Estepa, y la fractura de la paz local
Toda
España asiste al espectáculo que en estos días ofrece nuestro pueblo en los
medios de comunicación. Y es triste por varias razones. En primer lugar por el
sufrimiento que causan los delitos en las personas que los sufren, y en segundo
lugar porque se perturba la paz de una pequeña ciudad que como pueblo que es,
se gloría de tener la tranquilidad como un hábito de vida saludable. Estepa es
un gran pueblo del corazón de Andalucía, y la tónica que le adorna en la
mayoría de su gente, es la hospitalidad, la solidaridad y la acogida.
Ahora
bien, cuando a los ciudadanos se les deja de lado en sus reivindicaciones pues
pasa lo que pasa. Nunca se debe de tomar nadie la justicia por su mano, pero
escuchando esta mañana a la Delegada del Gobierno en Sevilla –Sra. Crespo-
admitiendo que aun a pesar de los robos continuados Estepa está por debajo de
la media provincial; casi da miedo pensar que tenemos que quedarnos de brazos
cruzados esperando a superar ese porcentaje de criminalidad para que actúen las
fuerzas de seguridad del estado. Créanme que este problema viene de lejos.
Viene de un código penal demasiado laxo con los hurtos continuados, viene de
una sociedad que asiste con temor a la caída de los servicios públicos y la
atención ciudadana, por causa de la “puñetera” crisis que a todos nos están
haciendo pagar, viene de un ayuntamiento con una plantilla de policía local
numerosísima y que patrullan en los coches en grupo de tres y cuatro mientras
las motos patrulla descansan a la sombra; vienen de una nefasta política de
seguridad y protección ciudadana. Este problema ahonda sus raíces en un déficit
muy significativo de educación y sentido de la urbanidad, en ciertos sectores
de la sociedad. Una sociedad que por sí misma no deja de hacer esfuerzos para
no excluir al diferente, al raro y al que no forma parte de la generalidad de
la comunidad. Pero hay que seguir unas determinadas reglas comunes. Unas reglas
que nos podrían llevar a exigir a los sujetos, que traten a los demás como ellos
mismos quieren ser tratados, con respeto, dignidad y si es posible solidaridad.
Lo que está claro es que todos debemos de colaborar para que estos actos
vandálicos tengan un fin certero, y para que sus responsables sean llevados
ante la justicia. Aun así, el tema de estas familias de características
especiales no podemos tratarlo a la ligera y darles a estas personas que están
en la exclusión, la medicina de más exclusión. La sociedad debe de articular
desde las instituciones públicas y los servicios municipales, las actuaciones
oportunas para que estas personas se integren en la sociedad, para que los niños asistan a clase y tengan cubiertas sus necesidades primordiales. Tenemos
orientadores, pedagogos, trabajadores sociales…etc. Pero hay que estar bien
organizados para lograr una paz duradera, y una garantía de vida digna para
todos los ciudadanos, incluyendo a estos en estado de exclusión. Con esto
último, no exonero de responsabilidad a nadie que haya causado el mal o se haya
apoderado de lo ajeno; pero ruego que tratemos este tema con la cabeza fría
para lograr que la convivencia se restablezca en Estepa sin causar más
incidentes y sin permitir que ninguna familia quede marcada con el estigma de la criminalidad y la indiferencia.