A medio día y justo en el momento en el que salía de trabajar, la línea 2 del metro era algo a lo que se le temía.
Úrsula enfiló el callejón hacia la plaza y caminó hasta la boca de metro que parecía tragar con gusto a la masa de gente que se adentraba y bajaban por las escaleras mecánicas como quien cuela por el gaznate de un gigante.
Empujones, siempre a la derecha para dejar paso por la izquierda a los desesperados por la premura de la hora, ambiente cargado, mensaje de megafonía imposible de descifrar y un barullo del que tenía ganas de librarse al llegar a su piso en las afueras de la ciudad.
Se situó en la parte delantera del andén pues los trenes solían estar un poco más libres en esa parte; pero el de las 15:45 venía con tal "llenazo" que incluso pensó en esperar el siguiente."No. –Se dijo-. Hay que apretarse y llegar a casa lo antes posible que tengo que preparar la cena de navidad conmigo misma".
Así que entró como pudo en el tren, nada más abrir sus puertas. Hasta su destino tenía 14 paradas, unos 42 minutos. Lo cual era más llevadero si pudiera sentarse. Algo imposible hasta la parada quinta donde un señor con cara de "a quien se lo han hecho y no se lo han pagado", se bajó dejando libre el asiento.
Se relajó un poco en ese trayecto de tránsito entre los intestinos de la ciudad, que cada persona parecía vivir de una manera impersonal, mirando hacia abajo o hacia adelante sin hacer gesto alguno. La indiferencia total a la que nos somete la urbe, pensó Úrsula. Como el resto de viajeros cogió su teléfono móvil y al revisar sus wassaps vió que tenía un mensaje de un teléfono desconocido.627 41 56 12 7. Cuando leyó el mensaje se quedó atónita."SÉ QUE HAS SIDO TÚ".
Por instinto de supervivencia, lo primero que hizo fue mirar a las personas que viajaban en el tren. Eran muchas y quién sabe si entre ellas había un loco o una loca que le tuviera ojeriza y quisiera asustarla por algún motivo.
Se escuchaban cosas terribles todos los días entre reyertas, peleas y cosas raras, producto de la agresividad que acumulaba el mundo y la sociedad. Caramba, -se dijo- parece que se están acabando la gente buena en el mundo.
El caso es que decidió contestar al mensaje escribiendo a modo de pregunta: ¿QUIÉN ERES?
La persona del número desconocido estaba conectada y estaba contestando el mensaje.
Tardaba escribiendo. O era un mensaje largo o quizás era una persona con alguna dificultad al escribir. ¿Un señor mayor quizás? Pudo ampliar la imagen del contacto y le sorprendió ver a una señora mayor vestida de negro, permanente en el pelo y medias perlas de sarcillos, en una foto que bien pudiera ser de los años sesenta. Una mujer. Menudo misterio. Al instante llegó el nuevo mensaje. "SÉ QUE FUISTE TÚ, QUIÉN LLAMÓ POR TELÉFONO".
En ese momento sí que llegó a mosquearse Úrsula. Se puso muy nerviosa pues pareciera que alguien la estaba controlando. Pero, ¿sería esa señora mayor? ¿O quizás la imagen era del móvil de un tarado que tenía a su madre en la foto de perfil?
No pudo dejar de hacer memoria de las personas a las que había llamado últimamente por teléfono. "QUIÉN LLAMÓ POR TELÉFONO", decía el mensaje anónimo. Ayer llamé al presidente de su comunidad porque el vecino de arriba seguía sin arreglar la bañera. Hace dos días llamé a la protectora de animales donde acudía al voluntariado los fines de semana y días de fiesta, y... -pensó-, a su hermano Eduardo que vivía en Andorra no lo llamaba desde hacía al menos tres semanas.
Viendo los puntitos en el wassaps, señal de que la persona estaba escribiendo se preparó para recibir un nuevo mensaje: "SOY LA MUJER DE LA VENTANA".
Aún a pesar del barullo del metro entre conversaciones, músicas estridentes de móviles y los raíles del tren chirriando; Úrsula se quedó paralizada y todo se paró a su alrededor."SOY LA MUJER DE LA VENTANA", volvió a leer.
Efectivamente. Hace tres semanas largas de aquello. Hace tres semanas que se acabó aquella pesadilla que le quitaba el sueño, cuando escuchaba los gritos y los golpes en un piso del bloque frente al suyo, aunque dos pisos más abajo. Por lo que desde su cocina y estando aquel piso iluminado, podía ver lo que sucedía dentro. Mucho más oírlo en ocasiones en que las ventanas estaban abiertas. Solo existe una palabra para definir la situación que allí se vivía y que Úrsula escuchaba. HORROR. Un horror.
Y lo que ella no se explicaba era como nadie de la comunidad de vecinos había puesto los medios para intentar solventar aquella situación. Todos durante años escuchaban alguna que otra voz, que siendo desagradable era puntual. Pero con el paso del tiempo aquello pasó a más, pues de los graves insultos aquel monstruo pasó a los golpes.
Y fueron muchas las noches en las cuales Úrsula no conseguía conciliar el sueño escuchando los lamentos de aquella mujer clamando desde su piso a gritos: ¿PERO, QUE TE HECHO YO PARA QUE ME MALTRATES? En sus cavilaciones estaba cuando se dio cuenta que llegaba su parada. Salió del metro apresurada y caminó por las calles próximas hasta su comunidad, donde pulsando el 8-A llegó a su piso.
En cuando encendió la luz de la entrada y posteriormente la del comedor, sonó la llamada del teléfono anónimo. Miró la pantalla, preguntando si debía contestar y convenciéndose así misma de que era lo correcto. 627 41 56 12 7, figuraba en la pantalla.
Descolgó deslizando el dedo por el ícono verde.
-DÍGAME.
ÚRSULA?
SI. SOY YO.
PUEDES IRTE A LA VENTANA DE LA COCINA.
VOY.
Úrsula caminó por el pasillo hacia la cocina y se asomó por el cristal de la ventana cerrada. Afuera hacía frío. Allí estaba aquella mujer de nombre desconocido que la saludaba con la mano. Le correspondió al saludo. Mirándose ambas por la ventana, continuó la conversación.
POR FAVOR, DISCULPA QUE TE HAYA ESCRITO ASÍ DE IMPREVISTO, PERO NO SABÍA COMO DIRIGIRME A TÍ. CASI HE TENIDO QUE HACER DE ESPÍA PARA DAR CON TU TELÉFONO.
Úrsula dijo. NO SE PREOCUPE SEÑORA, PERO ¿COMO ESTÁ USTED?
MAGULLADA, respondió.
TENGO UN BRAZO CON CABESTRILLO, UN LABIO PARTIDO Y UN GRAN HEMATOMA EN LA FRENTE; PERO BIEN PORQUE ESTOY TRANQUILA.
¿CÓMO SABE USTED QUE FUI YO QUIÉN LLAMÓ AL 016?
PUES PORQUE SABÍA QUE ENTRE LOS VECINOS NADIE SE ARRIESGARÍA A QUEDAR MAL CON MI MARIDO AL DENUNCIARNOS. HAY DEMASIADO MIEDO. Y MIENTRAS LA GENTE TIENE MIEDO YO NO DEJABA DE SUFRIR. SOLÍA VERTE AHÍ, EN TU VENTANA Y CREÍA PODER SENTIR TU DOLOR Y TU IMPOTENCIA POR MÍ. ES MÁS, MIRABA A CADA MOMENTO POR LA VENTANA PORQUE SIEMPRE HE SENTIDO QUE ERAS LA ÚNICA PERSONA QUE SE PREOCUPABA POR MÍ. POR ESO, -continuó la señora hablando-, CUANDO LLEGÓ LA GUARDIA CIVIL EN MEDIO DE LA ÚLTIMA PALIZA, SUPE QUE HABÍAS SIDO TÚ.
Úrsula, preguntó. ¿COMO SE LLAMA USTED, SEÑORA?
ME LLAMO MATILDE.
MIRE MATILDE, EN PRIMER LUGAR DECIRLE QUE ME ALEGRO QUE ESTÉ USTED BIEN. EN SEGUNDO LUGAR, PUES LE AGRADEZCO SUS PALABRAS PERO CREO QUE SOLO CUMPLÍ CON MI OBLIGACIÓN. (Se hizo un gran silencio)
Matilde contestó. NO ÚRSULA, NO SOLO CUMPLISTE CON TU OBLIGACIÓN SINO QUE FUISTE HUMANA Y HERMANA. LLEVO MUCHOS AÑOS SOLA Y SIN CONOCERTE TE SENTÍA CERCA. APROVECHO PARA DECIRTE, CREO QUE VIVES SOLA Y ME GUSTARÍA QUE ESTA NOCHE COMPARTIÉRAMOS LA CENA DE NOCHE BUENA AQUÍ EN MI PISO. ASÍ QUE SI ACEPTAS MI INVITACIÓN LUEGO SEGUIMOS HABLANDO.
Úrsula aceptó de buen grado la invitación y a las nueve y media pasó de su bloque al bloque de frente. Tras llamar al timbre del piso 6-C, le abrió la puerta una mujer destrozada. Brazo en cabestrillo, labio con señales de curas de enfermería y un ojo completamente morado. En silencio Matilde la abrazó con su brazo bueno. Fue un abrazo largo, sentido y silencioso. Al mirarse a los ojos, ambas tenían lágrimas en las mejillas.
Úrsula tuvo una extraña sensación. Una sensación que llevaba años sin sentir en Navidad. La sensación de estar en casa y en familia. Matilde por su parte, sintiendo a Úrsula como algo suyo, tuvo una maravillosa sensación de paz y tranquilidad. Y ambas tuvieron el convencimiento de que aquella sería la primera de muchas navidades vividas en amor, paz y libertad. Y colorín colorado, este extenso cuento, se ha acabado.
Realizado para el IV CERTAMEN DE CUENTOS Y RELATOS NAVIDEÑOS “LA BOLA MORADA”.
Autor: Florencio Salvador Díaz Fernández.
Tal y como dije en el acto de ayer miércoles 18 de diciembre de 2024, dedico este relato a todas las personas que son valientes para amar. A quienes se aman así mismas a corra corriente de lo que nos marca la sociedad. A quienes aman sin reservas. A quienes aman bajo los conflictos y los golpes. A los amores valientes y sin armarios.
Se lo dedico a mi Sergio, el hombre al que amo y cuido y quién me ama con locura. Por cómo eres, por todo lo que nos damos. Y por todo, como solemos decir. Te quiero corazón mío. Irradiemos nuestro amor a los demás, porque es una bendición.