Ciertamente, cuando la persona que llora es querida o conocida, evidentemente afloran en nosotros unos sentimientos que pueden ser igual a la persona que llora; y hoy me han conmovido –y mucho- las lágrimas de esperanza.
Por mi trabajo de florista profesional estoy acostumbrado a estar con difuntos, verlos, acudir al tanatorio y –de alguna manera- estar o pertenecer a ese mundo, pues tanto los vivos como los difuntos precisan de flores, gracias a Dios.
Pero no acaba de acostumbrarse uno al dolor ajeno de quienes se adolecen por la pérdida de un ser querido. Hoy como de costumbre he acudido al tanatorio a llevar unas flores a una difunta.
En este momento en el que escribo, tengo retenida en mi mente la situación vivida. Un frío ataúd de madera con una cruz en el centro. Algunas flores de la compañía, un lindo centro y una corona de flores que yo llevaba con rosas rojas y un mensaje que lo decía todo: “UN BESO ETERNO. TE QUEREMOS”. Tras colgar la corona en el soporte miré a los familiares a través del cristal del túmulo funerario y me encontré con la mirada rota de Esperanza, que por Esperanza –su madre- lloraba.
Y es que lo más duro que hay en la vida es decir adiós a un ser querido. Si es una madre, pocas cosas se le pueden comparar. En las circunstancias excepcionales en las que estamos, es aun más duro despedir a un ser querido pues incluso por responsabilidad debemos negarnos al contacto físico y las muestras de cariño de personas que queriendo a los familiares, se tienen que mantener alejados y no abrazar, ni besar ni coger de la mano.
Escribo estas palabras en nombre de mi tía Mari Carmen Díaz, la cual a través de la vida, campañas de mantecados y diversos momentos vividos; siempre ha mantenido una estrecha amistad con Esperanza, la hija de Esperanza cuyo entierro ha tenido hoy lugar.
Hoy he visto el pesar de las dos, cada cual en su lugar y puedo decir que aunque las personas no nos veamos ni nos toquemos, hay una magia especial que nos hace estar unidos; a través de la oración, del amor o del sentimiento profundo y sincero de la amistad.
Ojalá, Esperanza, Dios nuestro Señor te ayude a mitigar el dolor por la pérdida de tu madre. Ojalá te recompense la vida –junto a tu familia-, por haber podido superar la dureza de la ancianidad de una madre, la disparidad de caracteres y las complicaciones que conlleva la avanzada edad.
Ojalá recobres la paz y tus lágrimas se tornen en alegría de saberla querida junto a vuestro padre. Ojalá puedas descansar tranquila, hasta el punto de sentir en tus sueños tus caricias y su amparo desde ese cielo donde están las personas que se convierten en luz.
A Esperanza que ya vive junto al Padre le deseamos paz y descanso eterno, para que vele por los suyos desde el cielo.
A Esperanza que vive junto a nosotros y a su familia, deseamos que los desvelos por su madre se tornen en recompensa en tranquilidad y reposo ante la satisfacción de la tarea cumplida. Esperanza, aunque no todo haya sido fácil, que por los besos y la ternura hacia tu madre, la vida te bendiga siempre y encuentres la dicha de la paz y la felicidad sin fin.
Eres una mujer de un porrazo y eres una amiga para siempre. Y eso vale como el oro.
Un beso enorme de tu amiga Mª Carmen Pérez. Y otro de quién escribe, Floren.
ORACIÓN POR ESPERANZA Y POR TODOS LOS QUE COMO ELLA, LLORAN A SUS SERES QUERIDOS.