CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

domingo, 24 de octubre de 2010

CAMINAR CONTEMPLATIVO CON EL ESPÍRITU DEL PÁJARO SOLITARIO

Aldea La Salada.
Nona.

Hoy recién almorzado, salgo al campo con mi animal de compañía y me dispongo a realizar una caminata considerable. Creo que son once kilómetros los que ando a paso ligero por el campo, hacia los márgenes de la vía del AVE Cordoba-Málaga. Busco siempre ese destino que se encuentra a mitad del recorrido, porque me gusta mucho ver el tren. Sentir el temblor del suelo y ver de muy cerca pasar esa gran maquinaria, que por otra parte me hace sentir más libre. ¡Vamos, que parece que el tren se lleva hacia su destino parte de las preocupaciones de uno!.

Hoy además de mi fiel Vela, me llevo un pequeño libro escrito por el eterno José Luis Martín Descalzo a la luz de los dichos de Luz y Amor de Juan de la Cruz, “El testamento del pájaro solitario”. Libro que para mas significación heredé de mi muy querido amigo Manuel Santos Ortega.
De este libro abierto al azar, he vivido esta tarde durante el largo caminar una experiencia espiritual bellísima, tanto en su contenido como en las sensaciones y emociones vividas.
Y es que la hora litúrgica de Nona, hoy la he modificado un poco para realizar y meditar sobre las condiciones para la contemplación, del pájaro solitario.
“Las condiciones de pájaro solitario son cinco: La primera, que se va lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente.
Las cuales ha de tener el alma contemplativa que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo.”

“…La primera, que se va a lo más alto”.
Aquí me pare en el camino y desde la lejanía divisé Estepa, lejana y altiva sobre todo en su atalaya del Cerro de San Cristóbal. La sierra tras ella, aun más alta.
Con esta estampa leí:

Si fuera yo, si fuera yo, si fuera
un pájaro de llama enamorado,
un pájaro de luz tan incendiado
que en el silencio de tu noche ardiera.

Si pudiera subirme, si pudiera
muy más allá de todo lo creado
y en la última rama de mi Amado
pusiera el corazón y el alma entera.

Si aún más alto, más alto, y más volara,
allí don de no aire ya, ni vuelo,
allí donde tu mano es agua clara
y no es preciso mendigar consuelo,
allí -¡que soledad!- yo me dejara
dulcemente morir de tanto cielo.

“…la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza”.
No es difícil sentirse solo. Sea la soledad deseada o no deseada. Lo cierto es que desde una espiritualidad contemplativa, uno aun estando físicamente solo, por Jesús y su Espíritu está asistido, junto al sentimiento familiar y comunitario de los grupos a los que pertenecemos.

¿Y qué has hecho de mí, pues a desierto
me sabe todo amor cuanto de has ido?
Tú lo sabes muy bien: yo siempre he sido
un mendigo de amor en cada puerto.

Tendí mi mano en el camino incierto
de la belleza humana: cualquier nido
podía ser mi casa; y he pedido
tantos besos que tengo el labio muerto.

Y ahora todo es sal. Me sabe a tierra
el pobre corazón. Estoy vacío.
El calor de un abrazo es calor frío.
Pues tu amor me redime y me destierra
y sé que mientras Tú no seas mío
hasta la paz va aparecerme guerra.

“…la tercera, que tiene el pico al aire”.
Esperé llegar a un pequeño altozano para dar lectura a este verso de Martín Descalzo. Allí, como imaginaba el aire era fuerte y quizás me sentí un poco más libre al sentir el zarandeo del fuerte viento. Y escuchar en el susurro del viento el propio susurro de la voz de Dios.

Al aire de tu vuelo está en mi vida.
Perdido en el silencio más delgado,
despojado de mí, deshabitado,
abierto estoy como se abre una herida.

Abierto a Ti, mi corazón se olvida
de respirar, y, estando tan callado,
escucha los latidos del Amado,
la voz de amor que a más amor convida.

El pico al aire, el viento de tu viento
respirará gozoso en la arboleda,
porque tu voz es todo mi alimento.
Y, mientras a tus pies mi canto queda,
en el silencio dormiré contento.
Lejos el mundo rueda, rueda y rueda.

“…la cuarta, que no tiene determinado color”
Junto a un arroyo de aguas un poco turbias por vertidos de una cooperativa de aceituna, me dispuse a leer el siguiente poema, imaginándole que el agua era auténticamente clara. ¡que hacer!. Al fin y al cabo, este momento fue igualmente importante para no dejar de educar y trabajar para un sostenimiento ecologico. Sin lugar a dudas, esta agua –turbia o no-, debe de llevarse hasta su desembocadura final, todo lo que lastra mi persona para llegarme a ser un autentico hombre de fe.

Al acercarme al agua de tu río
lo que yo fui se fue desvaneciendo,
lo mucho que soñé se fue perdiendo
y de cuanto yo soy ya nada es mío.

Ya sólo en Ti y en tu hermosura frío,
soy lo que eres, acabaré siendo
rastro de Ti, y triunfaré perdiendo
en combate de amor mi desafío.

Ya de hoy no más me saciaré con nada;
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,
esposados los dos, codo con codo.
Y, cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.

“…la quinta, que canta suavemente”.
Un sembrado es siempre un lugar en el que la mente se expande y enaltece, hasta el punto de poder cantar o casi improvisar unos versos al creador. Cualquier día me toman por loco al escucharme cualquiera cantar al creador por en medio de los olivos. Pero así soy. La vivencia de Dios es muy intensa y hay que expresarla. Exteriorizar, realiza y le hace a uno sentirse bien. Además a buen seguro en esta actitud contemplativa, no puede esperarse el aplauso ni la palmada en el hombro: ¡que bien lo haces todo!. No, estoy solo. Con mi fiel vela y Dios que por su Espíritu invade cada poro de mi piel.
Hoy ha sido un excelente día de Domingo. Día se proponerse comenzar cualquier cosa desde atrás, desde el lugar de los últimos y los desheredados.
Con el último verso leído me despido esta noche. Con un deseo de que quienes lean estos versos, pudieran experimentar la dicha contemplativa de emocionarse y sentir que sus entrañas se estremecen con “El testamento del pájaro solitario”, de Martín Descalzo.
Laus Deo.

Yo que hablé tanto, tanto, tanto y tanto,
que siempre fui un charlatán del viento,
un mayorista de palabras, siento
que no me queda voz para tu canto.

Y hoy que, temblando, mi canción levanto,
se quiebra en mi garganta el sentimiento
y ya más que canción es un lamento,
y ya más que lamento es sólo un llanto.

Adelgázame, Amor, mi voz ahora,
déjala ser silencio, llama pura,
río de monte, soledad sonora,
álamo respirando en la espesura.
Déjame ser un pájaro que llora
por no saber cantar tanta hermosura.