CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 8 de junio de 2018

QUE NUESTRO CORAZÓN BOMBEE AL RITMO DEL CORAZÓN DE DIOS


Jesús tuvo un corazón, con todas sus válvulas, ventrículos, miocardio y arterias propias de la construcción cardiovascular. Un corazón que latió durante una treintena de años -desde la 5ª semana de embarazo de María- y que se paró en el instante en el que aquella lanza del soldado, le causó aquella herida mortal. No podemos saber si la herida profundizo en el corazón, pero fue una herida de mortal necesidad.
El caso es que ese corazón, el de Jesús de Nazaret, latió como el tuyo y como el mío. Se aceleró por muchos motivos y se ralentizó en su tensión arterial en otras tantas ocasiones. ¿Qué tensión arterial produce cada circunstancia de la vida? Pues a eso mismo estuvo sujeto Jesús de Nazaret. Esto es así, es real y absolutamente plausible. Y lo sagrado, lo divino y lo celestial que sobre este corazón se dice o se hace; es algo que sirve fundamentalmente para rendir culto divino y exclusivamente para observar a Jesús desde una distancia prudencial, desde donde les gusta a muchos creyentes contemplarlo. 

En los documentos más antiguos del magisterio de la iglesia, se anatematiza la sola contemplación de la dimensión humana de Jesús eximiéndole la condición divina. Por otro lado Eutiques, el promotor del “monofisismo” afirmaba que era al contrario, que Jesús solo era absolutamente divino. Como comprenderás, cada cual se quede con lo que quiera. Pero una cosa está clara desde mi punto de vista, y es que Dios –nuestro Padre-, nos sale al encuentro cada día a cada hora y en una “multiformidad” que en ocasiones es complicado descifrar. Pero en la esencia misma de la vida.
Por ello, ahí tenemos que estar atentos y dispuestos a dar la talla sin demasiadas complicaciones. A mí me gusta esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Me alegra y estimula mi fe el hecho de que el hijo de Dios hubiera sido un humano como tú y como yo, y esa es mi meta. Un Dios que se nos revela como amor en la segunda lectura de hoy. Un Dios que en Deuteronomio (7,6-11) nos sale al encuentro en nuestra vida, como he dicho antes.
Un Dios que desde el evangelio apuesta por la vida sencilla y el elogio de la sencillez. Y un Dios que como canta el salmista de hoy (Salmo 102), es compasivo y misericordioso. Considero por tanto, que solo el cuerpo a cuerpo nos puede hacer mensajeros de este amor que emana Jesús. Y creo que solo lo lograremos acercándonos sin miedo ni escrúpulos ninguno, a aquellos corazones que necesitan calor, efectividad, respeto y sobre todo, los corazones que tienen quebrantada su dignidad.
Para hacer esto hay que ser bastante poco en la vida, pero hay que ser humano sobre todo y llevar humanidad por el mundo. Orar, pues la oración nos ayuda a ponernos en la piel del otro, ya que la oración “es un grito que se lanza al cielo para que nos sea devuelto humanizado”.
Reseño algo. Si algo es auténticamente preciso, son corazones que se estremezcan ante la injusticia humana, la pérdida de derechos libertades y las burlas hacia los desfavorecidos que causan los poderes dominantes –eclesiásticos incluidos-.
Jesús no pasó de largo ante ninguna injusticia, ni causó escándalos considerables. Su apuesta fue la HUMANIDAD y por ello perdió el pellejo. Ojalá esta fiesta nos sirva para rendir culto al Corazón de Jesús, adorándole en aquellos corazones que necesitan sanación de humanidad y MISERICORDIA. Ojalá sepamos descubrir nuestro autentico papel de hijos e hijas de Dios, sientiendo el amor del creador. Sin perder de vista el ejemplo de servicio y entrega amorosa que nos dio Jesús de Nazaret y que conmemoramos al compartir la vida en su nombre. Ojalá estemos dispuestos a que la Gracia de Dios –sacramento del Espíritu Santo- bombee por nuestras arterias impulsadas por el corazón de Dios. Amén.
Fraternalmente, Floren.