CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

martes, 11 de mayo de 2010

SE TRATA DE SER COMO FLORES

Juan 16, 5-11
Creo que sí, que efectivamente el mundo se condena a sí mismo, desde el instante en que confía en su propia autosuficiencia y descarta el sentido fraternal. Y, ¿qué es lo que ocurre?. Lo de siempre, fiestas, celebraciones, risas sin igual…etc; pero, ¡ojo!, se tienen que llevar al novio –ya sabéis a que me refiero (Lc 13,25-28)- y será en ese momento cuando el defensor de nosotros mismos, el Espíritu, nos haga ser conscientes de que de todo lo que nos dejo dicho el Señor, lo que auténticamente merecía la pena es el COMPARTIR. Y claro, las 24 horas del día resultan infinitas para llevar a cabo el principio fraterno del cristianismo, el compartir. En estos días, casi parece que el evangelio se repite constantemente. Me voy, no me voy, me veréis pero luego no me veréis…etc. El evangelista narra un constante ir y venir de Jesús, casi sin ubicarle de una vez por todas en un estado concreto. Pero los desubicados en Jesús eran los primigenios cristianos, aquellos que le llamaban maestro y que solo, solo después de los tremendos acontecimientos de la pasión le reconocieron como tal. A los discípulos como a nosotros se les paso la euforia como pasa todo exacerbación de sentimientos, y luego llega la calma. En esa calma, ¿dónde le encontraremos?. 

En la flor, en esa flor le encontraremos. Ella está sola en el campo, rodeada de similares pero cada una preocupada en subsistir y quedar bañada por el sol el tiempo suficiente como para que una abeja anónima se pose en ella, se nutra de su polen y así mismo la polinice. ¿Quién meditará en si destino? (Isaías); nadie. El mañana no cuenta, solo el hoy. Por ello hoy me retiro con este sentimiento de fraternal comunidad, en el cual reconozco nuestras propias posibilidades humanas que son muchas.

Señor Dios nuestro:
Tú nos exiges mucho, a nosotros,
tu comunidad fraterna,
al llamarnos a ser testigos
de tu Hijo y de su mensaje salvador,
aunque seamos hombres y mujeres
que participamos también
en lo que NO dignifica al mundo.
Envíanos tu Santo Espíritu
para abrirnos siempre a la renovación y conversión,
para que tus hijos e hijas muestren al mundo
el verdadero rostro de Jesucristo
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Sencillo y humilde como una sencilla flor;
por los siglos de los siglos.