Bueno, pues estamos estrenando
año, lo cual es siempre bueno pues es señal de que seguimos en la brecha. Al
2015 todos le pedimos muchas cosas a nivel personal y colectivo: salud,
trabajo, bienestar…etc.
Digamos que todos son buenos propósitos. Reconozco que
en esos propósitos he tenido muy presente al papa Francisco, del que digo
–junto a Torres Queiruga-, “es una bendición inesperada” en nuestra Iglesia;
pues son muy esperanzadores los gestos e intenciones que tienes respecto a
muchos temas y muchas cosas, entre las que el Evangelio y la Persona destacan
sobre manera.
Pero esta mañana me entero en casa de una campaña de recogidas de
firmas para que las clases de religión se alarguen en el horario lectivo, es lo
que me dicen. La verdad es que me quedo un poco perplejo por varios motivos.
En
primer lugar porque seguimos queriendo que evangelicen a nuestros pequeños en
la escuela y en las pocas horas de catequesis, para no tener los padres y
familiares esa responsabilidad. En segundo lugar me sorprendo, pues estas
recogidas de firmas están auspiciadas por sectores muy conservadores que viven
una etapa de falta de sosiego por lo que se les puede venir encima.
Y creo que
tienen motivos para estar preocupados ideológicamente hablando. Me explico
brevemente.
Desde mi humilde punto de vista, la Iglesia católica española es la
antítesis de todo lo que significa hoy el Papa Francisco. A pesar de los
cambios puntuales que sus frutos darán –Osoro es ejemplo-, la mayoría de las
diócesis están gobernadas por obispos muy conservadores que animan a la
cerrazón del dogma y a la negativa aperturista por la que apuesta el Papa.
Nadie olvida las manifestaciones de los obispos hace años contra todas las
políticas del gobierno.
Ahí están las hemerotecas con durísimas declaraciones
de obispos sobre gais y lesbianas y la lucha por la libertad de género…etc. Valga
el ejemplo reciente: “El obispo de
Amberes, Johan Bonny, es partidario del reconocimiento por parte de la Iglesia
católica de las relaciones homosexuales y bisexuales, según ha explicado en una
entrevista que publica el diario flamenco De Morgen.” Casi el mismo día
otro titular antagónico: “En la misa
conclusiva del Día de la Familia con la catedral de Valencia llena, Cañizares
insta a defender el matrimonio único e indisoluble entre un hombre y una
mujer" (ambas en religióndigital).
El caso es que considero se han
pasado de la raya. Y han tenido una nula mano izquierda o diplomática, con la
cual armonizar los tiempos teniendo visión de futuro, para afrontar el futuro
con algunas certezas. María Teresa Fernández de la Vega, ex vicepresidenta del
gobierno y amiga del cardenal Bertone, dio muchos toques de atención para
lograr una moderación en las declaraciones de los obispos españoles contra el
gobierno de entonces, y apostó por la autofinanciación de la Iglesia. Por
cierto este último tema, acogido por interés por Roma pero relativizado “in
situ” por los obispos españoles.
¿Cuál es el horizonte que le presenta a la
jerarquía católica española? Pues como la política es la que hace las leyes y
marca el ritmo de las relaciones institucionales, se vaticina desde muchos
sectores, una ruptura total de privilegios y concesiones que llevarán a la
derogación de los acuerdos Iglesia/Estado. Todas las encuestas confirman la
tendencia del voto de izquierdas en las próximas elecciones.
Y si la Iglesia
católica española no tuvo misericordia con aquellos gobernantes ni con ciertos
sectores de la sociedad, me temo que llegada la hora de la verdad no se andarán
por las ramas a la hora de suprimir cosas. Tales como el obispado castrense,
dependiente del ministerio de defensa; las obras pías, la supresión total de la
clase de religión en la escuela, la reducción total o parcial de la asignación
presupuestaria a la iglesia, los privilegios institucionales con personalidades,
la anulación de la casilla de la iglesia en el I.R.P.F., la salida total de las
instituciones o servicios públicos, el pago de todos los impuestos hábiles…etc.
Aunque la supresión de privilegios sea incluso deseable para muchos hijos de la
iglesia, todas estas cosas pueden acarrear mucho dolor a muchas personas en la
Iglesia tan necesarias para servir a los ciudadanos y los pobres de este mundo, pues en muchos casos pueden pagar justos por pecadores. Eso sí,
ninguna de estas medidas afecta al anuncio constante del Evangelio al que
estamos llamados los cristianos y a lo que nos anima este Papa Francisco.
Como decía
antes, la iglesia de España se resiste al espíritu de “aggiornamento” de
Francisco. Hay obispos que ni siquiera quieren hablar de los cambios que supone
el Papa, pero ahí está el Espíritu. Nunca como antes las generaciones del
setenta hemos podido vivir de manera adulta un anhelo de esperanza tan grande
como el de ahora.
Quiero a la iglesia, y la quiero como la quiere el papa, como
la quiere Osoro el arzobispo de Madrid; siendo todos capaces de meternos en el
fango de la pobreza, sentándonos con los pobres en un comedor social, tratando
a todos por igual con una solidaridad efectiva, o animando personalmente al que
está atribulado.
Así que solo quedan dos opciones para los escépticos con Francisco:
¿Evangelio o política?
Yo opto por Evangelio, Evangelio, Evangelio. Feliz año
2015.