Sin niño en la Navidad
por Florencio Salvador Díaz Fernández
“Un solo ser nos falta, y todo está despoblado” (A.Lamartine) Yo admiraba una bella pieza artística cuando se me vino a la cabeza este pensamiento que da titulo a estas líneas. La pieza en cuestión es un altorrelieve de una pequeña puerta que se encuentra en la bellísima sacristía del Monasterio de Yuso. La obra en si representa la adoración de los pastores al niño Jesús. Está José, María, un buey y tres pastores; pero la cuna está vacía. ¡Adivínelo usted!, es causa del expolio originado por la ocupación Napoleónica. Las figuras que han quedado están como sometidas a una obligatoriedad, porque todos miran al vacío y así se encuentran desubicadas al haber perdido al elemento principal. De esta manera y atendiendo a los sentimientos propios que nos abordan con la llegada de las fiestas navideñas, se me ocurre el plantear como discurre la Navidad en aquellos hogares, entornos o comunidades en los que por una causa u otra las personas afrontan las fiestas con una ausencia. ¿Quién no se acuerda del famoso y entrañable anuncio publicitario del turrón, en el cual se canta “vuelve a casa por Navidad”?. Y quien no se acuerda del que falta bien por un alejamiento temporal o eterno. Son muchas las personas que llegan a esta misma Navidad que usted habiendo perdido a un niño por desgraciadas circunstancias. Quizás podamos decir que por ley de vida o maledicencia de su sino. Otras personas afrontan ausencias que a pesar de no ser precisamente niños o niñas son personas mas o menos adultas que como las figuras del altorrelieve que yo contemplaba, se encuentran desconcertadas ante la imposibilidad del esfuerzo de alegrarse en el nacimiento de un niño cuando a este acaban de llevárselo. Desde que en Marzo de 2003 comenzó la guerra en Irak se maneja con estupor la cifra de dos mil ausencias entre los soldados de EE.UU. y cien mil personas civiles iraquíes que unidos a las mas de sesenta mujeres muertas en España por causa de un indebido derecho sobre la propiedad de las personas; representan demasiadas ausencias como para afrontar la Navidad dejando de lado estos tremendos acontecimientos. Esta usted en su derecho de llamarme revienta fiestas. Pero creo que uno de los deberes del ser humano es atender a las necesidades de los demás con inusitada sensibilidad y de esta manera trabajar para que la vida de los que sufren la ausencia, sea todo lo llevadera que les sea posible. Luego están otro tipo de ausencias como son las temporales, que a pesar de no ser tan dramáticas conllevan en muchos casos perdidas de amor y desapariciones de personas en muchos núcleos familiares. Hay padres que sabiendo que el sol que les alumbra también alumbra a su hijo en la enormidad de la distancia, se mantienen en la incomunicación y hacen crecer el desamor simplemente porque la opción de vida de su hijo no fue aquel castillo de arena que ellos tenían pensado imponerle sin ningún tipo de sugerencia previa. Decía mi abuela Concha que “una pena vida es peor que una pena muerta”, y por esta razón afirmo que en la mayoría de los casos está de nuestra mano el que a pesar de la ausencia, exista un principio de acercamiento y una puesta en común de los problemas. ¡Que triste el no poder tomar el magnifico cava catalán acompañado de los hermanos, simplemente por causa de la pelea fruto de una maldita herencia!. ¿Que necesidad tenemos?. ¡Ninguna verdaderamente!. Porque el ser humano esta llamado fundamentalmente a ser feliz y a hacer feliz a los demás creando auténticos lazos de fraternidad. Ante la desgracia humana de países lejanos quizás no podamos ponernos los guantes y poner manos a la obra (aunque hay personas que lo hacen), pero si podemos sensibilizarnos con ellos y de esta manera crear unos lazos de filial esperanza que nos haga vivir en el inmortal principio de que es posible un mundo mejor. Ante conflictos de carácter mas cercano aprendamos a dar el primer paso y no cejar en el empeño de que la ruptura del hielo es el mejor comienzo para caminar libres de obstáculos y así afrontar otra Navidad parecida a la del año pasado pero con los corazones henchidos de gozo por el logro conseguido de transformar una ausencia en cercanía. Feliz Navidad estimad@ lector/a.