¡Haz, pues, que tu padre y tu madre se sientan felices y orgullosos!
(Proverbios 23,25)
En los años 90 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el día de hoy como DÍA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS DE EDAD.
Dice la resolución de la Naciones Unidas que “las personas mayores siempre han desempeñado un papel importante en la sociedad como líderes, cuidadores y custodios de la tradición.
Sin embargo, también son muy vulnerables, y muchos caen en la pobreza, quedan discapacitados o sufren discriminación. A medida que mejora la atención médica, la población de personas mayores está creciendo, al igual que crecen sus necesidades y, por supuesto, sus contribuciones al mundo.
El Día Internacional de las Personas de Edad es una ocasión perfecta para destacar las importantes aportaciones que nuestros mayores hacen a la sociedad y crear conciencia sobre las oportunidades y los desafíos del envejecimiento en el mundo de hoy.”
Hermosas palabras que podrán ser del conocimiento –o no- de la sociedad, pero que en ocasiones no tienen la efectividad precisa, pues es una certeza que muchos mayores son abandonados, se sienten solos o son mal cuidados.
Es cierto que somos de donde hemos venido, pero no debemos perder la perspectiva de hacia dónde vamos. Sé que este planteamiento puede ser egoísta, pues plantea la cuestión particular de que quiero que los mayores sean cuidados para ser cuidado yo cuando me llegue la hora.
Es cierto que el día de mañana nos preocupa a todos, pero no es esa la intencionalidad de quien escribe, no. Lejos de eso, no deseo perder la perspectiva de una sociedad en la que vivo y que cuida a sus mayores y hasta los venera de una manera mayoritaria. Una sociedad como la española que tiene como joya de la corona la Ley de la Dependencia, por cuya aprobación ya mereció la pena –y mucho- el gobierno del compañero Zapatero.
José Luis entendió que la protección a la mujer, la ley de Matrimonio gay y esta ley de la Dependencia, era algo que necesitaba nuestra sociedad para equipararla no solo a la moderna Europa, sino para blindar el sentido de HUMANIDAD que debe adornar a toda la comunidad que se ampara bajo unos valores, los cuales descansan sobre una sabiduría que nos ha llegado –en muchos casos- a través del esfuerzo, la enseñanza, el testimonio –en muchos casos hasta la sangre- y dedicación de muchas personas mayores que por la sana convivencia, los derechos y la cultura; de una manera notoria o callada aportaron los mejor de sí mismos al mundo.
Ojalá les devolvamos en enseñanza, en ética y moral lo mejor que ellos nos enseñaron pero multiplicado por cuatro. Esta sociedad de la que formamos parte es una sociedad que corre el riesgo de ir por la vida mirando la pantalla de un dispositivo móvil, sin atender a las demandas que el mundo pone en nuestro camino.
Los mayores deben ser nuestra prioridad, en primer lugar para llegarnos cada cual a la perfección de nosotros mismos, cuidando y atendiendo a nuestros mayores o a los mayores de otros; sin tener miedo a las arrugas, las canas o la posible senilidad.
Todos los grandes libros de la humanidad se han hecho eco de la necesaria atención a los mayores. La Biblia, Palabra de Dios. Naciones Unidas, Constitución española…etc. Demos lo mejor de nosotros, insisto. Eduquemos en ternura y enseñemos a nuestros pequeños el valor de una caricia a un anciano, antes que a darle a la tecla del móvil.
El móvil nos busca la hamburguesería, pero no nos calentará jamás el corazón ni nunca será el detonante de una caricia que inflame el alma hasta hacerlo rebosar de gozo, por el trabajo hecho y el beso dado.
Todo sea por nuestros mayores, y su dignidad.
Fraternalmente, Floren.
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[1]
Biblia de Jerusalén Libro de los Proverbios capítulo 23,25.
[1] Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la
Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia.
Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero PSOE.