CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 18 de enero de 2012

TU DIGNIDAD, ES LA DIGNIDAD DE DIOS

Mi muy querida Jefa.
Esta vida que nos educa, nos predispone a ser efectivamente prudentes y mirar en lontananza, hacia la posibilidad de una convivencia serena y pacifica.
Y bien es verdad, que son muchas las personas que trabajamos cada día por llevar a cabo estos nobles propósitos.
Desde luego, no siempre lo conseguimos, y por ello incluso nos quedamos en el intento, pues nos agota la desesperanza, o nosotros mismos de manera ocasional, trafarramos en el intento, al dejarnos llevar ocasionalmente por la ira y el afán de lucha o venganza.
Son tres años ya. ¡Tres años! Y se dice pronto, aunque bien se yo que esa herida -como todas las que supuran-, no puede sanar de otra manera que expulsando hacia afuera por medio del duelo y de la expresión del pensamiento, toda la carroña que en si misma contiene.
Ayer, asistí a sendas conferencias sobre economía en el entorno de la Evangelización y la Secularización. El primer conferenciante fue como para morirse, pues expuso una sarta de tecnicismos imposibles de descifrar para los ignorantes en economía como yo. Pero el segundo, trabajador currante y cristiano de base, hablo de la dignidad de la persona, de la no explotación. En definitiva, hablo de la propia dignidad de la que Dios nos hace a cada uno participes, al crearnos; pues SOMOS HIJOS DE DIOS.
En aquella reunión de personas, se lesiono tu propia dignidad de una manera premeditada y deliberada, al verter sobre ti descalificaciones e insultos, impropios de aquellos y aquellas que nos denominamos cristianos.
¿Hay que cerrar página de estos acontecimientos de 2009?
Tú, lo intentas a duras penas. Y yo, que te aprecio como una autentica amiga, lo intento igualmente.
Por tu parte, llegarás a desechar ese malestar por completo, pues tus aspiraciones cristianas se basan en el servicio, como siempre has hecho. El servicio al otro -tu prójimo-, desde el plano horizontal de tu vida y tus relaciones personales. Aquella casa con aquella torre, difícilmente volverá a ser nuestra casa como otrora. Aunque posiblemente volveremos a cobijarnos a su sombra y estar a gusto.
Por mi parte, igualmente intento pasar página y créeme que lo intento y casi lo consigo. ¡Casi!
Mi juventud y la buena dosis de ímpetu que poseo, me obligan a exigir a los que te ofendieron, una restitución de tu dignidad, ante el mismo numero de personas ante las cuales te lesionaron.
¿Perdón? Sí, fraterno, gratuito y en grandes dosis. Yo soy el primero que lo otorga a manos llenas. Pero no debemos ser imprudentes, al considerar que perdonar es olvidar. Si esto fuera así, anularíamos el principio irrenunciable de la justicia.
Pero tu corazón tiene que ser restituido en su dignidad, para que Dios sea igualmente restituido.
Así lo creo, y así se lo pido hoy con el Padre Nuestro de “Arbeloa”.
Estamos en camino, ánimo.
¡¡Estamos llegando aun!!

Padre nuestro,
que estás donde el amor se enciende o se serena;
Padre nuestro,
que te llamas amor y al amor nos invitas,
y sólo en el amor nos reconoces
como hijos militantes de tu Reino,
Reino de amor, que crece siempre
más allá de la luz y el universo.
Y ésta es tu sola voluntad
en la tierra de los hombres
y en los hombres de tu cielo.
Queremos el pan que día a día se reparte,
el trabajo, el deporte, las risas y los sueños.
Porque tú nos dejaste todo el mundo
para hacerlo más limpio y más entero.
Queremos que nos quieras y comprendas
y nos des tu perdón cuando faltamos,
lo mismo que entre buenos compañeros.
Y entre todos, porque todo será poco,
nos quitemos de los pies a la cabeza
las mil trabas, los muchísimos tropiezos 
que nos ponen quienes tienen de su mano
los mangos de la fuerza y del dinero,
y también los que algunos de nosotros nos ponemos.
Porque sólo quien ama de verdad
tiene ganas de decirte: “Padre nuestro”.

(Victor Manuel Arbeloa)