CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

martes, 20 de octubre de 2015

LA DESPEDIDA DE MARISA - Día de Lucha Contra el Cáncer de Mama

La despedida de Marisa
El viento arreciaba en el espigón, ¡y de qué manera! La agencia estatal de meteorología anunció el paso de una buena tormenta y las autoridades municipales habían acordonado el paseo marítimo, para que nadie se acercara de manera irresponsable a la zona del puerto. Pero para cualquiera que pasara por la carretera adyacente, era más que visible la solitaria figura de una persona en la parte final del espigón, entre la bruma y el golpeteo de las olas. Nadie podría advertir si era un hombre o una mujer. 

De constitución delgada y casi sin pelo, esta persona estaba vestida con unos vaqueros rojos un poco desteñidos, y un anorak corto con capucha para protegerse de la ventisca. Con la mano derecha sujetaba con determinación un papel arrugado que igualmente era azotado por el viento. Su nombre era Marisa. A sus cuarenta y dos años, no estaba allí en el espigón por casualidad sino por necesidad. La necesidad imperiosa de despedirse. ¿Cuántas noches de despertares inquietos? ¿Cuántos días en los que se preguntó el porqué a ella? ¿Cuántas veces se preguntó si Víctor la seguiría amando con aquella cicatriz en el lugar del seno? Noches de hospital, tratamientos agresivos, sus padres desvelados y sin vida; la caída de sus bonitos rizos pelirrojos… y la incertidumbre de si tendría vida al día siguiente. Sus pretensiones en la vida nunca fueron notables, pues era de carácter humilde. “Con que poco te conformas hija”, le decía siempre su madre. Siempre destacó en los estudios siendo niña, cosa que demostraría en la universidad de filología hispánica. Se licenció y comenzó a trabajar en una academia de apoyo a la enseñanza donde conoció a su pareja Víctor, con el cual tuvo lo mejor de su vida, su hija Elena. Todo ese mundo casi perfecto o al menos equilibrado, se tambaleó el día en el que acudió al médico y comenzó el calvario de la lucha contra el Cáncer. Cáncer –se decía Marisa-, una palabra con la cual todo el mundo se siente solidario pero la cual hace que en tu mundo se cree un agujero negro sobre el que caben todas tus futuras expectativas acabando incluso con tus ilusiones. Sin embargo en el grupo de apoyo de la asociación aprendió a afrontar la enfermedad y a nombrar la temida palabra sin susto, Cáncer. Aprendió que si algo es vital para superar la enfermedad es hacerle frente con determinación, el tener todas las prestaciones sanitarias posibles. E imprescindible para enfermo y familiares es la humanidad de todos los que se rodean. Ningún camino es fácil en la vida –se dijo Marisa-, pero es más llevadero cuando la persona confía en sí misma y no cede a la fuerza con la que en ocasiones se presenta la enfermedad. Estando allí en aquel espigón, azotada por la brisa de las olas y calada hasta los huesos, y haciendo balance de los últimos meses; Marisa reconoció que no todo fue fruto de la casualidad. Los tratamientos que te envenenan y te curan, las enfermeras –convertidas en familia-, la oración y el apoyo Del de arriba, el cariño de la familia y la continua sonrisa de Víctor diciéndole tras el cristal del aislamiento: “te quiero, tú puedes”. Los dibujos de su hija Elena dibujando a mama sin pelo pero muy guapa leyendo bajo el manzano… y el deseo de vivir y ser feliz. Por todo lo pasado, pero sobre todo por lo que estaba por llegar, estaba allí Marisa. Tenía que despedirse. Tenía que decir adiós a aquella etapa que la hundió y de la cual resucitó. Tenía que estar allí por ella y por las que no superaron la enfermedad pero dejaron un reguero de amor y de testimonio imborrable. Cuando creyó llegado el momento de decir adiós levantó el brazo y soltó el papel que tenía en la mano. Era el documento donde el hospital le comunicaba hace siete meses su diagnostico fatal. El documento voló azotado por el viento y cayó al agua donde las olas lo tragaron hasta el infinito. De su bolsillo vaquero saco poco a poco un pañuelo rosa de vivos colores. Lo sujetó con ambas manos y lo besó con lágrimas en los ojos. Ese fue su colorido pelo durante semanas; pero demasiado doloroso para conservarlo. Lo dejó volar y emprendió el vuelo. Ella contemplo ensimismada como el trozo de tela colorida subía y subía hasta el cielo, donde comenzó a confundirse entre la ventisca que caía. Cuando se perdió de vista le vinieron a la mente dos personas que conformaban los cimientos de su existencia, Víctor y Elena. Le esperaban, y ella no estaba dispuesta a perderse ni un minuto más de sus vidas. Empapada y con una tímida sonrisa en los labios emprendió el camino, de regreso a casa.


Con un día de retraso, dedico este relato a todas las mujeres del mundo, enfermas y sanas, esperanzadas y sin esperanza. Permita Dios, la vida, la medicina y la humanidad; que todo colabore y favorezca la extinción de esta tremenda enfermedad y su superación. He tenido la oportunidad de ver este año el Cáncer –sea el que sea- de cerca en la vida de unos amigos, de ver el desgaste que causa en el ser humano; he sonreído y he llorado y os aseguro que todo es más llevadero cuando uno se implica, se hace vida y compañía desde la amistad.

Un beso a todas las mujeres del mundo, Octubre Mes de la Lucha contra el Cáncer de Mama. Año 2015. atte. Floren.