CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 22 de agosto de 2012

LA ORACIÓN II. 2. LA EXPERIENCIA DE DIOS 2.1 JESÚS Y SU RELACIÓN CON EL PADRE


2. La experiencia de Dios

2.1 Jesús y su relación con el Padre

Los evangelios atestiguas que Jesús hablaba Con frecuencia de Dios, y que hablaba mucho con Dios. Sea como sea el entendimiento real que cada uno tenga de Dios, Jesús igualmente tuvo la suya y por ello, al tener una conciencia clara sobre la exigencia de este –Dios, la relación de Jesús con Dios fue muy estrecha, muy íntima y muy singular. 

Esta estrecha relación de Jesús con Dios, nos dice bastante sobre cada uno de los dos. Si la enseñanza de Jesús es obra directa de Dios, en Jesús advertimos, como primigenia enseñanza, que es preciso –desde el judaísmo- modificar profundamente el concepto de Dios, para alcanzar una experiencia real y determinada.

Como nos enseñan, en los tiempos que precedieron al nacimiento de Jesús, la idea y los sentimientos que los israelitas tenían en torno a la divinidad se habían orientado en el sentido de una progresiva exaltación de Dios que trajo consigo una serie de consecuencias importantes para la religiosidad de las personas creyentes. 

Los judíos piadosos no se acercaban a Dios, bajo ningún concepto, ni mucho menos con familiaridad. Se había producido una reacción contra la manera de hablar sobre Dios utilizando términos o expresiones tomadas del uso corriente entre los seres humanos. 

Los judíos religiosos de aquel tiempo habían colocado a Dios muy por encima de cualquier contacto personal. A Dios se le veía lejano y ausente de los problemas y vida de los humanos. Incluso se había extendido una creciente resistencia a pronunciar el nombre divino. No se sabe con certeza cuándo dejó de pronunciarse el nombre de Yahvé, pero parece ser que fue en las proximidades del siglo III antes de Cristo.

En lugar de Yahvé, se hablaba de Dios como Señor, como Dios del cielo o Rey del cielo. O simplemente como cielo o dueño y caudillo de la Jerusalén celestial…etc. Todos ellos dejan claro que, toda una serie de títulos excelsos y sublimes eran la expresión más clara de que la religiosidad de Israel se había orientado hacia en creciente respeto y una notable distancia, en detrimento de la confianza y la cercanía. 

Un Dios mirado desde esta perspectiva es un Dios que somete que mira desde lejos, que no se mezcla con el pueblo, y que mantiene así, una notable distancia y diferencia de clases. 

Así las cosas, se comprende que la presencia y las enseñanzas de Jesús sobre Dios, tal como las presentan los evangelios, tuvieron que producir sorpresa en mucha gente, entusiasmo en otros y, como es inevitable en situaciones así, rechazo y hasta escándalo en los grupos y personas más observantes y de mentalidad más conservadora. Sencillamente, en el lenguaje de Jesús sobre Dios, en aquel pueblo y en aquel momento, tuvo que ser algo así como una novedad inaudita.

Jesús, por supuesto, como autentico y privilegiado anunciador, es el que nos revela al Padre con una claridad más precisa. El juega con la ventaja de que le conoce desde su propia esencia pues es realmente consciente de que proviene de Él.

"Jn 1,1 En el principio existía aquel / que es la Palabra, / y aquel que es la Palabra / estaba con Dios y era Dios. / 1,2 Él estaba en el principio con Dios. / 1,3 Todo fue hecho por él / y sin él nada se hizo. / 1,14 Y aquel que es la Palabra / se hizo carne, / y habitó entre nosotros, / y nosotros vimos su gloria, / gloria cual de unigénito / venido del Padre, / lleno de gracia y de verdad. 1,18 A Dios nadie lo ha visto jamás; / el Hijo único, que está en el Padre, / nos lo ha dado a conocer."

Y conociéndole, experimenta desde el principio un amor maternal, ya que él mismo se siente objeto de ese amor, hasta el punto de llamar a Dios “Abba”. Desde el judaismo es imposible llamar a Dios “Abba”, padre, y designarlo así con el marcado carácter de intimidad que tiene esta palabra “Abba”. 

Esta expresión aunque parezca infantil en labios de Jesús, tiene sentido ya que no era exclusiva de los niños, sino que entraba también en el lenguaje coloquial de los adultos, al referirse al padre carnal o cabeza de familia. De ahí que la invocación de Jesús, en la forma de dirigirse a Dios, no fue radical o de dureza, sino que utiliza el “Abba”, porque le sale del corazón:

"Mc 14,36 Decía: "¡Abba, Padre!, todo te es posible; aparta de mí este cáliz, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú".

E igualmente la utiliza porque sabe que en esa palabra y en todo el significado que esta entraña, sus amigos cercanos siguiendo su ejemplo comenzarán a llamarle de esa manera y le tendrán como padre de la vida y del amor:

Gal 4,6 "Y como prueba de que sois hijos, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre!"

Rom 8,15 "Porque no recibisteis el espíritu de esclavitud para recaer de nuevo en el temor, sino que recibisteis el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abba! ¡Padre!"

Y de esta manera todas las comunidades cristianas desde su origen, llamaran a Dios “Abba”-Padre, y le tendrán como tal y convergerán con él en una relación de amor mutuo y filial.



Autor: Florencio Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Teología Cristiana.
(Este material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)