CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

sábado, 28 de julio de 2012

LA ORACIÓN I. 6 LA ORACIÓN COMO CENTRO DE LA VIDA

6. La oración como centro de la vida.

El centro de algo es lo íntimo o lo esencial del cuerpo de una cosa o un asunto. Pues, si lo específico de la oración cristiana se deduce de la esencia misma de la fe, es claro que lo más íntimo o esencial de la oración está relacionado con lo más íntimo o esencial de la fe.


Por lo tanto la autenticidad de la oración está vinculada, por su ser mismo, a la autenticidad de la fe. Por esto se comprende la importancia que tuvo la oración en la vida de Jesús, que nos dijo que:

"es necesario orar siempre y no desfallecer" (Lc 18,1);

"estad en vela, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza" (21,36).

Y lo mismo nos mandaron los Apóstoles:

"Aplicáos asiduamente a la oración" (Rm 12,12)

"perseverad constantemente en la oración" (Col 3,2)

"noche y día" (1Tes 3,10).



La carta a los Hebreos dice que Jesús es (literalmente), “el jefe de fila de la fe / archegos tes pisteos” (Heb 12,2). Esta expresión rara y atrevida nos viene a decir que Jesús fue el primero de los creyentes. Más aun, el texto añade que también fue el “consumador / teleiotés” de esa fe, es decir, no solo el que dio comienzo y fundamentó la fe, sino que además la llevó hasta el culmen de su perfección. Dicho de otro modo, Jesús fue el modelo cabal y perfecto de creyente en Dios, el hombre de fe ideal. Por ello según el texto de Hebreos 12,3:

“Pensad, pues, continuamente en aquel que soportó tan grande contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis perdiendo el ánimo.”

Ahora bien, una fe que empuja a hacer eso, o es una fuerza que trastorna a las personas o es el impulsó que brota de una mística cuya expresión más característica es precisamente la oración.

Si el Jesús nos manda orar siempre, ello significa que quiere orar en nosotros siempre, por la acción de su Espíritu. Por tanto, en la medida en que no oramos y que vivimos olvidados de Dios, en esa medida estamos resistiendo al Espíritu de Jesús, porque descuidamos la fe que se nos ha dado.

Pues bien ¿cómo podremos orar siempre?
Muchas prácticas privadas de tradición o no, nos ayudarán a ello: la escucha detenida de la Palabra, la atención a la presencia de Dios, la ofrenda reiterada de nuestras obras, las súplicas frecuentes ocasionadas por las mismas circunstancias de la vida, la petición de perdón con ocasión de las muchas ocasiones en que nos apartamos de su mirada, las alabanzas y acciones de gracias "siempre y en todo lugar"... Siempre y en todo lugar tenemos que avivar la llama de la oración continua.




Autor: Florencio Salvador Díaz Fernández.

Estudiante de Teología Cristiana.


(Este material puede ser difundido o utilizado, indicando su autoría y procedencia)