“Yo, el hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y
suplico, en la caridad, que es Dios, y con el deseo de besaros los pies, que os
sintáis obligados a acoger, poner por obra y guardar con humildad y amor estas
palabras y las demás de nuestro Señor Jesucristo”.
Feliz día franciscanos y franciscanas. Feliz día Papa Francisco, el Señor y el espíritu de Asís, esté con usted. Felicidades amigos y amigas que os amparáis bajo su nombre, y hoy celebráis vuestra santa onomástica. Permita Dios que se
acrecienten los hijos de Francisco, pues el mundo excepcionalmente ahora en
esta etapa, necesita ejemplos de vida y sencillez. Solo el espíritu franciscano
nos puede ayudar a humanizar y globalizar la paz y el bien.
Abrazos.
Una reflexión de hace años:
¿Su trono es la cruz?
Sí, es una de las paradojas, que hasta el final de su vida
nos planteo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y el rey del amor.
Otra pregunta recurrente, ¿qué reino?. Pues el Reino de
Jesús es universal, pero se realiza –o puede realizarse- en la historia y vida
de cada persona que puebla el mundo. (Mc 14,58)
La dinámica propia del reino de Jesús es el amor preferencial por los pobres
o desfavorecidos. Jesús formula este mensaje a través de obras humanas y de
misericordia, porque lo que para él importa de una manera primordial es el
hombre y la mujer de cada tiempo en situación de sufrimiento y opresión. (Lc
8,43)
Lo que ocurre, es que no son los pobres precisamente los que se sienten cómodos en nuestras asambleas y misas. Y sin embargo llegados a este punto, de San Francisco de Asís quizás podemos aprender el carácter excepcional de la suprema alegría, el que por tus obras y tu desprendimiento, lleguen a considerarte pobre con los pobres.
Si hay quienes creen que los que participamos en la
Eucaristía somos los privilegiados de la sociedad, son unos ignorantes, sin
ánimo de faltar. ¿Acaso se puede dejar de lado las palabras del evangelio de
hoy, en las cuales nuestro rey en paradójica circunstancia es insultado y
vejado?
Lc 23, 35-43, “Uno
de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros.».
No permitamos que la enseñanza que nos propone la liturgia
de la Palabra para este Domingo, nos pase de largo sin haberle sacado el máximo
de fruto.
Cuando salgamos de la asamblea o de nuestro momento de oración, que en tu corazón reine la misericordia, y la grandeza de saberte utilizado por Dios para hacer el bien. Siendo capaz de anunciar a Jesús de igual a igual, no considerándote heraldo ni pregonero, ¡no!
Cuando salgamos de la asamblea o de nuestro momento de oración, que en tu corazón reine la misericordia, y la grandeza de saberte utilizado por Dios para hacer el bien. Siendo capaz de anunciar a Jesús de igual a igual, no considerándote heraldo ni pregonero, ¡no!
Jesús no era de pregones. Por el contrario para llevar esta
tarea del Reino de Dios a cabo, tendrás que pedir cada día un corazón
misericordioso. Más de una vez sentirás su dureza de piedra, y puede incluso
que llegues a avergonzarte de ti mismo, al realizar obras que no dignifican a
tu prójimo. Llegado ese caso humíllate ante la persona y como David póstrate en
tierra.
¡Que tu suplica de perdón sea autentica!.
Poco a poco, milagro de Dios, ninguna persona te resultará
indiferente pues te quedará la duda de si en ella, se te está presentando Dios.