“La pobreza es una
espiritualidad, es una actitud del cristiano, es una disponibilidad del alma
abierta a Dios. Por eso decía Puebla que los pobres son una esperanza en
América Latina, porque son los más disponibles para recibir los dones de Dios.
Por eso Cristo dice con tanta emoción: ¡Dichosos ustedes los pobres, porque de
ustedes es el reino de Dios!”
(San Oscar Romero
Homilía 17 de febrero de 1980)
Conocí a Oscar Romero, gracias a
la película ROMERO[1] dirigida
por John Duigan en 1989 y protagonizada maravillosamente por Raúl Juliá[2] , el
cual supo caracterizar el personaje de una manera excelente. Fue tanto lo que
me gustó de este obispo Oscar Romero y de su mensaje y obra, que investigué
bastante sobre su vida; hasta el punto de convencerme que su muerte no solo fue
causa del fanatismo paramilitar de entonces, sino que estuvo encubierta por
parte del clero salvadoreño que en ese momento que plegaba a la política de
derechas que gobernaba El Salvador en aquella época.
Oscar murió lo mismo que murió
Cristo, por ponerse junto a los pobres y necesitados. En un país donde las
desapariciones de los disidentes con el gobierno eran sistemáticas, este hombre
que provenía del mundo de los libros, se colocó en el papel y prototipo de
PADRE DE LA PATRIA SALVADOREÑA, desde la perspectiva del pueblo, la clase pobre
y trabajadora.
Es una vergüenza para el
catolicismo que no haya sido canonizado hasta hoy. Si la figura de Oscar Romero
como mártir latinoamericano de la libertad hubiera sido explotada debidamente,
no se hubiera sucedido en América Latina el auge de iglesias particulares y de
sesgo sectario de dudosa consistencia ideológica, así como el crecimiento de
organizaciones católicas ultra conservadoras como el Opus Dei, Comunión y
Liberación, Legionarios de Cristo, Cruzados de yo no sé qué y varios institutos
más, cuya forma de dar culto y religiosidad son de autentica película de
terror. Es de órdago que Escribá de Balaguer (fundador del Opus Dei) esté en
los altares y que Romero haya tenido que esperar hasta un complejo equilibrio político
en nuestra Iglesia, en el cual ha colaborado de manera determinante el Papa
Francisco, al que queremos.
Sea como fuere, más vale tarde
que nunca. San Oscar Romero, mártir por la libertad es hoy una realidad. Para
El Salvador y para toda persona que le conoció él era santo desde el momento en
que la bala le atravesó la cabeza cuando este hombre estaba celebrando la
eucaristía. Se sesgó su vida, pero creció un gigante cuya presencia nos
acompañará para siempre. Es un personaje con un Espíritu concreto que INUNDA DE
VIDA Y DIGNIDAD a toda persona que sea, perseguida, represaliada, asesinada o
vejada por cualquier motivo.
La causa de San Oscar Romero es
la causa de toda persona que es dejada al borde del camino y que espera la
llegada de esa persona samaritana, que como Oscar hacía, se acerque, le toque,
abrace, cure sus heridas y le ayuda a rehabilitar su dignidad.
Hoy es un gran día para El
Salvador, para toda Latinoamérica, la Iglesia entera y los que seguimos a
Cristo por la senda de la progresión cristiana, apostando por un reino donde la
justicia y la fraternidad sean –y nunca mejor dicho- el pan nuestro de cada
día.
Un abrazo para todas y todos.
Fraternalmente, Floren.
Oración a San Oscar Romero de América, Martír por la libertad
¡Oh! Dios Padre Misericordioso,
que por mediación de Jesucristo
y la intercesión de la Virgen
María, Reina de Paz; y la acción
del Espíritu Santo, concediste al mundo
la gracia del testimonio de
San Óscar Romero de América
Mártir por amor y pastor ejemplar
Al servicio de la Iglesia.
Tú quisiste que su predilección fueran
los pobres y desestimados del mundo
en los cuales Tu te complaces
y en los que vemos el rostro prefigurado de Jesucristo.
Permítemos Padre de bondad,
que observando el testimonio de Romero
nos adhiramos cada vez más a Cristo,
pues solo amando a las personas,
luchando por su dignidad,
haciendo vida tu evangelio y siendo humanos;
podremos colaborar en la construcción de tu Reino.
Te lo pedimos por intercesión de San Oscar Romero,
al cual encomendamos todas las necesidades
de los pueblos más necesitados de la tierra. Amén.
(Oración compuesta y/o modificada de la original y oficial por Floren Salvador Díaz Fernández)