CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 31 de diciembre de 2010

UNAS ESCUETAS PALABRAS EN EL FIN DE AÑO

Visperas. Estepa.

“Mil años en tu presencia, son un ayer que pasó; una vela nocturna” (Salmo 90,4)

Se suceden las horas y los minutos como única novedad de esta noche. Y otras mil cosas, sucederán en torno nuestro, felices e infelices, sin que seamos conscientes de la suerte de aquellos que no tienen la dicha de vivir la felicidad.
Es una noche un poco extraña, al menos para el que no deja de sorprenderse por este excesivo afán de convertir en efemérides, la sucesión de los minutos que nos lleva al cambio del año. Hoy 2010, mañana 2011 y pasado el día dos de Enero. ¡Que más da!.


Aun así, casi me sonrojo al leer la felicitación navideña de mi amigo y teólogo Antonio Duato que me escribe diciéndome: "eres un hombre que transmite serenidad, alegría, amor a tu profesión, a la naturaleza y a los hombres. Me siento honrado de ser tu amigo."

Debiera ser nuestro anhelo, es mi anhelo el deseo de llegar a una plenitud de fe y carisma entre los hombre y mujeres con los que me rodeo y convivo. Es mi deseo que este próximo año, sea vivido con esperanza e ilusión. Nos subirán la luz, y pasaran otras cosas que nos irritarán, pero mientras estemos vivos, como cristianos debemos de soportar la prueba y alumbrar a los débiles de la fe, que son nuestros hermanos. Con fe o si fe, humanidad de la cual todos participamos y a cual estamos destinados a encontrarnos junto a Jesús.
Como despedida del año, una poesía recomendada esta mañana por el Sr. “Riollo” en la SER. Bien debiera esta prosa enseñarnos, a evacuar de nuestra mente las ansias de poder, para centrarnos en lo que verdaderamente merece la pena.
Buenas noches. Laus Deo.

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

(Luis Cernuda)