El
club de las personas tristes
Florencio
Salvador Díaz Fernández
“Evita,
por encima de cualquier circunstancia, la tristeza; que tu alegría no sea fruto
de las circunstancias favorables, sino fruto de ti mismo” (Periandro). Hace
días muy temprano, y mientras caminando leía el evangelio del día, observe con
inusitado entusiasmo todo el medio natural que me rodeaba y le juro a usted que
la emoción me embargó porque fui capaz de apreciar la maravilla de la creación
y sentirme parte de ella. No sé porque pero en ese instante me pregunté, si una
señora que conocí en una conferencia en Sevilla hace años, viviría en sus días
la alegre experiencia que en aquellos momentos a mí me abrumaba. Lo digo porque
esta señora, se dedicaba por la noche a la prostitución y por la mañana
trabajaba como una mula cargando ladrillos en una obra. Su aspecto era digno,
su hablar sencillo y educado, y su rostro era imagen del cansancio y pozo de
profunda tristeza. Según me dijo, tenía que trabajar tanto para llevar adelante
a un hijo al que ella no quería legar la vida que a esta señora le tocó vivir.
Desde luego no es el único ejemplo, puesto que la tristeza embarga al ser humano
en el momento menos esperado. Y me atrevería a decir que por dura que sea la pérdida
de un ser querido, es una tristeza que el ser humano vive de manera más
temporal y dando paso a posteriori a la permanente memoria de los que se
fueron. Pero la tristeza cuya base es una mala aceptación de sí mismo, una
desgraciada causa, una vacía vivencia de la vida de pareja, una persistente
caída en la deplorable depresión, una vida vivida desde la apariencia y el ser
en pos de los demás...etc. Esto es verdaderamente lo que desgasta el ánimo de
una persona hasta llegar a ser
consciente de que la vida no tiene sentido. Esto es lo que lleva a una persona
a mal vivir y en algunos casos a implicar de manera equivocada a los demás,
intentando culpar a otro de su estado anímico, y logrando en algunos casos que
cunda la tristeza aferrándose al efímero principio de “mal de muchos consuelo
de tontos”. Son muchas las personas que conociendo de manera más o menos íntima
viven la tristeza de manera dosificada cada día. Están junto a nosotros y sus
rostros y evasiones nos muestran su bajo estado de ánimo. Son mujeres y
hombres, altos y bajas, rubios o morenas, simpáticas o serios, flacas o gordos;
pero esto no importa. Lo que verdaderamente importa es que son personas a las
cuales debemos ayudar de manera inmediata para que con-viertan su vivencia
cotidiana en una apuesta por ellas mismas. En la mayoría de los casos, todo
radica en no querer afrontar una decisión que por dura o drástica que pudiera
ser, está en sus manos y cambiaría el curso de sus vidas y el sentido de sus
problemas. Que persona ante un gran paso no se ha preguntado alguna vez: ¿qué
dirá la gente? o ¿qué pensaran de mí? ¡No se pregunte usted eso jamás, porque
nadie respirará el oxigeno que a usted le corresponde! Respire usted hondo,
arréglese, levante la cabeza y aunque no pueda impedir que la melancolía
sobrevuele su cabeza, al menos intente lograr por todos los medios que no anide
en ella. Salga a la calle y sea consciente de que el sol le alumbra de manera
más expectante, y sobre todo deje de
lado la tristeza. Ahora que las calores nos abruman busque usted un
refrescante libro de Rosamunde Pilcher, lea e imprégnese de las novelas de esta
magnífica escritora que nos muestra un mundo de caminos llenos de luchas,
desconciertos, y circunstancias duras. Pero tenga presente que al final de esos
caminos siempre se encuentra la recompensa del amor, sea hacia los demás o
proyectado hacia uno mismo. Ánimo, si es que esta usted triste.
Publicado
en “La Voz de Estepa”, prensa escrita. Abril de 2008.