CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 12 de diciembre de 2011

UNA MESA LLENA DE COLOR

Una mesa llena de color
Entiendo que la experiencia del XXXI Congreso de Teología sobre los fundamentalismos, así como la experiencia religiosa vivida en la eucaristía de conclusión; es una alegría que me durará tanto como las bellas sensaciones vividas en mi viaje a Tierra Santa hace unos años. 

es que, aun a pesar de las eucaristías celebradas en grupo sin demasiados formulismos y protocolos establecidos, considero que la eucaristía del congreso fue algo que nos lleno tanto a los asistentes, que será difícil de olvidar. Incluso podemos afirmar, que la excepción puede confirmar la regla. ¿Qué excepción? Intentaré explicarme. 

La eucaristía del congreso teologal, no fue una eucaristía estructurada explícitamente según el misal romano. No había una jerarquía establecida, ni cabezas mitradas ni nada por el estilo. ¡Pero hubo lo esencial! 
Hubo una larga mesa con alimentos, hubo personas dispuestas en torno a la mesa, y hubo una arrebatadora presencia del Espíritu, que nos animó y movió a compartir con alegría, solidaridad y fraternidad, los manjares expuestos. Nos alumbró la palabra de Dios, como en toda reunión de los que se congregan en el nombre de Jesús. 

Y lo más hermoso, es que tomamos conciencia real del papel devastador del hombre y la mujer en el mundo –en términos generalistas-; el cual hemos decolorado tras entregárnoslo Dios en la plenitud de los tiempos, como una gran paleta de colores y diversidad de carismas a explotar. 
Cuando según se nos explicaba y se nos creaba conciencia, poco a poco y por medio de la deforestación insaciable, la brutal insolidaridad, imposiciones religiosas, la falta de derechos, la hambruna del capitalismo a costa de los desfavorecidos del planeta…etc; -digo que- todo ello ha contribuido a lograr que tengamos un mundo en blanco y negro o quizás grisáceo, donde imperan a sus anchas toda suerte de fundamentalismos opresores. 

En un bello gesto esperanzador, los presentes y cada uno de nosotros con una cinta de un color determinado, fuimos tejiendo una gran red de colores por todo el auditorio. Una vez estructurada y como los discípulos (Lc 4,5), fuimos trayendo la red de colores esperanzadores hacia el mundo en blanco y negro, y rociamos este mundo nuevamente con toda suerte de colores, signo de nuestro compromiso con la felicidad, la esperanza y el amor tolerante. 

Esta fue una bella experiencia entre otras, que nos lleno de entusiasmo en esta celebración. Pero decía antes, que en la forma –no en el fondo- no fue una eucaristía más, ni por supuesto una misa como la denominamos popularmente. 

Fue diversa, fue alegre y muy sonora, fue sensacional pues todos juntos hicimos presente al Espíritu, por medio del sentido fraternal de los que se reúnen para compartir. Es así de sencillo, así de rompedor si se quiere, pero así de esencial. Nadie se puso allí una estola –signo de poder- para determinar su estatus ni representar a los presunta y legítimamente ordenados. 

Hubo mujeres y hubo hombres en igualdad, y todos los que nos reunimos lo hacíamos en nombre de Jesús. 
¡No tu Jesús, ni mi Jesús! ¡¡JESÚS!! 

Quizás ya llegó la hora de dar forma, a la capacidad que tienen los laicos de hacer presente a Jesús en nuestras vidas, por nuestra propias posibilidades y convicciones. Es imposible que nuestra jerárquica Iglesia se afane en mantener al Espíritu Santo encerrado en el monopolio del machista ministerio del presbiterado. 

En la Lumen Gentium cap.37 se dice que: “Los laicos […] tienen derecho a recibir abundantemente de sus sagrados pastores los bienes espirituales de la Iglesia, sobre todo la Palabra de Dios y los sacramentos.” 
Y yo me atrevo a decir: -pero es que yo deseo por mi mismo acceder al conocimiento de la Palabra inspirada y llegarme a sentir en mi vida, junto a mi comunidad y las gentes que me aman, la presencia sacramental de Jesús allí donde nos reunimos en su nombre. (Mt 18,20) En definitiva, pues me estoy alargando. 

Fue posible y fue real. Nos invadió una fuerza comunitaria que llegó a emocionarnos. Hicimos nuestras las conclusiones del congreso de denostan toda suerte de fundamentalismos opresores, sean políticos, religiosos o económicos. Nos abrazamos fraternalmente como una sola criatura. 

Y sobre todo fuimos muy concientes, de que nos queda esperanza, y que de debemos trabajar para no perderla jamás, pues ella es la garante del Reino de Dios en el mundo.

Abrazos y besos desde Andalucía.