CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 4 de octubre de 2019

¿SE PODRÁ REPARAR LA IGLESIA?


Hoy es un día bonito que celebro desde la más absoluta modestia, porque Francisco de Asís me evoca tiempos pasados, amistades de gente muy querida, inquietudes vocacionales de cuanto tenia flequillo y sobre todo el amor a todas las criaturas –madre naturaleza- y el ejemplo de vida de un santo del siglo XIII que es de plena actualidad. “Francisco, repara mi iglesia”, manifestaba el santo de Asís que le dijo Cristo en una aparición en la iglesia de San Damián. Francisco sintió la necesidad de fundar un nuevo estilo de vida a través de una orden mendicante, para contrarrestar la vida disoluta y de escándalos que llevaba allá por el año 1205 la jerarquía católica. 
Este artículo lo escribo como persona creyente y cristiana que durante mucho tiempo se ha sentido en comunión con la iglesia, institución a la que respeto y por la que trabajé en los mejores años de mi juventud.
Dicho lo cual, considero que la reparación que aplicó Francisco de Asís en aquella época al encauzamiento del sentido evangélico de la vida cristiana, es de plena actualidad en unos momentos en los que la sociedad entiende que –por ejemplo- la justicia divina no está por encima de la justicia humana, y que para ser anunciadora del mensaje del Reino de Dios, reino de justicia y de paz; la Iglesia tiene que ser escrupulosamente justa, humana, pobre y debe permitir el libre ejercicio de la libertad sin ambages ni cortapisas.
Estoy convencido de que esta reparación es posible porque el pueblo de Dios -la gente corriente-, está mayoritariamente comprometida con los valores que Jesús de Nazaret explicitó en su mensaje. Pero la Iglesia ni quiere ni sabe dar oportunidades reales a la gente sencilla para que sean anunciadores del Reino de Dios en sus comunidades, pues todo se somete al “ordinis” a la jerarquía establecida al efecto y cuyo punto de partida es el ministerio del presbiterado, o sea los curas.
Algo que no ayuda en absoluto es la decepción que muchas personas tienen con el papa Francisco, pues ha realizado gestos maravillosos y de un formidable contenido humano; pero aun no ha realizado -ni realizará- ningún  cambio sustancial en la Iglesia que permita la renovación tan necesaria que convierta a la Iglesia en una comunidad efectivamente fraterna, PORQUE AUN NO LO ES. Existe acepción de personas.
Aun somos los homosexuales tachados de enfermos y se nos niega por parte del papa el acceso al orden y la consagración. Aun está esperando la mujer el acceso al ministerio de orden, y es mentira que Jesús quisiera solo hombres sacerdotes pues Jesús no quería ni hombres ni mujeres sacerdotes. Los/as divorciados/as pueden esperar sentados a que las anulaciones eclesiásticas sean fáciles, gratuitas y se les permita el acceso a los sacramentos. Los sacerdotes lo tienen complicado para casarse, aun cuando se acogen en la iglesia católica a pastores anglicanos, coptos o maronitas con sus mujeres y sus hijos.
¿Alguien entiende esto? El papa se la juega muy próximamente en el Sínodo del Amazonas. Una enorme extensión de terreno donde hay sacerdotes que necesariamente tienen que estar casados –y están fuera del orden- y donde urge la ordenación de mujeres como diaconas y sacerdotisas pienso yo, para ser lo mejor de sí mismas al servicio del evangelio.
Hay quien dice que al Papa no le dejan hacer. Pues si a usted no le dejan hacer, con la fuerza del Espíritu Santo se va usted a su casa y que entre savia nueva con fuerza suficiente para llevar a flote una barca que se le parece muy poco a aquella barca de Pedro por la que tanto cantamos: “tú, que has venido a la orilla”.
No sé la deriva que esto lleva, la verdad. Me entristece la estampida de personas que se alejan cada vez más. Me preocupa y mucho la pastoral de la obligatoriedad que se lleva a cabo a través de la centralización de las parroquias. Cunde el desaliento y personas cercanas me comentan que las hermandades y cofradías a las cuales considero en la actualidad salvavidas de la iglesia –en cuanto a la atracción de personas sobre todo jóvenes-, no están pasando por un buen momento.
¿Soy el único que  piensa que el Reino de Dios se le está escapando a la iglesia por entre los dedos? Si, lo creo. Empezando porque los valores del Reino de Dios anunciado por Jesús, no son patrimonio de nadie ni mucho menos del catolicismo. Y es una realidad incontestable el hecho de que aunque una persona no se denomine practicante de tal o cual religión, si es buena, fraterna y respetuosa en sus relaciones en el mundo, ESTÁ HACIENDO REINO DE DIOS aun sin saberlo. Y como a Dios le da igual las etiquetas, pues perfecto.
No olvidemos que aun hay por ahí individuos admitiendo que la religión verdadera es la católica, aun cuando nuestra religión es un refrito del judaísmo y este a su vez de otras culturas egipcias y mesopotámicas. Por eso Dios no es propiedad de nadie, pues tiene tantas perspectivas y nombres como personas pueblan el mundo.
Sea como fuere, ojalá atendamos todos –yo el primero- a testimonios tan formidables como el de Francisco de Asís, el cual nos llama a la vida desde las acciones humildes. Desde el servicio la entrega y el amor a la criaturas. Un coctel complicado de llevar a cabo es el sopor de vida que llevamos, pero cuya receta franciscana nos haría a todos desprendernos de lo vacio que llevamos dentro, encontrar nuestra perla deseada y vivir de una vez la vida en PAZ y BIEN.
Con mis mejores deseo en Estepa, 4 de Octubre de 2019.
Fraternalmente, Floren.