YOLANDA CHÁVEZ, LOS ÁNGELES (USA).
ECLESALIA, “Estamos en Adviento ¡Que rápido se fue el año!, ¿No le da miedo Yolanda?” Exclamó una de mis compañeras en una de las sesiones de catequesis en nuestra comunidad parroquial en días pasados…
¡Adviento! Como catequista inmediatamente pensé en el tema, en extraerle todo el sentido práctico al prepararlo, sin palabras vacías o falsas promesas alejadas de la realidad cotidiana de esos padres de familia que me miran ansiosamente a los ojos, esperando que esta semana también les dé un motivo para seguir creyendo en Dios en medio de todo este sinsentido, en el Dios que les propuse desde el inicio de nuestras sesiones: El Dios de la vida que camina con nosotros.
Así que hice una rápida revisión en mis archivos mentales:
Adviento es espera, y la espera carece de sentido en esta época de Internet de alta velocidad.
Adviento es esperanza, y la esperanza no es nada pragmática.
Adviento es anhelo de Utopía, y la Utopía es 'lo que no está en ningún lugar'.
Adviento es parusía, y la parusía es el advenimiento glorioso de Jesús al final de los tiempos… suena tan lejano.
¿Cómo hablar entonces de Adviento?
¿Es realista hoy proponer que renazca la esperanza y además esperarla durante cuatro domingos? Me pregunté.
Luego recordé la frase de un tal Ebeling: “Lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades”…
Soy mujer, las mujeres sabemos muy bien sobre la posibilidad de esperar y convertimos además la espera en una causa de alegría. Así que les hablé a los padres de familia de sembrar y esperar.
Les propuse sembrar a Dios en nuestra carne para que florezca y una vez florecido en nosotros, llevarle esa felicidad, ese amor y esa luz que vienen de Él, a las personas que sufren. Comenzando con los de nuestra familia y los de nuestra comunidad.
Aceptaron, y mientras hacíamos la corona de Adviento, les miré a cada uno: Sonreían, tenían los ojos llenos de entusiasmo y esperanza.
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