Padre bueno, que
nos amas y nos buscas, 
        estamos contentos en tu presencia 
        y por ello te damos gracias.
        Hoy vemos aquí a Lucia y a Miguel, 
        una pareja que vive el amor y cuyo amor 
        transforma sus vidas en una fiesta. 
        En ellos vemos los brillantes ojos del
cariño, 
        la sonrisa, el beso y los abrazos…etc.
        Las apasionadas obras del amor: 
        la entrega, el compartir,
        la fecundidad y la aceptación, 
        son las luces, la música y la danza 
        y el banquete de nuestra fiesta.
        No nos cansaremos nunca de alegrarnos,
Padre, 
        por el amor de esta pareja 
        y por el día en que se conocieron 
        y descubrieron en sus vidas tu propia
esencia 
        y la de tu Hijo Jesús, la esencia del
amor.
        ¿Cómo no alabarte por el amor de los
padres, 
        de los esposos, de los hijos, de los
hermanos, 
        de los amigos y de los compañeros de
trabajo; 
        que cada día nos dan a beber su amor?
        No podemos menos que bendecirte por
todos los que, 
        impulsados por la fe o sin ella, 
        están luchando en el mundo 
        para crear un clima 
        en el que nos podamos querer como hermanos.
        Y en medio de ese mundo estáis vosotros,
        y todos los que hoy os acompañamos 
        y que venimos de cerca o de lejos.
        Estamos hoy aquí todos unidos, 
        somos signo de fraternidad 
        en esta casa de Francisco de Asís 
        donde se nos recibe con la “Paz y el
Bien”. 
        Esta casa en la cual se guarda esa Cruz,
        cuya sombra ha marcado la vida de Lucía
y su familia, 
        pues en ella y por ella recibimos la
salud 
        y en ella nos apoyamos en las
adversidades de la vida.
        Que Él, Jesús, guíe vuestra vida.
        Que la dirija por caminos de felicidad y
de superación.
        La vida como el deporte, es una continua
carrera 
        en la cual superar obstáculos y
dificultades. 
        Vosotros no navegaréis en la
indiferencia, 
        sino que el tesoro que tenéis en vuestras familias y
amigos, 
        es señal de vuestro compromiso 
        con la vida y con la gente. 
        Amando, respetando y siendo sinceros y
cristalinos.
        Lucia y Miguel, vuestra alegría es la
nuestra, 
        de todos los que estamos aquí.
        Y por ello, damos gracias a Dios. Así
sea.
(Adaptación de una plegaria de Jesús Burgaleta, realizada por Florencio S. Díaz Fernández)