CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

jueves, 26 de febrero de 2015

LA BÚSQUEDA DEL AUTENTICO BAUTISMO

La búsqueda del autentico bautismo
Según el título puede preguntarse usted, cuántos bautismos existen. En la teoría uno, y en la práctica también aunque con una salvedad. Lo que ocurre es que hay que saber diferenciar un poco lo que es el carácter ritual y simbólico del bautismo, lo que entraña en realidad. Bautismo deriva del verbo “baptein/baptizein”, que significa sumergir, lavar. Encontramos en el lavado de la ropa el ejemplo más exacto de lo que significa, pues la prenda sale sin impurezas del agua. 

La práctica bautismal se cree que tiene su origen en la clase alta de la cultura egipcia, donde se observaba la pulcritud y la pureza por medio de los lavatorios diarios y el rasurado total del bello. Históricamente desde la práctica creyente, los baños rituales son frecuentes entre los esenios según Flabio Josefo, así como en las comunidades de Damasco y Qumrán; aunque nunca pueden ser aguas estancadas “o muertas”, sino “aguas vivas” de algún arroyo o río que pueda llevarse lo impuro. Me refiero aquí a un bautismo cotidiano y ritualista destinado a manifestar la sinceridad de la conversión, o la adhesión a un concreto modo de vida, manifestando la aspiración a la gracia purificadora –más o menos como la renovación de unos votos religiosos-. Uno mismo se sumerge en al agua, mientras que los penitentes que se presentan a Juan recibirán el bautismo de sus manos y una vez para siempre. Y en esto último vemos la dualidad de lo que significaba el bautismo y lo que nos mueve al bautismo tras conocer a Jesús de Nazaret. Está claro que la persona que se bautiza no puede ser la misma tras el bautismo, aunque no apreciamos cambios significativos pues los bautizados son generalmente recién nacidos. El bautismo que tradicionalmente tenemos inculcado no es un mero trámite –aunque tristemente lo sea para muchos-, esta asistido por el Espíritu Santo, aunque esta asistencia sea mucho más efectiva si el bautizado tiene la luz de la razón que ilumina la conciencia. ¿Cómo entender un bautismo sin conciencia? En muchos casos, la conciencia de los llamados no es idéntica a la conducta, y esto tergiversa todo el sentido de la realidad sacramental. Se nos debe notar que somos bautizados. Por ello es tan importante el vivir y disponerse a la experiencia de Dios. Experiencia de Dios, es lo fundamental de un bautismo que se considere efectivo y adulto. Experiencia de Dios que por ejemplo tuvo Naamán el sirio, el potentado que según la biblia tuvo lepra. El profeta Eliseo le invita a bañarse siete veces en el Jordán y el, tras alguna reticencia lo hace y queda limpio. ¿Realmente se curó de la lepra? Es muy posible que fuera otro mal el que aquejaba a Naamán, y mucho peor que la lepra; la oscuridad del entendimiento, la sinrazón y cerrazón de su corazón. Al conocer a Eliseo, este le abre el entendimiento le habla al corazón le restituye como persona y como sujeto que puede volver a mirar cara a cara a Dios sin avergonzarse. Ahí está la penitencia: báñate siete veces. O sea, siempre –significa siete- as de vivir con amor y compasión, pues con amor y compasión te creó Dios. 

Naamán por lo tanto vive en sus carnes una experiencia religiosa. No nos importa si verdaderamente hubo o no agua, todo es ritual, lo verdaderamente importante es la actitud ante la realidad que se nos presente y en esa realidad está el Señor. La Biblia está plagada de ejemplos semejantes en los cuales se nos hablan de aguas que lavan – “os lavaré con agua pura, os limpiaré de todas vuestras impurezas, os purificaré […] y pondré en vosotros un corazón nuevo y un espíritu nuevo”, (Exequiel 36,25-25a), cuando lo que se nos quiere decir es que lavemos nosotros mismos nuestras conductas, reconduzcamos nuestra realidad o la senda de nuestro caminar, y se nos dice con insistencia: - “Una voz grita: Preparad al Señor un camino en el desierto, trazad para nuestro Dios una calzada recta en la región estéril”, (Isaías 40,3.3). Todos estos llamamientos nos hablan de actitud ante Dios y ante los hombres y mujeres de nuestro mundo. Sentir la experiencia de Dios es estar sometido a unas circunstancias extraordinarias –sean positivas o negativas-, en las cuales sentimos la dura prueba, experimentamos el gozo o la dicha, flaquea nuestra fe, apreciamos el tener o no tener salud, la marcha de los seres queridos, un alumbramiento, un estado de shock. Y en esta experiencia formidable, encontramos el rostro de Jesucristo y la razón de nuestra vida y nos sentimos en consonancia con el medio y participes de la humanidad e hijos de Dios. Por ello, “zambullirse en el agua y salir de nuevo simboliza hundirse en la muerte y renacer a la vida. Jesús abandonó su pueblo, su casa, su familia. Se quedó solo. Y emprendió una forma de vivir y hablar que le llevó al conflicto, al juicio, la condena y la muerte. Se “auto-estigmatizó”. Y así nos dijo cómo podemos renovar esta iglesia y este mundo” (José Mª Castillo-teólogo). Por ello, “es importante que cada persona asuma su realidad, su YO. Y de esta manera, el YO del sujeto de estas experiencias vitales participa de manera más o menos consciente de todos los actos de la conciencia” (Joseph Ternus-Doc.Filosofía). Una de las características de Jesús es que aun siendo una persona sin formación reconocida (Jn 7,15b), atesoraba una sabiduría que le llevó a ser un conocedor nato de la escrituras sagradas. El sabía del pasaje de Jeremías, “así te blanquees con salitre (natrón) y te des bien con lejía, se te nota la culpa en mi presencia“ (Jr 2,22), pero no es por eso por lo que decide bautizarse pues no podía ser consciente de que como hijo de Dios estaba exento de pecado. ¿Por qué se bautiza Jesús? ¿Acaso lo necesitaba? Tengamos en cuenta algo. Salvando el episodio de la perdida en el templo a la edad de doce años (Lc 2,41ss), desde el nacimiento de Jesús hasta el episodio del bautismo como primera aparición pública siendo adulto, pasan veintiocho años “pues fue esa con toda probabilidad la edad del bautismo” (J.Ant. Pagola). Nadie se equivoca al pensar que Jesús durante toda su vida pública solamente fue una persona normal que vivía entre los suyos y como judío de aquel tiempo. El no pudo prepararse para actuar, premeditando sus actuaciones para favorecer la puesta en escena de él mismo como hijo autentico de Dios. Cuando el acude al bautista, acude porque se siente llamado a realizar un signo que determine la culminación de un proceso interior y de maduración interna; por medio del cual se decide a apostar su vida por la causa del Reino de Dios, asumiéndolo como tal y llamándole “abba” = Padre. 

Los demás acuden a limpiarse de los pecados, sin embargo Jesús le da al bautismo su autentico toque, pues para él como para otros que lo han vivido; bautismo es cambiar el sentido de la vida y vivirla según Dios. Juan el Bautista era muy consciente de la simpleza de su rito bautismal, sabía que una vez anunciado el Mesías “era preciso que el menguara para que Jesús creciera” (Jn 3.30); por eso mismo le anuncia como Cordero, como pieza fundamental de la obra de Dios en el mundo. No perdamos de vista algo muy importante. Jesús apuesta por el Reino porque se deja iluminar por “Su” Espíritu. ÉL, el Espíritu es la fuerza que nos llama, nos interpela, nos anima en la lucha, nos predispone a la maduración y nos ilumina en la oscuridad. En esta cuaresma, busquémosle como le buscó Jesús. Retirémonos a sitios apartados, reflexionemos sobre nuestra vida a la luz de la Palabra inspirada. En ella y solo en ella, encontramos la clave para parecernos cada vez más a Jesús. Y siendo así, viviremos en nuestra vida una autentica plenitud sacramental pues le tendremos siempre. Hermanas y hermanos, feliz y fructífero camino por el desierto cuaresmal.

Florencio Salvador Díaz Fernández.

Titulado superior en Teología. (I.I.T.A.U.P.Comillas)