Cuando la vida depende de un jornal
El que
escribe es un currante. Aunque esto hace años fuera signo de clase humilde, y
ahora se ha tornado en sinónimo de privilegio. Además, suelo celebrar el día
del trabajo en oración y trabajando. Y así ha sido, aun cuando el trabajo de
hoy sea en honor del Señor. Por supuesto imposible ignorar el presente. Las cifras
de desempleo es un clamor al cielo que hace la sociedad española, rogando al
Espíritu que anime las conciencias a estabilizar la sociedad, consensuando
políticas que atiendan a los más desfavorecidos y resulten estimulantes para la
creación de empleo.
¿Cuántos dineros se dedican a la salvaguarda de la
economía? ¿Cuántos se dedican íntegramente, para que aquellos que solo pueden
vivir, lo hagan dignamente? Los sectores capitalistas reniegan de las políticas
de izquierdas y protegen al empresariado, aun a pesar de la precariedad de los
derechos de los trabajadores tras la reforma laboral del gobierno de España. Aun pesar de lo criticado que fue el expresidente
Zapatero por la laicidad y otras lides, estuvo muy fino y elocuente cuando
pronunció en EE.UU. estas palabras de la Biblia, por medio de las cuales
significaba el interés de la sociedad desde tiempo inmemorial; por los derechos
de los trabajadores. Decía Zapatero: "No explotarás al jornalero pobre y
necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna
de las ciudades de tu país. Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga
el sol, porque está necesitado, y su vida depende de su jornal" (Dt 24).
Nuestras vidas dependen de un jornal, sea un jornal alto o sea un jornal bajo.
¿Pero quién debe luchar por los derechos de ese jornal? Parece que la clase
trabajadora española, aun no ha consensuado una protesta nacional y contundente
en nuestro país, que saque el clamor por el desempleo a la calle, aunque como
muestra bien valen las manifestaciones de hoy. ¿Porqué no una renta social a
todas aquellas familias de las más de 1500000 que hay, donde ninguno de sus
miembros tiene un empleo? ¿Tan escandaloso es que se anulen en épocas de crisis
desfiles militares y gestiones protocolarias y festivas –por citar algo-, cuyo
presupuesto asciende a varios centenares de millones de €uros al año? Los cristianos
de base, tenemos aquí mucho que decir. Insisto, mucho. Las personas de ideal
progresista, fueron las que despertaron al conciencia ciudadana allá por el
siglo XIX, para movilizar a la clase obrera en la famosa revolución industrial.
El papa León XIII lanzó la famosa “Rerum Novarum” (15 Mayo 1851), para contrarrestar
el discurso socialista de entonces, que aparentemente en sus protestas hacia
suyo el mensaje de Jesús de Nazaret defendiendo a los desfavorecidos. El problema
de hoy, como en el siglo XIX como en la época actual, tanto para los cristianos
como para los que no lo son, -digo que- el problema es el mismo. No reconocemos
en el otro a nosotros mismos, y no atendemos a la posibilidad de que el movimiento
pendular de la vida, nos lleve al lugar en el que están los más necesitados. El
Evangelio que propone la Liturgia de hoy dice que los contemporáneos de Jesús “No
quisieron prestarle atención” (Mt 3, 57). Repito, mientras todos los que
decimos ser humanos no simplemente respecto de la especie, sino con entrañas
humanas; no veamos en los demás un sujeto al cual yo tengo que darle una
respuesta como si fuera yo mismo, iremos por mal camino. Y desde luego como en
época de Jesús, debemos de olvidarnos que los poderes de este mundo solucionen
el problema. Ni a la sociedad la sacará este gobierno de la situación actual,
ni por un cristiano necesitado se va a romper su sotana un obispo. Esas cosas
las dejan para Cáritas, ONG que tiene mi reconocimiento, y que fundamentalmente
se financia con las aportaciones de los donantes anónimos. Como anuncian en su
comunicado la HOAC, JOC, MTC y Hermandades del Trabajo: “la persona debe ser el
centro y eje de la vida social, política y económica, se debe promover un
reparto justo de los costos sociales, así como una solidaridad efectiva con
parados y pensionistas. En el horizonte de todo compromiso se ha de poner el
bien común y la solidaridad de modo que se garantice la equidad”.