CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 27 de junio de 2014

EL CORPUS EN EL SIGLO XXI

El “CORPUS” en el siglo XXI
La fiesta del Corpus Christi se celebró por vez primera en la ciudad de Lieja en el año 1246. Luego sería el papa Urbano IV el que la constituiría como solemnidad en el orbe católico en el año 1264. Y su creación no deja de ser paradójica, en cuanto que allá por el siglo VIII se quiso realzar y ensalzar el misterio eucarístico, cuando se le había cerrado al pueblo las puertas a este mismo misterio; por medio de la misa en silencio y de espaldas al pueblo, en lengua extranjera y un ritual cerrado en el cual las personas solo acuden y –si acaso- contestan. 

Estamos casi en las mismas hoy por hoy. La misa es una cosa y puede que en ocasiones esté exenta de misterio eucarístico. Sí, porque cuando se establece un ritual cerrado, un ritual denso solemne y solo para unos pocos que puede que lo entiendan; se encarece la significación de la Eucaristía que Jesús nos enseñó a celebrar, en la cual prima la actitud de servicio y el compartir, por encima de todas las cosas. Yo celebro la eucaristía en cuanto que asisto a ella junto a la comunidad cristiana, y reconozco en ese trozo de pan fino y blanco la Presencia de Jesucristo, al igual que reconozco la misma Presencia en cualquier alimento que es vivido y compartido en su Nombre y entre Hermanos. En actitud de servicio de entrega, se sinceridad y autenticidad. “La Eucaristía es la fuente y cima de toda la evangelización” (Presbyterorum Ordinis - Vaticano II. 7-12-1965). Hoy por hoy, considero que esta máxima es cierta pero incompleta si se mira desde el prisma eclesial. La eucaristía es fuente y puede ser cima y cumbre, pero tal y como la tenemos enfocada en nuestros días es absolutamente inservible para la nueva evangelización. Una evangelización cuya esperanza radica en los jóvenes, en aquellos que tienen el mundo en sus manos y que están ávidos de enseñanzas, de principios y de liderazgo. ¿Cómo es posible que la Iglesia en cada una de sus parroquias –y siento generalizar-, no consiga revitalizar el rostro de Jesús de Nazaret y lo haga atrayente a los ojos de todas las personas, como por ejemplo hace el papa Francisco? Para ello sería muy necesario la tan deseada por algunos descentralización de las parroquias y la diversificación en cuanto a las responsabilidades pastorales entre el pastor y los agentes de pastoral y los laicos. Y creedme que se de lo que hablo. Las parroquias están muy necesitadas de democracia, sí. No tiene porqué ser esto un término o principio ajeno a la iglesia, cuando se solicita por activa y por pasiva sentido de comunidad, congregación, unidad…etc. Para ello, lo primero que habría que hacer es reconocer como servicio pastoral a tantas personas que ajenas a la iglesia pero con un trasfondo cristiano en muchos casos, hacen el bien sin mirar a quien y nos dan una lección de entrega y humanidad a los de misa y oración todos los días (Mc 9,40). “El apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana nunca puede faltar en la Iglesia (Proemio de la Apostolicam Actusitatem, Vaticano II. 18-11-1965). Pero hay que dejarles trabajar, hay que dejar terreno de actuación, y sobre todo hay que saber acercar la eucaristía a las personas. Pero no haciendo una procesión cada vez más pomposa -y vive Dios que me refiero a la generalidad-, que era útil hace 800 años y cuyo misterio y esencia hoy es absolutamente desconocido para la mayoría del pueblo. Por cierto, no me gusta hablar de misterio respecto de lo indescifrable cuando hablo de eucaristía. Yo la considero un misterio, pero un misterio a descifrar a desvelar. Porque no hay eucaristía sin persona humana, sin humanidad. Y la Eucaristía tiene tantas facetas y posibilidades de relevarles y mostrarse maravillosa, fraternal, enriquecedora, sensible, cercana…etc; tantas como personas hay en el mundo y somos muchas. Para sintetizar todo esto acabo citando al apreciado amigo José Antonio Pagola, al cual nunca le falta una pizca de razón: “la preocupación por defender y precisar la presencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, ha podido llevarnos inconscientemente a olvidar la presencia viva del Señor Resucitado en el corazón de toda la comunidad cristiana”. Si no actualizamos la eucaristía, se nos perderá entre los varales del palio de respeto. Esperemos que no ocurra y que todos colaboremos en ello. Abrazos fraternos.

Atte. Floren.