CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 3 de diciembre de 2010

Plegaria Domingo II Adviento,A

(Esta plegaria puede leerse tras las preces en la liturgia de las horas ya que en ella se incluye el espacio para el padre nuestro. Es útil para dinamizar los oficios litúrgicos en los tiempos fuertes como el presente Adviento)

Plegaria Domingo II Adviento, A.

Padre Santo, que nos amas y nos buscas;
te bendecimos, por Jesucristo,
por quien todas las cosas fueron hechas
desde el principio.
Te bendecimos, Dios vivo y verdadero,
por los profetas, antiguos y actuales,
que nos interpelan continuamente a la conversión,
es decir, a la justicia de tu Reino.

Tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo
fue esperado por el pueblo,
anunciado por los profetas,
temido por los dirigentes,
rechazado por los instalados.
Se ha manifestado entre nosotros
y se manifiesta cuando despertamos del sueño,
de la rutina, del egoísmo, de la pereza
y nos revestimos de nueva vida.
Mientras esperamos su venida
y la preparamos encontrándonos con tu Palabra
unidos a toda la comunidad,
oramos de la misma manera que Jesús nos enseño:
(con las manos extendidas)
Padre nuestro que estas en el cielo…

Te bendecimos y te damos gracias, Padre,
porque tu Palabra es eficaz
a pesar de que nuestros oídos
se cierran a su mensaje.
Tu Hijo, Padre, sigue viviendo entre nosotros,
proclamando un año de gracia y de verdad,
precedido de Juan Bautista,
profeta en tiempos de transición y de cambio,
que nos invita a la conversión.

Reconocemos que nos cuesta mucho
aplicar el hacha a la raíz,
cribar el trigo y la paja
para discernir lo superficial de lo profundo,
lo gratuito de lo interesado,
lo bondadoso de lo malvado.
Te damos gracias, porque tu Hijo aceptó la muerte
como un indigno, como un despreciado.
Nos acordamos de su acción de gracias,
y reconocemos en su entrega,
el signo máximo del amor al prójimo.

En este momento de oración
te recordamos, Padre,
y rememoramos el testimonio de tu Hijo,
su muerte, su resurrección y su advenimiento
final, pleno y glorioso.
Lo recordamos, porque aumenta nuestra esperanza.
Inspíranos hoy vías concretas de conversión
en decisiones pequeñas y grandes,
de cara a la Iglesia y al mundo,
representada en la comunidad de los que se aman.

Inspíranos en nuestra amistad con los amigos,
en el amor conyugal o familiar,
con los compañeros de estudio o de trabajo,
con todos los hombres y mujeres de buena fe
que pretenden instaurar tu Reino.
Despierta, Señor, la vigilancia de tu Iglesia,
de nuestros Episcopados.
Calma nuestras angustias y depresiones
y danos la alegría de vivir,
esperanza en la fe,
actitud profunda de conversión.

A ti, Padre juntamente con Jesucristo,
vida del Reino,
y con tu Espíritu de compromiso,
todo honor y gloria
por los siglos de los siglos. Amén.