Cuaresma desde la piel del otro
Una cuaresma más y una cuaresma
menos, como dijo aquel. Lo cierto es que a los cristianos se nos ofrece este
tiempo litúrgico considerado fuerte, para poder profundizar en el misterio de
la vida de Cristo; y desde ese misterio iluminar nuestra propia vida.
Una vida –la
nuestra- que es sendero por el que caminar, por el que descubrir el rostro de
Dios y a su vez dejarlo ver a los demás. Apuesto por una cuaresma vivida desde
la autenticidad más absoluta, que se fundamente en tu día a día y en mi día a
día.
Tengamos cuidado con prestarnos en este tiempo a cosas que no hacemos
durante el año y que solo favorecen el mercadeo con Dios, me explico.
En
cuaresma son muchas las personas que se entregan con especial solicitud a las prácticas
restrictivas y sobre todo a la penitencia; quizás para demostrarle a Dios
aunque sea por cuarenta días que nos merecemos un sitio a su derecha.
Que conste
que no debemos anular el concepto de culpa si se tiene, pues ese sentimiento
desde la conciencia nos eleva a la condición de reparar el daño realizado. Pero
solo si somos causantes de algún mal comunitario o propio, eso de considerarnos
culpables a los ojos de Dios durante veinticuatro horas al día es algo que ni
se fundamente en nada, ni algo que Dios quiere y además es un absurdo.
Jesús
desde la vida nos insiste con la voz de los antiguos profetas en lo que
verdaderamente merece la pena: “El ayuno que a mí me agrada consiste en
esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que
aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes con toda
tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre
sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus
semejantes.” (Isaías 58, 6-7ss).
Es por ello que mientras vivamos a
Cristo desde nuestra propia vida, pues en esa vida encontramos “al otro”,
estaremos haciendo humanidad y estaremos dando cumplimiento al principal mandamiento
del amor, el amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Es por ello, que considero que
debemos vivir la cuaresma desde la autenticidad y pasando desapercibidos.
Cada
cual irá a tal o cual celebración religiosa, se pondrá la ceniza o no se la
pondrá, o no hará nada de esto; y para el Señor será todo relativo mientras con
nuestros semejantes y aquellos que nos interpelan desde la vida, seamos
solidarios, respetuosos, fraternos, sencillos y efectivamente humanos.
En
cuaresma no tienes que dejar de comer dulce, ni obligarte dejar de fumar –por muy
saludable que sea el dejarlo-. Tampoco tienes que reprimir tu vida sexual pues
Dios nos ofrece la vida para que la disfrutemos desde el gozo de toda la
dimensión de la persona, mientras el sexo no sea tu esclavitud.
Tampoco debes infringirte
daño alguno pues ofenderás a Dios que te ama y al crearte te otorgó la dignidad
de su mismo Espíritu. Tampoco debes creer que llegas a ningún sitio dejando de
comer carne, pues muchos son los que no tienen que comer y con los que debemos
compartir el alimento.
En cuaresma si algo debemos es creer apasionadamente en Dios y en Jesucristo, robustecer la fe
desde dos planos intrínsecamente inseparables; la humanidad y el cuidado de
nuestro interior desde la observancia del silencio la meditación espiritual y
la interiorización: “Regresar al Señor con
todo el corazón significa emprender el camino de una conversión no superficial
y transitoria, sino un itinerario espiritual” (Papa Francisco, ceniza 2015).
Como he escrito anteriormente tengo claro cuál es el plano humano, el que nos
hace vivir la cuaresma colocándonos bajo la piel de esa “OTRA PERSONA” que nos
espera en la vida. Puede que necesitada de sustento, de caricias, de escucha,
de acompañamiento o de cercanía en la enfermedad. HUMANOS en definitiva como nos
advierte Isaías, en el bellísimo capítulo 58. Si así nos comportamos con
nuestros prójimos, si construimos humanidad junto a Jesucristo, el Señor nos
dice que: “Yo te guiaré continuamente, […] daré fuerza a tu cuerpo y serás como
un jardín bien regado, como un manantial al que no le falta el agua.”
Feliz
camino por el desierto cuaresmal.
SALMO DE INTERIORIZACIÓN
Señor, tú me llegas hasta el fondo y me conoces por
dentro.
Lo sé: me conoces cuando no paro o cuando no sé que
hacer.
Mis ilusiones y mis deseos los entiendes como si fueran
tuyos.
En mi camino has puesto tu huella,
en mi descanso te has sentado a mi lado,
todos mis proyectos los has tocado palmo a palmo.
Tú oyes el corazón del hombre sumido en el silencio,
cuando aún no tiene palabras para abrirse a ti.
Es increíble: me tienes agarrado totalmente,
me cubres con tu palma y me siento tuyo.
Como grano de arena en el desierto,
como gota de agua perdida en el mar,
así me encuentro ante ti.
Dios mío, quiero abrir mis brazos y abrazarte,
quiero llegar hasta tu orilla y nunca toco tu tierra.
Cuando escalo mi vida y me supero, allí estás Tú.
Cuando me canso en el camino y me siento barro,
allí, perdido en mi dolor, te encuentro a ti.
Cuando mis alas se hacen libertad sin fronteras
y toco el despertar de algo nuevo;
cuando surco los mares de mis sueños
y pierdo la arena pegadiza de mis playas,
allí está tu mano y tus ojos, y tu boca…
allí, como Amigo fiel, de nuevo estás tú.
Tú eres como manantial de donde brota el río,
como raíz de donde arranca el árbol.
Tu vida se ha hecho vida en mis entrañas,
me has dado el origen y quieres que camine
hacia la meta que no es otra sino tú.
Soy tuyo: sólo tu amor da respuesta a mi pregunta.
Te doy gracias porque me has llamado a ser feliz.
Señor, me conoces hasta el fondo de mi alma,
nada se te esconde de cuanto soy en lo más profundo.
Yo me pregunto si el sentido de mi vida
puede darse si le faltas tú.
Dios mío, sondéame para conocer mi corazón,
ponme a prueba para conocer mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía o se vuelve camino muerto.
Guíame por el camino nuevo que has abierto entre los
hombres.
Quiero hacer de él un proyecto para mi vida,
y paso a paso, desde lo hondo de mi ser, vivir para Ti.
Floren Salvador.