CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 25 de noviembre de 2013

NO ES UN DÍA CUALQUIERA… 25 DE NOVIEMBRE Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

ECLESALIA, 25/11/13.- «Libre te quiero, como arroyo que brinca de peña en peña. Pero no mía. Grande te quiero, como monte preñado de primavera. Pero no mía. Buena te quiero, como pan que no sabe su masa buena. 

Pero no mía. Alta te quiero, como chopo que en el cielo se despereza. Pero no mía. Blanca te quiero, como flor de azahares sobre la tierra. Pero no mía». García Calvo, en este poema, refleja como nadie el buen querer, ese querer que necesariamente se ha de vivir en y desde la libertad, construyendo relaciones igualitarias, lejos de toda opresión y violencia.
No puede ser de otra forma, es imposible mirar hacia otro lado; libertad frente a dominación, rebeldía frente a sumisión, autonomía frente a dependencia, valor frente a miedo, ruido frente a silencio, denuncia frente a encubrimiento; Hay que prevenir, educar, y la Iglesia debe estar a la altura y ser agente de cambio, visualizadora, implacable, contundente, garante. No hay resquicios, ni atajos, ni rendijas; No, No, No a la violencia ejercida contra las mujeres, en ningún escenario, en ningún contexto, bajo ninguna circunstancia.
Iguales ante la ley, iguales a la luz de la Palabra, sin hacer la menor concesión al que maltrata, al que asesina, al que justifica «Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivo de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser superada y eliminada por ser contraria al plan de Dios»
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

domingo, 24 de noviembre de 2013

¿Y SI NO SE ACUERDAN DE NOSOTROS? Reflexión sobre la Coordinación de la Solidaridad Colectiva en la Fiesta de Cristo Rey

¿Y si no se acuerdan de nosotros?

La perpetuidad, es el gran dilema que el ser humano no supera, ni superará jamás. Y en ocasiones nos afanamos en la omnisciencia -el Señor nos libre-, pues bastante tenemos con nuestro presente inmediato, como para pretender ser conocedores de todas y cada una de las realidades. 

Llego a esta reflexión de la mano del evangelio dominical de este domingo, en el que los cristianos celebramos a Cristo Rey. ¡Cuidado con lo que celebramos, la Realeza de Cristo! Es una fiesta importante por muchas cosas, y una de ellas es porque expira el año litúrgico que guía la vida cristiana y sus efemérides, y comienza un año nuevo litúrgico, que con su letra “A”, nos adentrará en la vida de Jesús de la mano del evangelista Mateo. Situaros por un momento. Tres hombres crucificados, sin demasiadas ganas de hablar pues están destrozados y descoyuntados. Aun así, el evangelista pone en boca de Jesús y de este buen ladrón, un diálogo que bien puede ser la clave de todos aquellos, que en algún momento de nuestra vida nos hemos querido comer el mundo. “Pero el otro (el buen ladrón) […] añadió: –Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le contestó: –Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23, 35-43) Este evangelio nos habla de seguridades, y nos puede sonar a esperanza, pues todos, no solo deseamos tener un buen abogado llegado el último momento, sino que deseamos ser recordados hasta por el acto más mínimo que hayamos hecho. Pero, ¿y si no se acuerdan de nosotros en el cielo? Menudo problema tenemos entonces. Aquí incluso podemos hablar o casi explayarnos sobre la salvación, su economía –que también la tiene aunque no monetaria- y el más allá. Como cristiano pragmático, no me preocupo demasiado de si el Señor se acordará de mí; casi que es cuestión suya. Más bien voy a la reflexión, que causa en el ser humano el desaforado intento por ser, estar, hacer, dominar, batallar, hablar, labrar nuestra propia parcela de reino de Dios…etc. Siempre en pro de algo, que acaba formando parte de un pequeño y particular sistema de adulación y posible descarado orgullo. Aunque sea en favor de los necesitados, pero ese es el vehículo que utilizamos incluso. Y para terminar, me centro en algo concreto sobre lo que deseo opinar al uso del tema y la colectividad por la que apuesto. Hace unos días, una persona conocida se refirió a la posibilidad de fundar él mismo con ayuda de otras personas, una iniciativa en pro de las necesidades básicas que acucian ciertos sectores de la población de Estepa. Siento esta iniciativa encomiable y dando mi ánimo a tal proyecto, opiné al respecto, que considero copada la existencia de movimientos determinados, dígase: -hermandades (operación kilo), amigos del pueblo Saharawi, ONGs como Cáritas, Cruz Roja, Manos Unidas, actuaciones particulares, comunidades religiosas, servicios sociales…etc. Cada una de estas iniciativas representa una labor encomiable y digna de reconocimiento, pues trabajan para que la vida de las personas sea todo lo digna posible, en condiciones optimas de salud y bienestar. Lo que quiero decir con toda la cautela posible para no ser malinterpretado, es que todos reconocemos cual es el fin de estas actuaciones, las personas. Y siendo así, creo que lo que autenticamente necesita nuestro pueblo, al igual que otras poblaciones cuyo caso conozco; es realizar una gran labor de coordinación, para todas juntas y desde las posibilidades de cada una de las iniciativas, establecer un punto estratégico de atención humanitaria. Es por ello, por lo que admito que la diáspora, la dispersión de actuaciones es grande y ello lleva consigo el que se ofrezca igual ayuda en algunos sitios, y no se cubran necesidades básicas en otros. Esto es solo una opinión aventurada, pues no conozco en profundidad todos los movimientos; pero creo sinceramente que si el fin de todos ellos es la persona humana y necesitada, se podría trabajar codo con codo, aunando esfuerzos y realizando una buena y gran tarea de coordinación de la solidaridad. Admito que sería inestimable ayuda del ayuntamiento de Estepa, que desde mi criterio debiera de tener la iniciativa al respecto. Volviendo a la gran coordinación de la solidaridad, entended el planteamiento que hago al comienzo. Todos los que colaboramos en alguno de esos movimientos u ONGs solidarios, tendríamos que renunciar a un poco de protagonismo. Tendríamos que hacer fiestas y festivales para colaborar con esa gran coordinación solidaria y no concentrar los actos en proyectos aislados –aunque necesarios-. Así todos saldrían beneficiados y sería dignificada la persona, aun más. 

Es algo complejo, pues nos gustan las batallitas de por libre y sobre todo que se nos reconozcan las cosas para luego decir todo lo que hemos hecho. Y está bien. Yo mismo he manifestado en más de una ocasión, que todos debiéramos decir lo que aportamos o trabajamos en pro de los demás, aunque sea por testimonio y sin perder el norte y el sentido de comunidad y colectividad que compartimos como humanos. Pues si el fundamento de todas estas actuaciones son la persona, debemos tener claro –sobre todo los cristianos-, que no existe realidad sobrenatural ni vida eterna, sino existió humanidad en nuestra vida y en nuestra tierra. Aun recuerdo las palabras que el viñetista cristiano Cortés, pone en boca de Dios en una de sus caricaturas: “-mientras siga habiendo viejos que buscan en la basura para poder comer, no quiero ni vuestros templos, ni vuestras misas, ni vuestros rezos”. ¿Seremos capaces de poner la persona humana, por delante de nuestros colores, proyectos e ideologías? ¡Al rincón de pensar! 

viernes, 22 de noviembre de 2013

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - ACUÉRDATE DE MÍ

Fiesta de Cristo Rey (C) Lucas 23, 35-43
ACUÉRDATE DE MÍ
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno. 

Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?
De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús los escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia. 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia)

martes, 19 de noviembre de 2013

LA DEFENSA DE UN IDEAL

La defensa de un ideal
“El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué  se vive” (Fiodor Dostoievski). Ayer me envió un amigo, un pequeño texto a modo de proverbio, en el cual se apreciaba la enseñanza de la libertad contra la resignación. 
Casi que resulta fácil imaginarse a ese elefante gigantón, que no hace nada por arrancar la estaca a la que está amarrado, aunque esta solo esté hincada superficialmente. Esa esclavitud forma parte de su vida, y el animal la acepta pues forma parte de su realidad y vida resignada. 

Al uso de la palabra resignación, recuerdo una conversación con una señora minusválida, que admitía conmigo que lo último es resignarse. Bien por ella, y por tantas personas que luchan en la vida, simplemente por ser ellas mismas y superar las dificultades. Personas integras y de bien. 
Yo he vivido la censura de la libertad en la sociedad. Aun recuerdo al compañero Alfonso Guerra, hablar de la dureza dictatorial del franquismo y como era cuestionable el dar un beso a la novia en público. Comprenda usted, que para muchos que deseaban vivir libremente su sexualidad, esa libertad ha sido real hace unos años, y muchas de esas personas, no habrán logrado superar la barrera del “qué dirán”. 
Lo cierto y verdadero es que hay verdades en la vida, absolutamente incuestionables, y una de ellas es la necesidad de ser libres. Nunca me ha gustado que me marquen el camino, ni que “sobredirijan” mis pasos, ni que piensen por mí. Siempre supe por mis padres que Dios es amor, tanto si tu piel es blanca como si es verde y crees en Él; y que este mismo Dios nos hizo libres y dignos. 
Siempre intenté hacer valer mi condición de persona digna, y por ello me es tan preciada la libertad. El reconocimiento personal de mi vida y de mi ideal, lo encontré en dos ideologías que tienen concepciones muy parecidas de la realidad actual; el cristianismo y el socialismo. No son antagónicas, pues se fundamentan básicamente en la atención y el servicio a lo público –laico relativo a pueblo- y los desfavorecidos, sin preguntarles a estos quienes son o si son productivos o rentables. 
Y es la defensa de estos ideales la que hoy por hoy colma mi ilusión, a sabiendas de que ambos caminos representan una continua progresión en la vida. Y sobre todo una actuación propia y comunitaria, que tiene que proyectarse en la vida de los otros, y que son los auténticos destinatarios de estos ideales y políticas. Suelo manifestar estas vivencias con una inusitada pasión, que en ocasiones me lleva a un ímpetu desaforado a la hora de escribir. 
Reconozco que este concepto de libertad a la hora de escribir, llevado por un impulso pasional de estos ideales, en ocasiones ha molestado a algunas personas. Sinceramente lo siento, pues mi intención no es molestar a nadie. Soy una persona que hoy por hoy solo aspira -siendo un currante que administra sus silencios-, a dar un testimonio más o menos contundente de lo que yo considero que es la autentica vivencia de los ideales que confieso. Y uno de esos ideales es el socialista. 
Admito que lo soy por convicción, ya que mi situación laboral no está sujeta al partido. Ser socialista para muchos conlleva el etiquetarte, con tal o cual líder de un tiempo determinado que hizo bien o mal, tal o cual cosa. Yo pido por favor, que no se me compare con los socialistas buenos ni con los socialistas malos; sino que se me compare con aquellas personas que se afanaron –con sus luces y sus sombras- en la vivencia de la socialdemocracia, como eje central de la existencia y el progreso de la humanidad y de nuestra sociedad, siendo libres y plurales. 
Y de esos socialistas que se afanan en vivir el ideal y defendedlo, hay muchas mujeres y hombres, con los que me enorgullezco en la actualidad de compartir el camino de este ideal político. Acabamos de dejar atrás la Conferencia Política del PSOE a nivel nacional, y en mi mente resuenan frases maravillosas junto a los textos de las ponencias a las que he dado lectura. 
“El Partido no es nuestro, es de los militantes y de los ciudadanos, que tienen nuestros valores y principios. El Partido es un instrumento para que los ciudadanos hagan realidad esos valores y esos principios” (Alfredo Pérez Rubalcaba). Y muchas otras declaraciones de intenciones en las que resuenan palabras tan maravillosas como PLURALIDAD, APERTURA, TRANSPARENCIA, REDES SOCIALES, MILITANCIA, PARTICIPACIÓN, JUVENTUD, LIBERTAD –que se da por hecho-…etc. 
Pensando en mi agrupación local, casi se me ocurre decir aquello de: ¿qué hay de lo mío? Tenemos que hacer PSOE. Debemos de hacer PSOE. Y no lo haremos estando separados. Dice la frase hecha que: “es más lo que nos une que lo que nos separa”. Tristemente admito que en mi PSOE de Estepa, lo que nos separa dista más que lo que nos puede unir. No se aprecia voluntad para evitar la diáspora. 

Y ese desgarro además de estar presente, solo necesita de un tirón más por ambas partes para que la ruptura sea total. En estos tiempos difíciles ideológicamente hablando, y en los cuales cunde el desanimo de los ciudadanos en la clase política, a todos los que gustamos la política se nos pide altura de miras y sentido de partido, para aunar esfuerzos en ser dignos del ideal que defendemos, en primer lugar desde nuestras filas. Oigamos a la gente. 
Atendamos a los mensajes electorales que dan las urnas, sobre todo las de 2011. Y no bromeemos con teorías de bandos y trincheras, pues en estas lides solo puede haber un perdedor, el PSOE de Estepa. Y si pierde el PSOE, quiero entender que perdemos todos, pues se ralentiza el progreso, lo público y la continua ampliación de derechos. Solo una cosa merece la pena, la gente. ¿Entenderemos esto? 
Cautela.

Florencio Salvador Díaz Fernández.
Militante del PSOE, Agrupación Local de Estepa.

jueves, 14 de noviembre de 2013

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - TIEMPOS DE CRISIS

33 Tiempo ordinario (C) Lucas 21, 5-19
TIEMPOS DE CRISIS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos. 
Pintura destrucción Templo Jerusalén
Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis “tendréis ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Llevamos ya cinco años sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?
Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos...) ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana...? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente. 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

viernes, 8 de noviembre de 2013

AFERRARNOS A LA PRESENCIA - Reflexión en el mes de los difuntos

Aferrarnos a la “Presencia”
Cuando escribo estas letras es día y mes de difuntos, y acabo de regresar de un largo paseo por el monte. Pienso en lo fútil que llega a ser la vida, y en la necesidad de exprimirla al máximo. “Carpe diem”, aprovecha el momento que dijeran los universitarios en otras épocas. Esta expresión cobra hoy un sentido muy particular en mi pequeña ciudad, pues un joven de veintidós años ha fallecido en un accidente de tráfico. 

Su familia le recordará siempre, como cada cual recuerda a aquellos antepasados que nos precedieron en la vida y que ya no viven para este mundo. Paralelo a este pensamiento, me impresiona la variabilidad de tradiciones respecto del día de los difuntos, y como se rinde culto con alegría y generosidad, a los muertos en muchas partes del mundo. Nosotros estamos en otra onda. La generalidad nos enseña que, se llora a los muertos, e incluso en muchos casos se niegan las personas a que el dolor se mitigue, y se dé paso a otra perspectiva distinta. ¿Masoquismo? Sí, quizás también un poco, sobre todo lo detecto en aquellas muertes causadas por la lacra del terrorismo y otras calamidades similares. De ninguna manera admito que no sea reconocido su dolor, eso es otro tema. En cualquier caso, es la “Ausencia” de aquel ser la que nos llena de congoja, nos entristece y nos lleva a evocar con añoranza tiempos pasados. Quien escribe, tiene una ausencia muy reciente. Una ausencia que aun lloro, y por la que siento una gran tristeza. Mi abuelo Salvador. Recordándolo hoy de manera especial, he marchado al monte “Hacho”, aquí en La Salada, y he caminado por el mismo camino por el que lo hicimos los dos junto a mis perros, durante muchos años. El se quedaba embelesado con la naturaleza y con el medio que nos rodea. Admirábamos la maravilla de la tecnología, viendo el AVE pasar por la campiña en lontananza…etc. Llegados a un lugar en el que nace el tomillo, arrancábamos unos tallitos de tomillo fresco, y tras refregárnoslo por las manos lo respirábamos hasta que nos dolía la nariz, y nos llenábamos de la frescura del tomillo y de la grandeza de la madre naturaleza. No voy a decir la palabra “casi”, porque le sentí allí. Fue un momento se sentimientos encontrados, pero llegué a preguntarme a mí mismo, el porqué nos aferramos a la “Ausencia” y no la dejamos de lado, para aferrarnos a la “Presencia”. Si la “Presencia”. El sentido de estar, de ese ser ausente que ya no vive físicamente en nuestro mundo, pero que vive en otra dimensión relativa al Espíritu. Y cuando digo Espíritu lo digo con mayúsculas, pues no me refiero al alma particular de la persona, que exhala al morir y cuyo peso los científicos estiman en unos veintidós gramos. Me refiero al Espíritu de Dios, a la esencia misma de la vida. Me refiero al gran olvidado y al gran manipulado por las grandes variantes del cristianismo, católico y ortodoxo. Ambas creencias, lo dejan siempre en tercer lugar, aun cuando luego le conceden una significación principal, al considerar estas religiones que este Espíritu de Dios puede subir o bajar, como facultad explicita de los presbíteros al imponer las manos. Una autentica burla y una pobreza teológica, que pretende reducir la acción del Espíritu al uso de los sacerdotes, llevándolo a la manipulación sobre la comunidad de los creyentes, que poseen este mismo Espíritu desde el momento de su bautismo –y su nacimiento-, y que al mismo Espíritu convocan por el propio sentido de la comunidad. El Espíritu es la propia vida. Profundizar en Él, es hacer un viaje al interior de la persona y en cada una de sus dimensiones, tanto material como inmaterial. 

Por ello, cabe aquí solicitar al lector la experiencia de realizar la “Presencia”, desde el recuerdo de aquel ser querido que –decimos- se marchó a la casa del Padre, o que dejó la materia física, la carne, para existir desde la dimensión espiritual e inmaterial de la “Presencia”. Espíritu en hebreo es “Ruah” y el griego es “Pneuma”, por ello el concepto de Pneumatología relativo al estudio del Espíritu. Ambos términos no son oposiciones a la vida como tal, sino que aluden a la sustancia viva que esta presente en todas las cosas. En la biblia, “Ruah” (Espíritu) es relativo a la animación de un cuerpo, teniendo en cuenta que no se opone a cuerpo aunque si a carne. Por ello podemos admitir que una de la dimensiones esenciales de la persona humana, la revitalizamos y animamos por medio de la presencia. Es por ello, que estando en el mes de los difuntos, debiéramos de aferrarnos a la presencia porque esta nos puede llevar a afrontar las ausencias de manera esperanzada y quizás incluso animosa. Aferrarnos a la presencia, fundamentalmente de aquellos que se fueron de nuestra vida, pero que no dejaron de existir. Es importante que revitalicemos su existencia en nosotros, en la vivencia real de nuestros corazones, llevando a cabo –por ejemplo- aquellas acciones que para ellos eran sagradas. Desarrollando los valores propios que les hicieron ser queridos, apreciados y estimados –a modo de memorial-. Debemos tener una conciencia clara, de que en el ciclo de la vida donde Dios habita por medio de su Espíritu; estos ausentes habitan y permanecen junto a nosotros, siendo vida desde cada partícula de la vida. En los otros, que nos llaman al servicio cristiano, en las relaciones fraternas donde podemos ser reflejo de los que nos precedieron; en la naturaleza con cuyo ciclo vital contribuimos y al de debemos respetar. Si nos centramos en la ausencia, desplegamos con énfasis el sentido de orgullo y de pertenencia. Si nos aferramos a la presencia, es que entendemos el proceso humano y vital, y deseamos contribuir con solicitud, desprendimiento y generosidad.

Florencio Salvador Díaz Fernández.

Bachiller en Teología Cristiana.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - DECISIÓN DE CADA UNO

32 Tiempo ordinario (C) Lucas 20, 27-38
DECISIÓN DE CADA UNO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, sAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 06/11/13.- Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos. 

Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos”.
Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.
El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.
Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida? Al final de todos los caminos, en el fondo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?
La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.
Esta respuesta es decisión de cada uno. ¿Quiero borrar de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte como una falsa ilusión que no nos ayuda a vivir? ¿Quiero permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontraremos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora? 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

sábado, 2 de noviembre de 2013

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - PARA JESÚS NO HAY CASOS PERDIDOS

31 Tiempo ordinario (C) Lucas, 19 1-10
PARA JESÚS NO HAY CASOS PERDIDOS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

Jesús alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción irresistible del dinero. El deseo insaciable de bienestar material puede echar a perder la vida de una persona. No hace falta ser muy rico. Quien vive esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús, “donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. 

Esta visión del peligro deshumanizador del dinero no es un recurso del Profeta indignado de Galilea. Diferentes estudios analizan el poder del dinero como una fuerza ligada a pulsiones profundas de autoprotección, búsqueda de seguridad y miedo a la caducidad de nuestra existencia.
Sin embargo, para Jesús, la atracción del dinero no es una especie de enfermedad incurable. Es posible liberarse de su esclavitud y empezar una vida más sana. El rico no es “un caso perdido”. Es muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro de Jesús con un hombre rico de Jericó.
Al atravesar la ciudad, Jesús se encuentra con una escena curiosa. Un hombre de pequeña estatura ha subido a una higuera para poder verlo de cerca. No es desconocido. Se trata de un rico, poderoso “jefe de recaudadores”. Para la gente de Jericó, un ser despreciable, un recaudador corrupto y sin escrúpulos como casi todos. Para los sectores religiosos, “un pecador” sin conversión posible, excluido de toda salvación.
Sin embargo, Jesús le hace una propuesta sorprendente: “Zaqueo, baja en seguida porque tengo que alojarme en tu casa”. Jesús quiere ser acogido en su casa de pecador, en el mundo de dinero y de poder de este hombre despreciado por todos. Zaqueo bajó en seguida y lo recibió con alegría. No tiene miedo de dejar entrar en su vida al Defensor de los pobres.
Lucas no explica lo que sucedió en aquella casa. Sólo dice que el contacto con Jesús transforma radicalmente al rico Zaqueo. Su compromiso es firme. En adelante pensará en los pobres: compartirá con ellos sus bienes. Recordará también a las víctimas de las que ha abusado: les devolverá con creces lo robado. Jesús ha introducido en su vida justicia y amor solidario.
El relato concluye con unas palabras admirables de Jesús: “Hoy ha entrado la salvación en esta casa. También este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. También los ricos se pueden convertir. Con Jesús todo es posible. No lo hemos de olvidar nadie. El ha venido para buscar y salvar lo que nosotros podemos estar echando a perder. Para Jesús no hay casos perdidos. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).