CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

jueves, 19 de febrero de 2015

CUARESMA DESDE LA PIEL DEL OTRO

Cuaresma desde la piel del otro
Una cuaresma más y una cuaresma menos, como dijo aquel. Lo cierto es que a los cristianos se nos ofrece este tiempo litúrgico considerado fuerte, para poder profundizar en el misterio de la vida de Cristo; y desde ese misterio iluminar nuestra propia vida. 
Una vida –la nuestra- que es sendero por el que caminar, por el que descubrir el rostro de Dios y a su vez dejarlo ver a los demás. Apuesto por una cuaresma vivida desde la autenticidad más absoluta, que se fundamente en tu día a día y en mi día a día. 

Tengamos cuidado con prestarnos en este tiempo a cosas que no hacemos durante el año y que solo favorecen el mercadeo con Dios, me explico. 
En cuaresma son muchas las personas que se entregan con especial solicitud a las prácticas restrictivas y sobre todo a la penitencia; quizás para demostrarle a Dios aunque sea por cuarenta días que nos merecemos un sitio a su derecha. 
Que conste que no debemos anular el concepto de culpa si se tiene, pues ese sentimiento desde la conciencia nos eleva a la condición de reparar el daño realizado. Pero solo si somos causantes de algún mal comunitario o propio, eso de considerarnos culpables a los ojos de Dios durante veinticuatro horas al día es algo que ni se fundamente en nada, ni algo que Dios quiere y además es un absurdo. 
Jesús desde la vida nos insiste con la voz de los antiguos profetas en lo que verdaderamente merece la pena: “El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes.” (Isaías 58, 6-7ss). 
Es por ello que mientras vivamos a Cristo desde nuestra propia vida, pues en esa vida encontramos “al otro”, estaremos haciendo humanidad y estaremos dando cumplimiento al principal mandamiento del amor, el amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como  a ti mismo. Es por ello, que considero que debemos vivir la cuaresma desde la autenticidad y pasando desapercibidos.
 Cada cual irá a tal o cual celebración religiosa, se pondrá la ceniza o no se la pondrá, o no hará nada de esto; y para el Señor será todo relativo mientras con nuestros semejantes y aquellos que nos interpelan desde la vida, seamos solidarios, respetuosos, fraternos, sencillos y efectivamente humanos. 
En cuaresma no tienes que dejar de comer dulce, ni obligarte dejar de fumar –por muy saludable que sea el dejarlo-. Tampoco tienes que reprimir tu vida sexual pues Dios nos ofrece la vida para que la disfrutemos desde el gozo de toda la dimensión de la persona, mientras el sexo no sea tu esclavitud. 
Tampoco debes infringirte daño alguno pues ofenderás a Dios que te ama y al crearte te otorgó la dignidad de su mismo Espíritu. Tampoco debes creer que llegas a ningún sitio dejando de comer carne, pues muchos son los que no tienen que comer y con los que debemos compartir el alimento. 

En cuaresma si algo debemos es creer apasionadamente en Dios y en Jesucristo, robustecer la fe desde dos planos intrínsecamente inseparables; la humanidad y el cuidado de nuestro interior desde la observancia del silencio la meditación espiritual y la interiorización: “Regresar al Señor con todo el corazón significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual” (Papa Francisco, ceniza 2015). 
Como he escrito anteriormente tengo claro cuál es el plano humano, el que nos hace vivir la cuaresma colocándonos bajo la piel de esa “OTRA PERSONA” que nos espera en la vida. Puede que necesitada de sustento, de caricias, de escucha, de acompañamiento o de cercanía en la enfermedad. HUMANOS en definitiva como nos advierte Isaías, en el bellísimo capítulo 58. Si así nos comportamos con nuestros prójimos, si construimos humanidad junto a Jesucristo, el Señor nos dice que: “Yo te guiaré continuamente, […] daré fuerza a tu cuerpo y serás como un jardín bien regado, como un manantial al que no le falta el agua.” 
Feliz camino por el desierto cuaresmal.

SALMO DE INTERIORIZACIÓN

Señor, tú me llegas hasta el fondo y me conoces por dentro.
Lo sé: me conoces cuando no paro o cuando no sé que hacer.
Mis ilusiones y mis deseos los entiendes como si fueran tuyos.
En mi camino has puesto tu huella,
en mi descanso te has sentado a mi lado,
todos mis proyectos los has tocado palmo a palmo.
Tú oyes el corazón del hombre sumido en el silencio,
cuando aún no tiene palabras para abrirse a ti.

Es increíble: me tienes agarrado totalmente,
me cubres con tu palma y me siento tuyo.
Como grano de arena en el desierto,
como gota de agua perdida en el mar,
así me encuentro ante ti.
Dios mío, quiero abrir mis brazos y abrazarte,
quiero llegar hasta tu orilla y nunca toco tu tierra.

Cuando escalo mi vida y me supero, allí estás Tú.
Cuando me canso en el camino y me siento barro,
allí, perdido en mi dolor, te encuentro a ti.
Cuando mis alas se hacen libertad sin fronteras
y toco el despertar de algo nuevo;
cuando surco los mares de mis sueños
y pierdo la arena pegadiza de mis playas,
allí está tu mano y tus ojos, y tu boca…
allí, como Amigo fiel, de nuevo estás tú.

Tú eres como manantial de donde brota el río,
como raíz de donde arranca el árbol.
Tu vida se ha hecho vida en mis entrañas,
me has dado el origen y quieres que camine
hacia la meta que no es otra sino tú.
Soy tuyo: sólo tu amor da respuesta a mi pregunta.
Te doy gracias porque me has llamado a ser feliz.

Señor, me conoces hasta el fondo de mi alma,
nada se te esconde de cuanto soy en lo más profundo.
Yo me pregunto si el sentido de mi vida
puede darse si le faltas tú.

Dios mío, sondéame para conocer mi corazón,
ponme a prueba para conocer mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía o se vuelve camino muerto.
Guíame por el camino nuevo que has abierto entre los hombres.
Quiero hacer de él un proyecto para mi vida,

y paso a paso, desde lo hondo de mi ser, vivir para Ti.

Floren Salvador.