CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

sábado, 12 de enero de 2013

EL LODAZAL DEL JORDÁN - BAUTISMO DE JESÚS DE NAZARET


El lodazal del Jordán

“El acontecimiento del Bautismo de Jesús. Una humanidad fundada hace dos mil años”

Florencio Salvador Díaz Fernández
Estudiante de Teología Cristiana

Siempre me ha llamado la atención este episodio histórico en la vida de Jesús, que destacan los sinópticos con no pocas variaciones. Juan como gran catequista, nos ofrecerá luego una clase magistral de la hondura del episodio en forma de diálogo. Según este, las circunstancias que se dieron y que conocemos como el Bautismo de Jesús, sucedieron entre la zona de Gálgala y “Betbarah” (Bethabara, cita Jn 1,28). 

Esta última pequeña localidad cuyo nombre significa “casa del vado”, y que cita Jueces 7,24 es relativa al juez Gedeón en la rivera del Jordán. Los sinópticos nos hablan de un acontecimiento que desencadena la ablución de Jesús. En la misma zona cercana a Jericó (En-Netele) en la Gálgala bíblica, muy frecuentada por Juan bautista. Como esenio que es, Juan frecuenta este recodo de la rivera del Jordán muy cercano a la desembocadura del mar Muerto, un lugar relacionado íntimamente con los profetas Elías y Eliseo; ya que desde allí subió Elías al cielo (2R2,11ss) y Eliseo realizó numerosos milagros (2R4-5). 

Y fue en esta precisa zona donde se realizó el acontecimiento que nos ocupa, ya que el bautista desarrolló en el parte de su actividad profética. Como hemos dicho y entendemos, Jesús realiza en el Jordán una ablución. Se sumerge en el río. Los baños rituales están presentes en la mayoría de las religiones y con idéntico significado; dejar atrás la impureza que lavan las aguas. Todos sabemos lo que los esenios cuidaban la purificación del cuerpo y sus aptitudes. 

Pero, ¿pretendía Jesús plegarse sin más a ese lavado sagrado e inaugurar el Bautismo ritual que conocemos? ¿Puede el bautismo como tal lavar los pecados? Vamos por la primera cuestión. 

Si a la percepción de la Presencia de Dios denominamos sacramento, podemos tener claro que un sacramento como expresión ritual, puede estar completamente exento de la presencia del trascendente. Y que precisamente Jesús de Nazaret fue en nuestra era, la primera persona en afirmar que ningún ritual o código establecido (Mc 7,1-7), puede estar por encima de la experiencia real de cada persona, que se predispone en variadas circunstancias a la experiencia de Dios. Entiendo que son estas cuestiones de la experiencia como el bautismo, puntos de partida desde los cuales emprender un camino nuevo o renovado como el de Zaqueo (Lc 19,1-10). 


Intentaré explicarme de otra forma. Somos muchos los que pensamos que el episodio de los discípulos de Emaus, la Transfiguración, la Ascensión del Señor, las apariciones primigenias…etc; responden todos a un mismo acontecimiento, la Resurrección de Jesús experimentado en distintas personas y de diferentes maneras. 

Por ello me atrevo a decir, que aunque Jesús se plegara a este ritual esenio o ablución sagrada como bautismo (Lc3,21-22); fue su contacto primigenio con la comunidad de los que de predisponían a creer, lo que de alguna manera desencadenó la presencia del Espíritu entre los presentes y el comienzo de la actividad pública de Jesús junto a estas personas. 

El diálogo con Juan es relevante para Jesús, pues este le confirma como enviado de Dios (Jn1,29); y como aquel que bautizaría con Espíritu Santo y Fuego. Fuego como elemento primordial para la vida y fuego como elemento que llama a la movilidad y al posicionamiento ante tal o cual actitud. Atendamos a aquellas palabras de Jesús, “he venido a traer fuego a la tierra y ojalá estuviera ya ardiendo” (Lc12,49-50). 

Por lo tanto, considero que lo más llamativo en este acontecimiento es la bajada de Jesús a la rivera del Jordán y el adentrarse en el lodazal de las aguas. Esta es, la significación teológica y la representación nata de la humanidad más pura a la que Jesús es llamado. Ante Jesús, había que dar un sí o un no. Acogerle o dejarle. 

Escuchar sus palabras y atender a su abrazo, o negarse a uno mismo y su cruda o fantástica realidad. La presencia de Jesús como tal, es ya de por sí un comienzo a emprender la ilusionante tarea del seguimiento del Nazareno aspirando a las actitudes del Reino. No quiero extenderme pues creo que esta cuestión está reflejada. 

La segunda pregunta era, ¿puede el bautismo como tal lavar los pecados?
Unas de las características de Jesús es que aun siendo una persona sin formación reconocida (Jn 7,15b), atesoraba una sabiduría que le llevó a ser un conocedor nato de la escrituras sagradas. El sabia del pasaje de Jeremías, “así te blanquees con salitre (natrón) y te des bien con lejía, se te nota la culpa en mi presencia –oráculo del Señor-“ (Jr 2,22). 

Por ello, ¿cómo entender un bautismo sin conciencia? En muchos casos, la conciencia de los llamados no es idéntica a la conducta, y esto tergiversa todo el sentido de la realidad sacramental. Se nos debe notar que somos bautizados. 

Por ello, es preciso antes que nada que la persona asuma a donde se quiere ir desde el plano vocacional. “Es importante que cada persona asuma su realidad, su YO. Y de esta manera, el YO del sujeto de estas experiencias vitales participa de manera más o menos consciente de todos los actos de la conciencia” (Joseph Ternus-Doc.Filosofía). 

Atendiendo a este planteamiento, se hace imprescindible despertar en los catecúmenos esa chispa de fuego celeste que es la conciencia –voz de Dios-, desde la realidad bautismal y humana. Aunque no es el problema de fondo, quizás debiéramos de revisar la edad apta para el bautismo en nuestra Iglesia. 

No es cuestión de formas rituales, sino de madurez personal, de coherencia e integridad. De valores. Unos valores cristiano-humanos que deben ser despertados por la voluntad de la persona y su sentido de compromiso con el mundo; y no trasponer este sentido hacia los padres planteándoselo como una obligatoriedad en el caso de la inconsciencia del recién nacido. 

Aclaro que la pastoral bautismal la considero equivocada, pues se dan cursillos a los padres cuando debieran darse a los catecúmenos en edad consciente. 

Nuestra Iglesia considera que los VALORES están en desuso en la sociedad. ¿Se fomenta en la Iglesia el desarrollo de estos, por medio de prácticas testimoniales que se fundamenten explícitamente en los evangelios y no en la dureza ocasional del magisterio eclesiástico? 

Por esta causa hemos perdido muchos hijos e hijas de buena voluntad, a los que se les ha negado un abrazo comunitario por circunstancias personales de sus vidas, y son hijos e hijas de Dios que ha perdido la Iglesia. Esto es trágico y es real, y además no es cristiano. 
Al uso de este planteamiento me pregunto, ¿cuántos bautismos olvidados hay en el mundo? Se salvaran estos al no seguir una vida sacramental. Puede que se salven, pero no por estar bautizados al mes de nacer, sino por ser personas que contribuyen al bien común, fomentan la fraternidad y la solidaridad efectiva. 
A día de hoy, considero que pueden ser estos más numerosos, que los católicos que nos denominamos practicantes. Acabo. Jesús se sumergió en el Jordán y al salir inauguro la humanidad cristiana de los que esperamos en la causa del amor. 

Entro como barro, masa moldeable en las manos del creador (Is 64,7), humano por excelencia y completamente sensible a las realidades de cada tiempo. Se prestó a ser uno más, para testimoniar con la verdad y con las obras de sus manos. 

Sus palabras, modificaron el latir de los corazones de aquellos presentes y por ello le siguieron. De aquellas aguas Jesús salió como nuevo engendro, “tú eres mi hijo yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como una nueva criatura que de forma ilusionante (con la asistencia del Espíritu Santo) fue prototipo para todos los hombres y mujeres que vendrían tras él y que llegamos hasta nuestros días. Este Jesús, aquel Jesús de hoy y de siempre, solo desea que nos enfanguemos. 

Que nos metamos en el barro, de donde procede la vida. 
Que bajemos hasta allí abajo, donde la humildad, la intransigencia o quizás la falta de higiene, hace preciso la presencia de una voz que revitalice la voz de Jesús al decir “bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). 

Cuando testimoniemos y solo entonces –a ver si nos enteramos-, ofreceremos a quien esté a nuestro lado una razón contundente para ponerse en marcha, para vivir su bautismo de fe y decir “SI” estoy dispuesto. 
A ponernos en camino, para construir junto al Espíritu de Jesús, la Cristiana Humanidad de los que nos reunimos en su nombre. Buena receta para el año de la fe. 

Paz y bien desde Estepa, en el corazón de Andalucía. Laus Deo.

(el autor autoriza la difusión, nombrando la procedencia)