EL PAPA Y LA FAMILIA: LA NOVEDAD INESPERADA
José
M. Castillo
Una de las cosas que más
se repiten, en estos días y en determinados ambientes eclesiásticos, es que la
reciente Exhortación Apostólica “Amoris
laetitiae”, del papa Francisco, no aporta nada nuevo, si se compara con la “Familiaris consortio”, de san Juan
Pablo II. Después de tanto Sínodo y de tanto darle vueltas al tema, venimos a
lo mismo. A lo que siempre ha enseñado la Iglesia. ¿Es esto realmente así?
El escritor José Artrila
ha publicado un estudio detallado, “La
verdadera novedad de Amoris laetitiae”, en el que explica documentadamente
lo novedoso que es el contenido de la reciente Exhortación del papa Francisco.
Vaya por delante que yo estoy completamente de acuerdo con lo que dice José
Artrila en su reciente escrito. Y
valdría la pena que las mentalidades más rígidas y espiritualistas se fijen en
lo que enseña el papa Francisco cuando habla, por ejemplo, del “amor erótico”
(nº 150) y del amor como “pasión” (nº 148). Cosas que, por cierto, no se suelen
oír en la retórica clerical. Pero, sobre todo, lo llamativo es la insistencia
del papa en el tema del amor mutuo, “amor de amistad” que iguala y une a los
esposos - y no en la doctrina de la Iglesia o en sus leyes - como argumento
transversal, que recorre toda la reciente Exhortación papal de principio a fin.
Pues bien, supuesto lo
que acabo de indicar, a mí me parece importante que nos enteremos (o caigamos
en la cuenta) de la novedad que entraña todo este planteamiento de la familia,
si este asunto se piensa desde dimensiones que le son inherentes. Por ejemplo,
la dimensión histórica o cuanto afecta a la sociología de la institución
familiar.
Me explico. Si prestamos
atención a lo que dicen los sociólogos actualmente más valorados, enseguida
comprendemos que la familia es una de las instituciones que está experimentado
cambios tan rápidos y tan profundos, que, en una misma familia - esto es
frecuente - los abuelos no comprenden
las nuevas costumbres de los hijos y, menos aún, las de los nietos. Mucha gente
no ha pensado que la familia tradicional era, sobre todo, una unidad económica.
De manera que, durante siglos, el matrimonio no se contraía sobre la base del
amor sexual. Así se entendía (y se vivía) este asunto desde los orígenes de
Derecho romano. Todos los derechos y todo el poder se concentraba en el paterfamilias (Peter G. Stein). Y así
hemos estado, en cosas muy fundamentales, hasta hace bien poco. De ahí que la
desigualdad era intrínseca a la familia tradicional.
En los últimos años, todo
esto ha saltado por los aires. Y quedan tres puntos capitales, que están
reemplazando los viejos lazos que solían unir las vidas privadas de la gente;
las relaciones sexuales y amorosas, las relaciones padre-hijo y la amistad. De
ahí que el centro de la institución familiar se ha desplazado: de la familia
como “unidad económica”, a lo que acertadamente se ha denominado la “relación
pura” (Anthony Giddens). Pero, ¿qué es, en definitiva, esta “relación pura”? “La relación que se basa en la
comunicación, de manera que entender el punto de vista de la otra persona es
esencial”.
Ahora bien, si todo esto
es así, y creo que por ahí van las cosas, si ahora volvemos la atención a la
Exhortación del papa Francisco, no hay que esforzarse mucho para advertir que
el papa, siendo fiel a la tradición de la Iglesia, ha dado en el clavo de lo
que está ocurriendo en la institución familiar. Y en el clavo también de la
solución que tiene el estado de cosas en que vivimos. Dicho más claramente: la solución de los
problemas de la familia no va a estar en afirmar verdades rotundas. Ni vendrá
por el sometimiento a normas todo lo rígidas que se quieran. No. En nada de eso
está el problema. Y, por tanto, en nada de eso estará la solución. La familia
recuperará su estabilidad, su equilibrio y su razón de ser, en la medida en que
el amor de amistad, que, en lenguaje secular, se puede denominar “relación
pura”, ocupe el centro que, durante siglos, ocupó el paterfamilias, como dueño y garante de la unidad económica que, de facto, era la institución familiar.
El papa Francisco, no
sólo ha innovado en cuestiones muy fundamentales, respecto a san Juan Pablo II,
sino que, además, ha captado los “signos de los tiempos” mucho mejor de lo que
se imaginan quienes se empeñan en que todo siga igual.