CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

domingo, 5 de julio de 2015

SE TRATA MÁS BIEN DE ARRIESGARSE Y ABRAZAR MC 1,1-16

Se trata más bien de arriesgarse y abrazar Mc 1,1-6
Hay ocasiones en las que por mucho que Dios quiera, por mucho que el Espíritu insista y por mucho que Jesús se muestre ante los ojos de las personas; es imposible que puedan actuar en la vida de estos si su corazón está cerrado al Reino de Dios.

El evangelio de hoy es de los evangelios que pueden ser llevados fácilmente al terreno de aquellas personas que no son aceptadas por la razón que sea, y así lamerse las heridas y complacerse en el papel del agraviado.
No, no. Marcos no nos enseña nada de eso en su evangelio. Marcos nos sorprende con una situación en la que las personas no están receptivas al Reino de Dios, bien porque no quieren influenciarse por el mensaje de Jesús, o bien porque la estructura de vida, sociedad, religiosidad…etc., que viven, les impiden percibir y aceptar a aquellas personas que testimonian en la llamada frontera.

Si, la frontera. La frontera que dirime el estar o no estar. La frontera del riesgo, la frontera de la situación límite. La frontera de arriesgarse a decir la verdad. La verdad se paga con sangre, y de qué manera. Pero son muchas las personas que se enfrentan a la sociedad o las gentes. O no se enfrentan pero se arriesgan pues ponen sus convicciones y dignidad personal por encima de todo, aun a riesgo de perder prestigio, trabajo o posición social. En estos casos también son muchos los amigos que suelen quedar en el camino. Estas actitudes en favor de la verdad y la justicia están muy cerca del Reino de Dios.
¿El problema de fondo? Suele ser la comodidad. Este evangelio está muy ligado al de semanas anteriores (Mc 4,35-40) en el que se nos hablaba del miedo de la fe, del miedo de la vida que paraliza la fe. Desde mi absoluta modestia, creo que Jesús nos enseña hoy en primer lugar a seguir descifrando su rostro entre la gente, pues sus profetas de hoy generalmente no llevan casulla y consagran el pan. Sus profetas están en los sitios menos esperados. Allí donde nadie quiere ir, en ese colectivo despreciado que lucha por sus derechos; junto a las que son golpeadas y cerca de los que son apartados por tal o cual. Esos son profetas en primer lugar porque son personas, y su situación de exclusividad les hacer ser más que portadores de la gracia de Dios y de su dignidad.

Estos están entre nosotros en nuestro pueblo y en nuestra comunidad, pero seguro que no van a la Iglesia porque allí no se les ha perdido nada. Quizás no quieran caridad sino dignidad, respeto comprensión. ¿Nos atrevemos a acogerlos? ¿O seguimos con la acepción de personas?