de tu corazón,
y sentimos el compromiso de nuestra existencia cristiana.
Y por este mismo compromiso de amor filial
al que nos sentimos obligados a corresponder,
nos mantiene en el sentido esperanzador
de los que saben que el amor es mas fuerte que la muerte,
y que las personas que aman, aunque mueran,
seguirán viviendo.

Esto fue realidad y aconteció con Jesús,
y esto esperamos que se realice en nosotros.
Mientras tanto, nos dedicamos al principio del amor fraterno,
cuyo fruto, la comunión,
es la bendición que hoy te dedicamos,
a ti, Dios del amor, por los siglos de los siglos. Amén.

Bendigamos al Señor, demos gracias a Dios.

Grupo Koinonía

Iglesia de las HH. de la Cruz. Sabado 20 de Marzo de 2010, 16:40h. LAUS DEO

DE CURAS Y CURAS


En el "Día del Seminario"

CÉSAR ROLLÁN, MADRID.

 

ECLESALIA, 18/03/10.- Los curas cuentan con toda mi admiración en general y en particular. Conozco muchos, a unos más que a otros. Con algunos me une la amistad, con otros la confianza y a la mayoría solo les conozco de lejos. También he de decir que tengo rostros que he decidido olvidar.

Valoro la figura del sacerdote, su trabajo, su empeño por servir en esta Iglesia nuestra. Reconozco en todos su extraordinaria autonomía para organizarse, para tomar decisiones en lo importante y en lo cotidiano. Comprendo su vocación y me admira el esfuerzo continuo de fidelidad, obediencia y austeridad.

¿Son necesarios? Es bien sabido que todos los grupos y sociedades necesitan un cierto tipo de liderazgo para que puedan funcionar de forma organizada. Desde los griegos a nuestros días el pensamiento no ha parado de darle vueltas a esta cuestión. Jesús dejó claro el suyo: "El que quiera ser el primero entre vosotros que sea vuestro servidor". La altura, profundidad y anchura de la propuesta no tiene límites.

Si son necesarios… ¿Por qué nos seguimos privando los católicos de tantas personas valiosas? ¿Por qué no disfrutamos su don de animar comunidades? Sé que la cosa no es tan fácil, que hay una tradición de por medio que lo justifica de múltiples formas… ¿Y la Tradición de Jesús?

Quizá sea la hora de darnos cuenta que cualquier persona bautizada puede sentirse llamada. Es posible que sea ya el momento de que en la Iglesia se discerniera su vocación sin tener en cuenta su género ni condición. Pudiera ser que haya llegado el tiempo de entender que hombres y mujeres pueden servir a la comunidad y ejercer la presidencia siendo Cristo para los demás. Dios dirá…

 

 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 
 


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martes, 16 de marzo de 2010

NO HAGAS DE MI UN VERDUGO

Señor, no hagas de mí un verdugo,

pero te pido que no me conviertas tampoco
en un corderillo a merced de verdugos despiadados.

Ayúdame a decir las verdades
en presencia de los poderosos;
y que nunca trate de expresarme con falsedades
para ganar votos o aplausos de los débiles.

No me dejes acusar a mis opositores
de que no aprueban mis procedimientos
o no comulgan con mi manera de ver las cosas.

Si me colmas de riquezas, no me arrebates la felicidad;
si me concedes poderes, no me quites el buen juicio;
si me das triunfos, no me hagas perder la humildad;
si quieres que sea un servidor humilde,
que lo sea con dignidad.

Aléjame de los males de la codicia,
dame la virtud de gozar y disfrutar
con el bienestar de mis semejantes;
enséñame a hablar y a juzgar mis actos
antes de condenar la conducta de los demás.


Apártame del mal de pasiones infundadas;
y en mis fracasos, líbrame de una decepción fatal.


Recuérdame que una derrota es una prueba
que quizás anteceda a la cima del éxito.

Si me despojas de mis bienes, dame fortaleza
para sobreponerme a la adversidad;
si me quitas la salud, dame el apoyo
y los recursos de la fe.

Si incurro en ofensas a cualquiera de mis semejantes,
dame valor para pedir disculpas,
y si me ofenden, te pido el valor de saber perdonar.

(Elías Saad)

CRISTIANISMO Y FELICIDAD

Extracto de la ponencia de Juan Martín Velasco en el Foro de Profesionales Cristianos de Madrid*

FORO DE PROFESIONALES CRISTIANOS - MADRID.

 

¿Qué podemos hacer los cristianos, qué podemos aportar a la búsqueda de la felicidad en nuestro tiempo?

ECLESALIA, 12/03/10.- Vivimos en un clima cultural en el que predomina la desesperanza y es que han ido fracasando uno tras otro los proyectos ideados para encontrar una solución al problema del deseo humano de felicidad. La ilustración no ha cumplido sus promesas, el marxismo que prometía un mundo justo y nada menos que un paraíso en la tierra, ha fracasado, seguramente por la estrechez de sus presupuestos ideológicos, basados en el materialismo, y por la brutalidad de su aplicación en los países que han estado bajo su dominio. A algunos les pareció que, tras el fracaso del socialismo real, el mercado abandonado a sus leyes propiciaría el crecimiento económico indefinido, que multiplicaría los bienes y facilitaría el acceso a ellos a los pueblos hasta ahora marginados; hoy, la crisis nos lo muestra con toda claridad, constatamos que la distancia entre pobres y ricos se hace cada vez mayor, que el crecimiento tiene unos límites y que por tanto también el mercado ha defraudado las esperanzas que algunos habían puesto en él. ¿Qué podemos hacer los cristianos en esta época de desesperanza?

1. Yo creo que lo primero es mirar hacia nosotros y hacer autocrítica, tomar conciencia de los errores anteriores y actuales, justamente en relación con el problema de la felicidad. ¿Por qué si el cristianismo posee principios capaces de transformar la existencia, si la esperanza y el amor constituyen una verdadera fuente de felicidad para los creyentes, como sucedió al principio del cristianismo, por qué nos vemos los cristianos también anegados en la civilización del deseo, en las sociedades del hiperconsumo y en todas las contradicciones que eso supone para la concepción cristiana del hombre, de la sociedad y de su destino?

La primera razón es que nos llamamos cristianos, porque mantenemos elementos del cristianismo, creencias, prácticas, formas diluidas de pertenencia a la Iglesia… pero nuestro cristianismo es más, en conjunto y sin ofender a nadie, un cristianismo de bautizados que de convertidos. No creo ser demasiado pesimista si reconozco que las comunidades cristianas actuales estamos lejos de vivir personalmente la fe que decimos poseer y conservar, si digo que creemos, con la fe reducida a creencia, pero no somos verdaderamente creyentes en Dios, en Cristo, confiando incondicionalmente en Él. Esto explicaría que nuestra condición de creyentes no irradie la alegría de las bienaventuranzas, de Maria, de los discípulos o de aquellas primeras generaciones de cristianos.

2. Para estar en disposición de recuperar las fuentes cristianas de la felicidad yo creo que necesitaríamos en primer lugar revitalizar y personalizar nuestro ser cristiano, haciendo efectiva la experiencia de la vida teologal, eso que se ha dicho tantas veces: o somos místicos o no podremos ser cristianos. Porque la actitud teologal, la fe-esperanza y caridad suponen una nueva forma de vivir en la que el hombre, superando las formas de vida desperdiciada, -la evasión, el divertimiento y tantas otras formas- llega al fondo de sí mismo y tratando de remontar el curso de su vida, que él percibe que no se ha dado a sí mismo, admite, reconoce, acepta: "todas mis fuentes están en ti", refiriéndose, naturalmente a Dios. Creer en el Dios Padre creador es, en su centro mismo, vivir en la esperanza y de la esperanza. Y la esperanza es, en una expresión de Miguel García-Baró, "la certeza difícil, profundamente dichosa, de que lo mejor tendrá, tiene ya ahora, la última palabra. Es pues vivir en la certeza de que la propia vida procede del manantial de amor que reconocemos como Dios y en la certeza igualmente dichosa de que la semilla de ser que la presencia de Dios siembre en nosotros se impondrá a todos los peligros, a todos los pesares, incluso a las catástrofes que pueda comportar nuestra vida".

Pero necesitamos también recuperar la vocación terrena, mundana, de nuestro ser cristiano, tal como la describió, después de siglos de olvido, el Vaticano II en esa preciosa Constitución sobre la Iglesia en el Mundo actual.

3. Los rasgos de la felicidad cristiana

3.1. Recuperada la raíz de la experiencia cristiana en la vida de los cristianos, florecería de nuevo la alegría que el Nuevo Testamento atribuye a los creyentes. Me parece además que de ahí surgiría una felicidad con rasgos originales, los propios de la felicidad cristiana, por ejemplo: su condición de felicidad teologal, la fe esperanza cristiana es fe-esperanza en Dios por la que el cristiano se fía de Dios y se confía a Dios, con todo el poder que la confianza en Dios tiene para derribar del corazón de los creyentes todos los ídolos que constantemente estamos fabricando: el de los bienes objeto de posesión y consumo, el del placer erigido en finalidad de la vida, el del vano honor, la vana gloria y el cultivo de la propia imagen, y por encima de todo, el del egoísmo que nos encierra en el círculo estrecho de nosotros mismos y los nuestros y nos hace ignorar a los otros y pasar indiferentes ante sus sufrimientos.

3.2. Tengo la impresión de que los cristianos, por no haber experimentado de verdad el ser creyentes, no hemos descubierto la felicidad que comporta consentir a la fuerza gravitatoria del amor de Dios en nosotros y ser testigos de la liberación de energías en nuestro interior que se sigue de ese consentimiento. Creer, confiar en Dios y consentir a su amor con la incondicionalidad de toda relación que se refiere a Dios, abre la posibilidad a otro rasgo característico de la felicidad que se sigue de creer: sólo se puede creer incondicionalmente como Abraham, como María, contra toda esperanza, es decir, contra todas las aparentes razones para no confiar o para desesperar. Y es que confiar en Dios no es reunir todos nuestros esfuerzos para dar el salto hacia Él, sino abandonarse a su fuerza de atracción que es infinitamente superior a la que puede ejercer en nosotros la gravedad que nos lleva a querer salvarnos a nosotros mismos o a confiar en cualquiera de los seres mundanos.

3.3. La condición teologal del fundamento de nuestra felicidad hace que ésta no se vea amenazada por nada, ni siquiera por la muerte. Como dice el texto de Job -en la antigua traducción de la Vulgata- "Aunque me mates, confiaré en ti".

3.4. Afirmada en este fundamento, la felicidad de la fe permite descubrir otros rasgos característicos. Por ejemplo, el Dios trascendente en el que creemos rompe la atracción que ejerce en nosotros nuestro yo y el mundo en el que vivimos, el Dios creador que es "Dios mío" para cada ser humano, no puede serlo mas que siendo a la vez el Dios de todos. Imposible por tanto decir "Dios mío" si en mi invocación no están incluidos todos. El proyecto de Dios que aceptamos cuando decimos "hágase tu voluntad" incluye a todos los hombres, por eso es imposible creer en Él, reconocer su amor e ignorar a los otros. Creer en Dios lleva consigo, como principio rector de la vida, el "no sin los otros, nada sin los otros".

3.5. Otro rasgo de la felicidad cristiana es la primacía del amor. Dicen los escritos de Juan "Creemos en el amor que Dios nos tiene". "Vivo de la fe en el hijo de Dios que me amó", dice San Pablo. Todos sabemos que el amor es la sal de la vida, su sentido, por eso el amor está en la raíz de toda felicidad; ahora nos explicamos el fracaso de la civilización del deseo que hay que saciar por la posesión y el consumo de bienes porque el amor comporta ciertamente deseo pero lo trasciende en la donación regida por la ley de la gratuidad; la originalidad del amor como centro de la vida explica la originalidad de la felicidad cristiana: hay más alegría en dar que en recibir, dice San Pablo en el Libro de los Hechos atribuyendo la expresión al mismo Jesús.

Felicidad cristiana, esperanza y sufrimiento

¿Es verdad que creer en el Dios de Jesucristo aporta alegría, auténtica alegría a la vida de los creyentes?, ¿qué clase de alegría es la que aporta? Porque es verdad que la Biblia se refiere a los creyentes como felices, al Dios en el que esperamos como el Dios que consuela, pero también es verdad que está llena de oraciones, como las de Jeremías, las del libro de las Lamentaciones, las de Job, como las de los autores de los salmos, la de Jesús mismo, en las que se dirigen a Dios desde el abismo del sufrimiento, desde el mayor abatimiento, desde la angustia, con oraciones que consisten en preguntas, en busca de explicación por lo que están viviendo, de queja por esa situación.

La esperanza no se identifica con el optimismo superficial que con una actitud mágica ante Dios hace de Él la respuesta inmediata a las preguntas humanas, pone en Él la satisfacción de nuestros deseos inmediatos. El Dios de la fe y de la esperanza cristiana no puede convertirse en objeto de ningún acto humano, es un Dios absolutamente trascendente, que no es ajeno al mundo pero tampoco se hace presente en él como un poder mayor o un ente supremo que lo rige o lo vigila desde fuera del mundo; precisamente por eso la fe requiere el trascendimiento de todo lo mundano y el descentramiento de sí mismo, por eso la esperanza solo está a la altura del Dios en el que confía cuando renuncia a todos los apoyos que puedan imaginarse para confiar; renunciar, como Abraham en el sacrificio de Isaac, a la prueba que Dios mismo le había dado como muestra de su fidelidad.

A partir de estas consideraciones se entiende que confiar cuando no se tiene ninguna razón aparente para hacerlo, que confiar contra toda razón, no es que sea el grado sumo de la esperanza, es que es la condición indispensable para que la esperanza sea esperanza teologal. Así entendida la esperanza no consiste en la convicción de que todo me va a ir bien en el futuro sino en la certeza oscura, en la confianza incondicional de que, suceda lo que suceda en mi vida, todo está bien porque mi vida entera está confiada a Dios.

Voy a terminar con una alusión a la "verdadera alegría". Los textos más elocuentes sobre ella están en San Francisco de Asís, en sus mismos escritos y el capítulo VIII de Las Florecillas. Por ser más breve, remito a un texto de Santa Teresa del Niño Jesús, que sabéis que pasó por una prueba formidable al final de su vida, 18 meses en la más oscura de las noches espirituales, y escribe "a veces es verdad que el pajarillo –ella misma- se ve asaltado por la tempestad, le parece creer que no existe otra realidad mas que las nubes que lo envuelven. Entonces llega la hora de la alegría perfecta para el pobrecito y débil ser, qué dicha para él permanecer allí no obstante y seguir mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a su fe". Esta forma de alegría no es una anécdota en la vida de los creyentes, puede verse como la reproducción en ellos mismos del misterio pascual, de la vida, muerte y resurrección de Cristo. ¿Recordáis lo que decía Camus, "los hombres mueren y no son felices"? Jesús no nos ha salvado de esa condición humana expuesta al sufrimiento arrebatándonos al cielo y evitándonos la muerte, eso entraba dentro de la propuesta del tentador en el desierto. Él ha asumido nuestra condición hasta el fondo, pasando por el sufrimiento, el abandono y la muerte en la cruz y experimentando en sus carnes crucificadas y de resucitado la victoria definitiva del amor de Dios a la que nos asocia la esperanza.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*La charla completa de "El Cristianismo y la Felicidad", así como las dos anteriores del mismo ciclo, "¿Se puede vivir sin Dios?" y "El Dios cristiano y los otros dioses", de Juan Martín Velasco, están disponibles en www.profesionalescristianos.com/index.php 

 

 
 


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viernes, 12 de marzo de 2010

UNA CUESTIÓN DE SALUD

Joseph Malegue –novelista cristiano que en España no fue ni traducido- dejó a medio escribir una novela titulada "Las clases medias de la santidad". Y en los pocos fragmentos que de ella se conservan, este escritor desarrollaba una idea que le traía de cabeza desde tiempo; en la cual admitía que para profundizar en los fenómenos religiosos, no hay que explorar sólo el alma y ejemplo de los grandes santos, de los santos de primera o aristócratas de la santidad como les llamaba él. Sino que es imprescindible contar con la experiencia de las almas modestas, pertenecientes a la clase media de la santidad. A esta clase media, podemos decir que pertenecemos todos los que no aspiramos a una canonización aquí en la tierra, pero si aspiramos por coherencia cristiana a los denominados bienes celestiales, que por similitud con el que nos trasciende, son cada cosa que vivida, sentida o interpretada nos acerca a nuestro Padre Dios. En Él tenemos nuestro fundamento, origen y finalidad, y ante los miembros de nuestra hermandad o comunidad como depositarios de la gracia de Dios -de la cual nosotros somos igualmente receptores-, debemos dar cuenta como si ante los mismos ojos de Dios se tratara, de nuestra coherencia cristiana. Ahora bien, es una lástima que nos presentemos ante el rostro de Dios, exclusivamente por un aprieto al que no podemos darle solución por nosotros mismos, y dejamos en sus manos con la esperanza de que lo solucione y poniendo a Dios en un aprieto. Quizás los cristianos de hoy deberíamos de concienciarnos, para considerar nuestra relación con Dios como una autentica cuestión de salud, para tomarlo verdaderamente en serio, y ser conscientes de que, o somos cristianos o dejamos de serlo. Las aguas bautismales no nos aseguran como elemento ritual, la plena salvación. Esta tiene que prefigurarse poco a poco en virtud del amor que a lo largo de nuestra vida, despleguemos para con el que vive junto a nosotros. Inmersos como estamos en el llamado desierto cuaresmal, nos debemos de prestar a una autentica realización cristiana, que pasa por expandir en nuestra comunidad todas las buenas posibilidades que como humanos podemos desarrollar. "La Cuaresma nos propone cada año el misterio de Cristo «conducido por el Espíritu en el desierto»"(Juan Pablo II). Por ello, si ante la perspectiva cuaresmal, se nos ofrece la visión de una cruz, una gran cruz de la que cuelga fallecido el Señor de la Salud; -digo que- entonces nuestra posición ante tal misterio debe ser cualquier cosa menos indiferente. Creo que el testimonio que hoy se nos exige a los cristianos, pasa por autentificar nuestro credo en Jesús de Nazaret, huyendo de prácticas cargadas de sensiblería pero exentas de fundamento. Acceder a la confesión en cuaresma como mera limpieza de conciencia, y no contemplarla desde el plano de la conversión que nos lleva a la pascua resucitadora de nosotros mismos, es algo así como plegarse exclusivamente al rito, dejando de lado la propia vida. Y es en esa precisa vida que vivimos, donde Jesús nos anima a ser cristianos efectivos. Para ello además de acudir a las celebraciones comunitarias y participar de expresiones públicas penitenciales, deberíamos de cultivar nuestro espíritu, para profundizando en la fe, consolidar nuestro interior y llegarnos a considerar personas que en todos los aspectos, tanto corporal como espiritual gozan de una buena salud. Por salud nos inclinamos a una buena alimentación, por salud acudimos al médico para pedir un diagnostico certero…etc. Pero, ¿quien puede diagnosticar en nuestra sociedad y comunidad eclesial la raíz de la indiferencia cristiana y humana a la que el mundo se ve inclinado sin remisión alguna?. Sin lugar a dudas, el quedarnos estáticos y regalarnos el oído con glorias pasadas solo acrecentará nuestro dolor y desánimo. Y debemos de reaccionar ante cada problema del mundo, ya que este puede ser para el cristiano de hoy un motivo para alumbrar. En los años que precedieron al Concilio Vaticano II (1965), crecieron en masa anuncios muy discutidos y producidos por los gritos del proletariado y el deseo de igualdad en nuestra propia Iglesia. Uno de estos lemas animaba con entusiasmo renovador al sentido humanitario del cristianismo, recuperado en estos días por teólogos que muchos desearían que callaran: "desentenderse hoy es ser cómplice de la muerte de Cristo". Es crudo como la propia vida, que este mensaje sea hoy un grito que Jesús desde su cruz expone a todo el que se llamé hijo de Él, para reaccionar activamente en el mundo. Como todo grito o mensaje que se expone en una situación límite, no debemos de olvidar el autentico misterio de la cruz que en el camino cuaresmal, nos ofrece la posibilidad de llegar al culmen de esta, la resurrección activa y definitiva de nuestro ser entre los hermanos. Una cruz en la cual, además de apreciar un signo universalizado del cristianismo, hoy en día podemos advertir matices precisos para la vida del mundo. La cruz, que fue el instrumento de la redención, ha venido a ser, juntamente con la muerte, el sufrimiento y la sangre; uno de los términos esenciales que han servido para evocar nuestra salvación a través de la historia. Ahora bien, entre otras cosas debemos de observar la cruz como camino hacia la resurrección y no como elemento que se presta exclusivamente a la adoración, ya que es un elemento de sufrimiento o patíbulo. En pleno siglo XXI, la cruz es un STOP en nuestra vida, un indicador. Un motivo para reflexionar y considerar en primer lugar todo lo bueno y lo malo que conduce la humanidad del hombre. Y siendo conscientes de esto, establecer ante la cruz una postura coherente y responsable que nos lleve a retomar de nuevo el camino correcto por medio de una rectificación desde la conversión, hacia la buena salud de nuestra integridad personal a la que todo cristiano se siente avocado, y que se fundamenta en el sentido esperanzador de la propia resurrección. Si no observamos y conservamos este sentido de resucitar, cambiar o rectificar, corremos el riesgo de que sea cual fuere el sentido que le demos a la cruz o al misterio que contemplemos en Semana Santa, nos quedemos perplejos ante ella y no reaccionemos autocomplacidos por lo material que nos colma y que es caduco. Ante el Cristo de la Salud, su cruz nos interpela y nos llama. Ante la cruz reconocemos lo que somos y de lo que somos capaces, actuando con autentica conciencia de cristianos que se consideran objetos del amor de Dios. Ante la cruz respondemos solo por nosotros mismos y manifestamos un compromiso de escuchar, disponernos y actuar conforme al espíritu de quien sabe que Dios es su todo pero que le acompaña en el duro camino de la vida. Un camino que desde la cruz se torna renovado, convertido y reubicado, para ser en el mundo fermento y masa. Un abrazo fraterno en paz y bien.

 

Florencio Salvador Díaz Fernández

Estudiante de Teología Criatiana



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jueves, 11 de marzo de 2010

ORACIÓN CONTEMPLATIVA CUARESMA - EL HIJO


Oración contemplativa en la Cuaresma


“Porque es mas difícil el camino del retorno que el de la huida. Difícil recuperar la libertad, cuando uno se ha llenado de ataduras. Difícil volver a ser persona, cuando uno se ha convertido en cosa.”

*HIMNO.

El pequeño, en plena crisis, corta correas de amor,
quedó el padre desgarrado, le sangraba el corazón.
El hijo, a vivir su vida, a gozar de libertad,
el padre se va muriendo de pena y de soledad.
Un hijo más tiene en casa, es frío, es calculador,
se ríe de las blanduras, condena sin compasión.
Pasan los días, ¡qué largos!. Pasan las noches, sin luz;
insomnios y pesadillas son su alimento y su cruz.

No hay noticia del pequeño, cada aurora espera a ver...
un desencanto de nuevo... nueva esperanza otra vez.
El día en que el niño vuelva, qué sé yo lo que yo haré,
el día en que yo lo vea creo que enloqueceré.
El día en que el hijo vuelva prepararé un gran festín,
invitaré a los mas pobres, una alegría sin fin.


Pasó la noche soñando, veía al hijo sufrir;
del hambre y la soledad, entre cerdos, siervo vil.
Pasó la noche esperando, que mañana quiso oír,
unos pasos temblorosos, y el corazón dijo: ¡sí!
Foto fija: la del hijo, ¿qué quería balbucir?,
foto fija la del padre, besos y abrazos sin fin.
Las lágrimas y la fiesta, los vestidos más preciosos,
el banquete del ternero y el anciano como loco.


El hermano un aguafiestas, un mezquino y envidioso;
midiendo y pensando méritos, el corazón orgulloso.
Y ésta es la buena noticia, El parecido de Dios:
Dios no es el hijo perfecto, ¡sino el padre de los dos!

*LITURGIA DE LA PALABRA.
Lectura apostólica: Tito.2.11-15. Salmo: 33,2-3.4-5.6-7.
Lectura evangélica: Lucas.15,1-3.11-32.

*PARA INTERIORIZAR.
No se trata de recrear en nuestra cabeza la situación ficticia del hijo prodigo, (que más bien debería llamarse del Padre bondadoso) sino de pensar un poco en la antífona primera; puede que te identifiques con el hijo fugado ó puede que te identifiques con el hijo mayor cuya frialdad y desamor nos deja atónitos. En cualquiera de los casos debes de pensar lo lejos que en ocasiones nos encontramos de Dios por causa de las muchas cosas que nos atan y anteponemos a la atención y deber con nuestro Padre de la Vida. Corremos un grabe peligro de mantenernos en esta situación porque de este modo se pierde poco a poco la esperanza cristiana potenciándola hacia otros derroteros, y convirtiéndonos poco ha poco en cosas y no personas. No importan los kilómetros ni las distancias, Dios te espera siempre.

La vuelta a casa

Volver cada día a tu regazo.
Marchar y volver,
volver y marchar.

Nuestra vida es un continuo abandono de tu casa
y de tu compañía.
Tomamos la hacienda y nos vamos,
y la malgastamos ha cambio de necios placeres.

Malgastamos el tiempo y la vida,
la inteligencia, las fuerzas, el dinero.
Malgastamos el amor...

Y no labramos tus campos,
y no cultivamos la hacienda, tuya y nuestra,
y pasamos hambre...

El hambre nos trae tu recuerdo.
¡Que vergüenza que sea precisamente el hambre,
la soledad,
la falta de dinero para volver a malgastarlo!
Estómago, corazón y cartera...

Pero volvemos y te damos un abrazo apretado.
Y tú estás contento muy contento,
aunque sepas que volvemos por el hambre.
Y pones música y una buena mesa,
la fiesta de la familia,
eucaristía de retornos, abrazos y aleluyas.

¿mañana nos iremos otra vez?

(Patxi Loidi)

*PARA COMPARTIR.

En verdad Dios cuya bondad no tiene fin, siempre nos espera con los brazos abiertos; Él ansioso prepara al sol para que con su luz, los hijos dispersos cada mañana puedan volver a su regazo, para abrazarlos y darle una nueva oportunidad. ¡Sí! cada mañana:

Cada mañana
Cada mañana sales al balcón
y oteas el horizonte
por ver si vuelvo.

Cada mañana bajas saltando las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.

Cada mañana me cortas la palabra,
te abalanzas sobre mí
y me rodeas con un abrazo redondo
el cuerpo entero.

Cada mañana contratas la banda de músicos
y organizas una fiesta por mí
por el ancho mundo.

Cada mañana me dices al oído
con voz de primavera:
hoy puedes empezar de nuevo.

(si quieres puedes compartir tus peticiones, pensamientos, acciones de gracias...etc)

*ORACIÓN FINAL.

Te damos gracias Jesús, presente aquí entre nosotros. Por tu inmensa ternura nos has amado hasta el final, hasta la sangre. Nos has dado todo, todo lo que es bueno viene de Ti: la belleza de nuestras regiones en este país que amamos, la cohesión familiar, fuerza de nuestros corazones; los dones y la gracia de nuestros hijos; la salud recuperada después de la angustia...

Y tú te has dado la Palabra (hoy mismo en este Pan vivo bajado del cielo y) que ahora contemplamos.

¿Cómo no decirte a ti, el Vivo, nuestro reconocimiento? en la inquietud, tú eres la esperanza, en la debilidad, tú eres el coraje en la alegría, tú eres permanente en la duda, tú eres el camino...

Te pedimos abrir más y más aun nuestros corazones, para cuales hijos pródigos en retorno hacia tu casa, ser recibidos con un propósito firme de compromiso con tu Reino. Que respondamos en fidelidad y amor hacia la humanidad de la que formamos parte. Amén.

Año 2000.