"seamos merecedores de la democracia que tenemos. Debemos merecerla y por ello utilizarla"
Hace unos días estaba en una
espera para que me atendieran y como es habitual me dediqué a leer para no
perder el tiempo. Cuando leo me suelo sustraer de lo que acontece a mí
alrededor –es un defecto que tengo-, pero hubo una expresión en una conversación
cercana que llamó mi atención. Deduje que estaban hablando de las nuevas
elecciones que tendremos el 10 de noviembre próximo, porque una persona le dijo
a la otra con énfasis esa expresión de: “¡que coñazo de votar!”
La expresión en
si misma me llevó a preguntarme cuantas cosas en la vida de usted y mía, son un autentico coñazo. Un
coñazo puede ser tener quince bodas al año y que alguna de ellas sea familiar,
por aquello de estirazar el sobre.
Un coñazo puede ser tener que decir varias
veces con tinte de cabreo “queeeé….”, ante un requerimiento que no se acaba. Un
coñazo puede ser someterse a la diaria rutina -que aunque precisa-, nos hace
hacer las mismas cosas durante cada día. Un coñazo es que la tostada, siempre se
caiga por el lado de la mantequilla. Un coñazo es ir tarde al supermercado por
un producto y que esté agotado.
Un coñazo es… cualquier cosa se hacemos sin
gana.
Pero señoras y señores, votar no es un coñazo de ninguna de las maneras. Gustará
más o gustará menos en función de las expectativas que cada cual tenga sobre la
fuerza política con la que simpatiza, pero en absoluto debería –repito debería-
ser un coñazo votar. Sobre todo porque en cada elección es mucho lo que se pone
en juego. A mí particularmente me hubiera gustado que Pedro Sánchez fuera
presidente de España a todos los efectos, pero no ha sido posible.
Yo no sé de
quién es la culpa, pues Carmen Calvo dejó claro que se les pidió el gobierno
por parte de los supuestos socios de gobierno. No hablemos de culpas, sino de
responsabilidades. Lo cierto y verdadero es que en la cámara baja –Congreso de
los Diputados- lo que cuentan para aprobar leyes y presupuestos así como la
investidura, son los votos.
Y sin una mayoría absoluta o suficiente, no se
puede gobernar. Por eso vamos a votar el día diez de noviembre y meteremos el
voto en la urna, no con más ganas ni con menos pues creo que no se trata de
eso. Se trata de dignidad. La de usted y la mía. Tenemos una democracia joven,
sí. Joven pero llena de salud. Creo que si en algo somos todos los ciudadanos
iguales es en la dignidad de otorgar nuestro voto a quien nos parezca oportuno.
Pues el voto del noble significa lo mismo que el voto del que tiene poco o
nada.
Por tanto, seamos merecedores de la democracia que tenemos. Debemos merecerla
y por ello utilizarla. Ejercerla por la memoria de quienes lucharon para que
sea hoy España un país libre donde hombres y mujeres independientemente de lo
que sean, en lo que crean, estén afilados o independientemente de a quien amen,
puedan caminar por la calle sin que ello suponga un riesgo para sus vidas. Esto
me enorgullece como ciudadano.
Eso sí, me inquieta mucho las políticas de tinte
fascista que asoman mal justificadas en un patriotismo que no es patrimonio de
nadie pues España es un país que lo engloba y se construye desde cada una de
las personas que vivimos en él, incluso con el aporte de aquellos que vengan y
hagan con nosotros país y fraternidad.
¿Qué será de los derechos de las mujeres
y sus conquistas, aun cuando hay partidos que justifican absolutamente la
condición de mujer florero, que limpia y pare y da esplendor a la familia?
¿Qué
será de los trabajadores y las conquistas sociales logradas para llegar al actual
punto más alto del salario mínimo interprofesional así como de las prestaciones
y ayudas al desempleo?
¿Qué sería de toda esa España que se ve negra para
llegar a fin de mes y cuyo flotador es la paga de los abuelos?
¿Qué sería de
esa España arco iris, referencia de libertades sociales por todo el mundo y
donde la vida de los mayores y su atención están protegidas por ley?
No sé que
sería –aunque me lo imagino-, pero todo esto es mucho más importante que si la
bandera roja y gualda ondea por allí u ondea por aquí. Me quedo perplejo ante
quienes hoy se rasgan la camisa por la bandera española, siendo sus padres y
abuelos –en muchos casos- negacionistas de nuestra constitución, la libertad y
las prestaciones públicas.
Por ello creo que es importante que el día diez salgamos
todos a la calle a hacer cosas que hacemos cada domingo y que pueden ser un
coñazo. Pero ejerzamos nuestro derecho al voto por el desarrollo de nuestra
tierra. Por nuestros derechos y de quienes no pueden ejercerlos.
Por la
LIBERTAD con mayúsculas.
Por el sentido coherente y político que muchos
ignoran, pues se cambian de ideales en función del por donde ondea el viento o
los ceros de su cuenta corriente. Votemos por la España plural donde cabemos
todos, incluso aquellos con los que no compartimos ideas o creencias –religiosas
y/o territoriales- pero a los que respetamos dentro del marco constitucional.
En definitiva y como he dicho, SEAMOS MERECEDORES DE LA DEMOCRACIA. Por
nosotros y por los que vendrán.
Fraternalmente, Floren.