ARRIESGARSE AL CAMBIO. Domingo XVIII Tiempo Ordinario, B.
Si las lecturas de este domingo tuviéramos
que sintetizarlas en un titular, bien pudiera ser el del comienzo, “Arriesgarse
al cambio”.
En Éxodo (16,2-4.12-15) se nos habla sobre todo de seguridad, pues
Israel por mucho que amara a Dios en la penuria se acuerda del Egipto de la
esclavitud aunque saciados de alimento. El Salmo 77 nos da la clave de la vida
del creyente: “Nuestra hartura es el Señor”. Efesios (4,17.20-24) nos anima a
tener una conciencia plena y lucida para arriesgarnos al cambio. Y el Evangelio
(Juan 6,24-35) nos da la clave para seguir a Jesús, ser personas de la Verdad.
Se
nos habla de pan como alimento, pero no debemos perder de vista que aquí el
evangelista introduce pan como norma que es alimento de vida. Es importante
saber cómo tenemos que vivir, y para ello lo primero que tenemos que ser es
conscientes de nuestro “YO”, nuestra propia realidad.
Esa realidad es la que
tenemos que iluminar con la Luz de las escrituras y dejarnos fascinar por Dios.
Relativizando todo aquello que pueda ralentizar nuestra progresión a los ojos
de Dios. ¡Cuidado! Los ojos de Dios no son precisamente los ojos de aquellos
que pueden considerarse con autoridad para hablar en nombre de Dios.
Los ojos
de Dios –principalmente- es tu propia conciencia que desde el Evangelio te juzga,
te anima a la conversión o te satisface por el deber cumplido. Eso y solo eso,
desde la posibilidad de hacer comunidad y llegarse a la corrección fraterna si
fuera posible. Arriesgarse al cambio es lanzarse al camino y dejar que sea Dios
el que nos hable, aunque como Moisés nos consideremos malos interlocutores.
Arriesgarse
al cambio es relativizar el aparato eclesiástico –si fuera necesario- cuando
este sea piedra en el camino y no acogida fraterna y liberación. Arriesgarse al
cambio es sentir la fascinación de hacer la Presencia de Jesús entre nosotros,
amigos, conocidos, la naturaleza, el trabajo social, la lucha por las
conquistas sociales, el abrazo, la sonrisa…etc.; y tener en cuenta siempre
siempre, que Jesús nos espera en la vida y solo en la vida.
En la vida tuya y
en la de aquel o aquella. Esa vida que Dios nos dio por amor al hombre y a la
mujer de cada tiempo. Una vida en la que puede merecer la pena arriesgarse al
cambio. Jesús se arriesgó. Feliz domingo.
Floren