CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

domingo, 12 de enero de 2020

EL BAUTISMO DE JESÚS, UN BAUTISMO DE HUMANIDAD


Hoy domingo y cuando acaba la Navidad, los cristianos celebramos el bautismo de Jesús. Uno de los curiosos acontecimientos en la vida del nazareno, un episodio que tiene algunas connotaciones importantes que desgrano brevemente para no robaros mucho tiempo.
Siempre me ha llamado la atención la influencia que Jesús tenía de su primo Juan el bautista, el último de los profetas –si a Jesús no lo consideramos como tal-. Hay muchísimos aspectos de la vida de Jesús que nos hacen saber que si no era esenio, simpatizaba absolutamente con esta secta ascética a la cual pertenecía Juan el hijo de Isabel y Zacarías, secta en la cual se cultivaba la cultura, la limpieza el dominio de sí y la espiritualidad.

Es por ello que el rio Jordán como el mar muerto u otros afluentes cercanos eran el sitio ideal para que los esenios se asentaran, y es en el río donde Juan Bautista pregona la llegada de todo lo nuevo que representa Jesús.
Evidentemente Jesús no necesita ser bautizado como tal y nadie necesita en sí mismo ser bautizado para ser considerado hija e hijo de Dios, ya que por el mero hecho de nacer a la vida, es entendido que Dios Padre nos otorga su propia dignidad.
Además el bautismo no salva como tal, nos salvamos en la tierra. O sea, lo diré más claro. El bautismo no es un comodín que se puede utilizar para ir al cielo si en la tierra hemos sido unos calaveras, no. Llegaremos a la plenitud de la vida en la resurrección tanto si estamos bautizados como si no. Y esto es así porque Dios en su ternura no hace acepción de personas. Quienes le adoran con el nombre de Alah o creen en Él antes que los cristianos, también alcanzarán su salvación.
El bautismo, por lo tanto, es solo un ritual por el cual su simbología nos enseña la posibilidad de nacer de nuevo, que quedar limpios de todo aquellos que nos dificulta para ser buenas personas, los apegos materiales, nuestra autosuficiencia, los egoísmos, la falta de humanidad y sensibilidad, nuestra negación al amor, nuestro exiguo respeto hacia los otros…etc.
Si dejamos atrás todo lo que nos lastra negativamente y nacemos a una nueva vida, seremos recién nacidos a la vida de Cristo y desde ahí podremos caminar junto Él, tengamos o no tengamos una partida de bautismo.
Otra cosa significativa es que Jesús llega al Jordán siendo bastante desconocido. Es por ello que el se acerca a su primo y establece un diálogo con él, pues Jesús aprovecha la coyuntura popular que asiste al bautista. Juan era considerado profeta, muy respetado incluso por el rey Herodes. El hecho de que Jesús llegue y Juan le reconozca de tal manera era importante para Jesús, que se presta a un bautismo simbólico al cual Él mismo le da completa verosimilitud.
La última cuestión que reseño es la entrada de Jesús en el barro del Jordán, en aquella rivera del río en la cual algunas personas hemos tenido la dicha de estar.
Es algo muy significativo pues Jesús entro como barro, masa moldeable en las manos del creador (Is 64,7), humano por excelencia y completamente sensible a las realidades de cada tiempo. Se prestó a ser uno más, para testimoniar con la verdad y con las obras de sus manos.
Sus palabras, modificaron el latir de los corazones de aquellos presentes y por ello le siguieron. De aquellas aguas Jesús salió como nuevo engendro, “tú eres mi hijo yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como una nueva criatura que de forma ilusionante -con la asistencia del Espíritu Santo- fue prototipo para todas las mujeres y hombres que vendrían tras él y que llegamos hasta nuestros días. Este Jesús, aquel Jesús de hoy y de siempre, solo desea que nos enfanguemos. Que nos metamos en el barro, de donde procede la vida.
Que bajemos hasta allí abajo, donde la humildad, la intransigencia o quizás la falta de higiene, hace preciso la presencia de una voz que revitalice la voz de Jesús al decir “bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
Cuando testimoniemos y solo entonces –a ver si nos enteramos-, ofreceremos a quien esté a nuestro lado una razón contundente para ponerse en marcha, para vivir su bautismo de fe y decir “SI” estoy dispuesto.
A ponernos en camino, para construir junto al Espíritu de Jesús, la Cristiana Humanidad de los que nos reunimos en su nombre. Buena receta para este año.
Feliz domingo y continúo deseándoos un feliz año 2020.
Fraternalmente, Floren.

HIMNO DEL AMOR – Pedro Casaldáliga, Obispo.
Si yo tuviese en mí todas las emisoras
y todos los tablados de rock del mundo entero
y los altares y cátedras y los parlamentos todos,
mas no tuviese Amor,
yo sería ruido sólo, ruido en el ruido.

Si yo tuviese el don de adivinar
y el don de llenar estadios
y el don de hacer curaciones
y una supuesta fe, capaz de trasportar cualquier montaña,
mas no tuviese Amor,
yo sólo sería un circo religioso.

Si yo distribuyese
los bienes que gané mal – quién sabe, quién no sabe-
en cestas de Navidad
y en aireados gestos caritativos
y fuese capaz de dar mi salud
en prisas y eficacias
más no tuviese Amor,
yo sólo sería imagen entre imágenes.

Paciente es el amor y predispuesto, como regazo materno.
No tiene envidia ni se vanagloria.
No busca el interés como hacen los bancos:
sabe ser gratuito y solidario, como la mesa de Pascua.
No pacta nunca con la injusticia, nunca.
Hace fiesta de la Verdad.
Sabe esperar, forzando con coraje las puertas del futuro.
El Amor no pasará, pasando todo lo que no sea él.
En la tarde de esta vida nos juzgará el Amor.

Inmadura es la ciencia y gateando,
inmadura la ley, juguete el dogma.
El Amor ya tiene la edad sin edad de Dios.
Ahora es un espejo la luz que contemplamos,
un día será el Rostro, cara a cara.
Veremos y amaremos como Él nos ve, como nos ama.

Ahora están las tres:
la fe, que es noche oscura,
la pequeña esperanza, tan persistente;
y él, el Amor, que es el mayor.
Un día, para siempre,
lejos de toda noche y toda espera,
ya sólo será el Amor.