UN OTOÑO PRECIPITADO
Cuesta verle así. Inmóvil. Solo la cadencia
de una respiración, cada vez más pausada, nos advierte de que aun hay vida. Pero
esta vida se va. Noventa y siete años, no son pretexto ni justificación, para
que una persona se marche de este mundo. Los que le amamos, le queremos aquí,
en el mundo. Para gozar de su compañía. Para seguir sabiendo lo que es la vida,
vivida preocupándose continuamente por los suyos. Le queremos aquí, porque
reconocemos nuestro egoísmo al amarle tanto, y estar embelesados con las
arrugas que surcan su cuerpo, regueros de sabiduría y de bondad. Él, se marcha
con la cadencia con la que se apaga una vela por falta de cera. Él, se marcha
como el baile continuo y sinuoso de las hojas al caer del árbol que anuncia la
caducidad. Lo que nos queda de él, es tanto y tan grande, como aquello que
siempre repitió de que “el mejor capital en la vida es llevarse bien con todo
el mundo”. Al verle tendido en el descanso de su cama, seguimos aprendiendo de
él. Serenidad, amor, capacidad de entrega. Él busca poco a poco la luz, por mucho
que nosotros quisiéramos retenerte junto a nosotros. Busca la luz junto a
aquellos dos amores que se marcharon hace tantos años y que ya son luz. Durante
la vida que vivió sin su esposa y sin su hijo, al levantarse mi abuelo daba
tres besos al frio cristal de tres cuadros. El primero a la Virgen del Carmen
de Estepa, el segundo a su Manolo y el tercero a aquella hermosa mujer que fue
el amor de su vida, y que se le fue quizás demasiado pronto. Su camino esta trazado.
Mientras escribo, las lágrimas surcan mi rostro. ¿No sé cómo voy a poder soportar
tu ausencia, abuelo? Junto a la abuela Remedios, sois los ídolos de mi vida. Recuerdo
tu emoción y llanto aquí en casa, cuando te dije que ha sido un honor para mí,
el conocer a una persona de tu altura. Siempre vivirás en mi mente y en la
memoria de aquellos animalitos a los que adoraste y que te añoran. Busca la
luz, abuelo. ¡Búscala! Te mereces el descanso y un cielo plagado de estrellas,
que te alumbre a tu llegada, como hombre justo, digno de la Presencia de Dios y
un coloso de vida, amor y bondad. Busca la luz abuelo. ¡¡Búscala!!