CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

martes, 23 de junio de 2020

HACED MEMORIA - ORACIÓN ANTE EL COVID-19


“Haced memoria” (Deuteronomio 8,2)
Oración y reflexión cristiana ante los acontecimientos presentes del
COVID-19

(Será muy recomendable crear un ambiente acogedor, donde se esté bien. Tendremos presenta la Biblia –Palabra de Dios- y una vela que encenderemos con la invocación inicial. También puede ser muy estimulante una tenue música de fondo que nunca se oiga por encima de las personas que intervengan. Como elemento de la Presencia de Cristo, es más recomendable la luz que la cruz, pero puede optarse por la que más convenga, así como ambas. Este tema debe ser preparado antes de su puesta en práctica.)

MONICIÓN INICIAL:
Hermanos y hermanas, paz y bien:
Vamos a orar en familia, entre amigos, en comunidad o en soledad. Vamos a abrirnos al misterio de entrar en contacto con el Señor, el Trascendente.
Le vamos a pedir que nos asista en esta hora en que tomamos conciencia de nuestra vida y evaluamos nuestra situación personal, de pareja o comunitaria.
Él llama constantemente a nuestra puerta, nos llena con la brisa de la mañana y nos hace inspirar un aire nuevo que puede renovarnos y ayudarnos a encauzar nuestra vida, para ser en el fundo fermento de paz y bien.
Nos adentramos en el misterio.

INVOCACIÓN DE LA PRESENCIA
(Se enciende la vela y posteriormente todos leen la invocación de la presencia)
Señor de la alianza nueva, Señor de multitud de pueblos.
Enséñanos a buscarte sin cansancio,
sin detenernos donde nos conviene
sin hacerte a nuestra medida.
Tú, señor Jesús que conoces al padre,
haz que caminemos hacia Él;
para que saltemos de alegría como Abraham,
como María, como los sencillos,
como los pobres de espíritu de todos los tiempos,
como los creyentes hijos de Abraham. Amén.

HIMNO INTRODUCTORIO DE LA ORACIÓN
(Respirando a Dios – Florentino Ulibarri)
En este mundo que sufre más que nunca
nuestros delirios de poder y grandeza,
porque en vez de jardineros responsables del mismo
nos hemos convertido en avaros comerciantes
que se creen dueños de su riqueza...
respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida.

En esta sociedad tan contaminada
por tanta desigualdad y farsa,
que sufre males y plagas endémicas
y en la que no cicatrizan las heridas
porque, para algunos, son fuente de riqueza...
respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida.

En esa Iglesia tan desacreditada
porque ha perdido ternura y gracia,
y quizá su verdad y buena noticia
al creerse dueña de tus dones y palabra,
y que anda triste, quejosa y desorientada...
respirar tu Espíritu es nuestros sueño y vida.

En esta cultura light y fragmentada,
con tantas palabras huecas y engañosas
y decisiones amañadas y egoístas,
en la que se ha enterrado la utopía
y suenan tan mal la pobreza y la renuncia...
respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida.

En este tiempo tan triste y yermo,
en el que unos lo tienen casi todo
y otros se están quedando desnudos,
con hambre, frío y horizonte oscuro
porque lo igualdad no está al uso...
respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida.

Ahora que estamos en honda crisis
de cultura, bienestar y valores,
de política, religión e instituciones;
ahora que la verdad no atrae,
queremos que él nos guíe y llene porque...
respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida.

Respirar tu Espíritu es nuestro sueño y vida,
pues necesitamos aire fresco y bueno
para seguir caminando contigo
y vivir al cobijo y sombra de tus alas
mientras aprendemos a ser hermanos
e hijos aquí, donde estamos.

INTRODUCCIÓN DEL TEMA
Moisés lo recomendó muchas veces al pueblo de Israel, haced memoria. O sea, recordad porque de lo acontecido siempre se extrae una enseñanza.

La dura situación que hemos vivido, en días en los que hemos estado rodeados de temor y desesperanza. La relativa nueva normalidad en la que estamos y que nos mantiene en tensión. El contacto más o menos cercano que hemos tenido con esta enfermedad, así como la preocupación por nuestra propia salud junto a la de nuestros familiares y amigos; nos ha llevado a vivir situaciones que quizás nunca creímos posibles.

Como cristianos debiéramos de tener una perspectiva concreta ante la situación. Esta perspectiva nos debiera de colocar en el papel de personas involucradas en la sociedad, para sentir en nosotros mismos la situación de los demás, tanto sus tristezas como sus alegrías; pues frente a tanta adversidad igualmente hay mucha gratitud.

El involucrarnos en esta pandemia no debe entenderse como colocarnos en primera fila de combate, pues no somos profesionales de la salud y en muchos casos somos personas mayores o adultas y de riesgo. Pero hay una dimensión cristiana que somos llamados a vivir, la contemplación.

Hemos pasado horas y horas juntos en casa, más que en ningún otro momento de nuestra vida. Nos hemos visto obligados a hacer oración sin participar de los cultos religiosos de una manera tradicional. Todo ha cambiado mucho, pero el mundo no ha dejado de girar. 

El llamamiento del Señor de rezar en lo escondido donde Él habita, siempre está ahí. Y nuestra vida cristiana, nuestra vida de pareja debe tener una connotación en esta situación de calamidad que se vive en toda la tierra; la TERNURA.

Nunca debemos juzgar a nadie ante lo que estamos viviendo. Jesús de Nazaret no lo hacía. Él abrazaba sin preguntar y sin condicionar. Esta pandemia está dejando en la cuneta de la vida a muchas personas, por no hablar de las miles que han perdido la vida.

Tengamos presente estas realidades de personas a las que debemos acompañar en el silencio de nuestras vidas haciéndonos eco de sus particularidades. Enfermedad, desamparo, tristeza, desempleo, falta de lo básico…etc. 

Junto a todo esto recordamos el comienzo de este tema: “HACED MEMORIA”. Haced memoria de tanto beneficio recibido, de tanta adversidad superada, de tanta tristeza contenida, de tanta suplica escuchada, de tanto amor compartido, de tantas y tantas cosas que el mundo ve como normales y nosotros interpretamos como bendición de Dios.

Él, como Padre es misericordia infinita, TERNURA y COMPASIÓN. Abramos nuestro ser a esa ternura, cerremos las puertas a principios que separan y tendamos puentes, pues si algo bueno ha podido hacer esta situación; es que a todos nos ha hecho más hermanos, más humanos y más fraternos.

LA PALABRA DE DIOS NOS ILUMINA (Lucas 10,29-37)
En aquel tiempo, un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó: –Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó: –¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió: –‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Jesús le dijo: –Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: –¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le respondió: –Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. 
Luego pasó por allí un levita, y que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. 
Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’ Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?
El maestro de la ley contestó: –El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo: –Ve, pues, y haz tú lo mismo.
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN DEL EVANGELIO. “HAZ TÚ LO MISMO – José Antonio Pagola-“
Para no salir malparado de una conversación con Jesús, un maestro de la ley termina preguntándole: «Y ¿quién es mi prójimo?». Es la pregunta de quien solo se preocupa de cumplir la ley. Le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor. No piensa en los sufrimientos de la gente.

Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia de manera provocativa todo legalismo religioso que ignore el amor al necesitado.

En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, un hombre ha sido asaltado por unos bandidos. Agredido y despojado de todo, queda en la cuneta medio muerto, abandonado a su suerte. No sabemos quién es, solo que es un «hombre». Podría ser cualquiera de nosotros. Cualquier ser humano abatido por la violencia, la enfermedad, la desgracia o la desesperanza.

«Por casualidad» aparece por el camino un sacerdote. El texto indica que es por azar, como si nada tuviera que ver allí un hombre dedicado al culto. Lo suyo no es bajar hasta los heridos que están en las cunetas. Su lugar es el templo. Su ocupación, las celebraciones sagradas. Cuando llega a la altura del herido, «lo ve, da un rodeo y pasa de largo».

Su falta de compasión no es solo una reacción personal, pues también un levita del templo que pasa junto al herido «hace lo mismo». Es más bien una actitud y un peligro que acecha a quienes se dedican al mundo de lo sagrado: vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre.

Cuando la religión no está centrada en un Dios, Amigo de la vida y Padre de los que sufren, el culto sagrado puede convertirse en una experiencia que distancia de la vida profana, preserva del contacto directo con el sufrimiento de las gentes y nos hace caminar sin reaccionar ante los heridos que vemos en las cunetas. Según Jesús, no son los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen corazón.

Por el camino llega un samaritano. No viene del templo. No pertenece siquiera al pueblo elegido de Israel. Vive dedicado a algo tan poco sagrado como su pequeño negocio de comerciante. Pero, cuando ve al herido, no se pregunta si es prójimo o no. Se conmueve y hace por él todo lo que puede. Es a este a quien hemos de imitar. Así dice Jesús al legista: «Vete y haz tú lo mismo». ¿A quién imitaremos al encontrarnos en nuestro camino con las víctimas más golpeadas por la crisis económica de nuestros días?

NOS PREGUNTAMOS PARA INTERIORIZAR.
¿Cómo hemos vivido nuestra vida de pareja y/o familia en esta situación de confinamiento?
¿Dónde ha quedado nuestro compromiso con la sociedad y la humanidad? –Aportación económica a ONGs-.
¿Qué sentido hemos dado a nuestra oración? ¿Hemos sabido hacer la Presencia de Dios y vivir la autentica Iglesia Domestica, interiorizando cada día la Palabra de Dios como levadura de nuestra vida?
Mi respuesta como cristiano/a en esta pandemia, ¿ha sido farisaica y me doy por satisfecho por haber salido indemne, o por el contrario he sido SAMARITANO/A y cirineo desde la contemplación?
Podéis plantear alguna que otra pregunta para tratarla en común.
(Al termino de la puesta en común damos lectura a esta plegaria y vamos concluyendo la oración)

PLEGARIA A DIOS DE EXILIADOS Y REFUGIADOS (Florentino Ulibarri)

Dios y Padre nuestro, tú que eres un Dios exiliado y refugiado,
escucha los silencios y los gritos de los que no tienen casa ni hogar,
de los que no tienen patria ni trabajo, de los que viven a la intemperie,
escondidos o en tierra extranjera por salvar su dignidad y su vida.

Tú que eres un Dios exiliado y refugiado,
escucha los silencios y los gritos
de los perseguidos, de los prisioneros de guerra,
de las viudas y huérfanos,
de los desplazados por cualquier motivo...
Mantennos unidos a ellos;
que nuestra compasión y solidaridad
cree lazos y redes que les transmitan alegría y seguridad.

Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
muéstranos la parte de nosotros que vive en el exilio,
que está perdida y necesita volver a casa.
Danos el calor y ternura que necesitamos
para sentirnos queridos y protegidos.
Guíanos a nuestro ser verdadero
para que vivamos como hijos y hermanos.

Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
ayúdanos a ver claramente los aspectos de nuestra cultura
que crean exclusión y nos hacen vivir en cautiverio.
Concédenos la visión, el coraje y la fuerza necesaria
para mantener los valores del Evangelio.

Tú que eres Dios de exiliados y refugiados,
llama a la Iglesia con voz firme y clara
a volver a los caminos de la justicia y la verdad.
Y danos a todos los que decimos seguirte
un corazón compasivo y una mente abierta
para que nadie permanezca en el exilio.
¡Tú, Dios de exiliados y refugiados!
(Al termino de la lectura de esta plegaria, bien se pueden repetir algunas frases o palabras elocuentes o se puede pedir o dar gracias, según la experiencia de cada cual que desee participar)

CONCLUSIÓN
Hemos orado por los enfermos, nos hemos conmovido por la situación calamitosa que hemos vivido y que aun se vive en muchos países. Tengamos en cuenta que la oración no nos hace mejor que nadie, pero nos sensibiliza con realidades ante las cuales hay que responder de manera solidaria, evangélica, tierna, sensible y efectiva.
No seamos ligeros a la hora de juzgar o de opinar. Coherencia cristiana, pues el samaritano ayudó al herido sin preguntar nada y sin condicionantes de ninguna clase.
Y responsable siempre, ante las medidas de prevención e higiene, pues como bien se nos ha dicho: ESTE VIRUS LO PARAMOS UNIDOS/AS.
Solo así seremos como el Señor, nazarenos de la vida dispuestos al servicio.  

La oración se acaba con rezo común del Padre Nuestro.
Fin de la oración.

Oración realizada por Florencio Salvador Díaz Fernández.
Puede publicarse y difundirse indicando su procedencia.