en el que nunca nacerá una flor,
vengo a pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto de mi corazón.
.Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.
.Para que nunca ahoguen los fracasos
mis ansias de seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una fuente de esperanza
en el desierto de mi corazón.
.Para que nunca busque recompensa
al dar mi mano o al pedir perdón,
pon, Señor, una fuente de amor puro
en el desierto de mi corazón.
.
Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón.
Lectura de la profecía de Joel (2,12-18)
"convertíos a mí de todo corazón [...]rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos"
Salmo 50,3-4.5-6a.12-13.14.17
"Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme"
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18)
"Sed sinceros, auténticos, misericordiosos y sencillos; y siendo así vuestro Padre del cielos, os lo premiará"
REFLEXIÓN
“El
valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de
cuanto tenemos dentro” (Papa Francisco)
Como todos los años, la
cuaresma llega a nuestras vidas con las connotaciones propias del tiempo que
antecede a la semana santa, algo muy celebrado por muchas personas, desde el
punto de vista festivo. Sin embargo, para el creyente es una poderosa llamada
de atención fundamentalmente para ponerse en camino, para realizar un éxodo
personal que culminará en la Pascua.
Para algunos creyentes una cuaresma más
puede llegar a ser irrelevante. Es fundamental que tanto si eres joven como
adulto, tengas conciencia del paso del tiempo pues el Señor no deja de
llamarnos la atención sobre la necesidad de no perder el tiempo, para ser
participes del Reino de Dios. Es por eso que nos llama al cuidado, nos da un
toque de atención sobre las actitudes que nos precipitan lejos de su mirada. Si se vive una vida normal, no es preciso privarse de nada, pues lo que al Señor importa en que tengamos un corazón humano, sensible, justo y fraterno.
Es
fundamental que descubramos nuestro “ser” en el mundo con Jesucristo. Por eso
Jesús nos invita a ser nosotros mismos, “se
tú” el que hagas del evangelio una vivencia que acoja, abrigue y abrace
fraternalmente. Se tú el que sirvió, pacificó y dio testimonio. Sin alardes ni
vanidades, solo con un profundo sentimiento de fraternidad comunitaria, que
te llevará como María la hermana de Lázaro, a descubrir algo que uno se afana
en no perder. Para estas actitudes es fundamental la interiorización.
Hemos
dicho camino, ponerse en marcha, desprenderse e interiorizar. Durante ese
camino hay que ser Cristo mismo dándose a los demás. Y eso hay que llevarlo a
cabo desde el desierto personal por medio del silencio, la oración y la
interiorización de la Palabra de Dios –elemento clave en la cuaresma-. ¿Quién
no se arregla para un evento concreto? Trajes, alguna joya, maquillaje. ¿Y tu
interior? ¿Lo prepararas para la Pascua? No olvides que Cristo cuenta contigo con
la hondura de tu corazón y no le debes
de fallar. Feliz camino a través del desierto cuaresmal.
.ORACIÓN FINAL
Oh Dios, Y Padre nuestro que nos amas y nos buscas:
Tú sabes con qué frecuencia intentamos caminar por nuestros senderos egoístas.
No nos permitas vivir y morir sólo para nosotros mismos
o cerrar nuestros corazones a los otros.
Que nos afanemos en nuestra vida sencilla.
Ayúdanos a vernos a nosotros mismos y a la vida como dones tuyos.
Haznos receptivos de tu palabra y de tu vida y haznos crecer en la mentalidad y actitudes
de Jesucristo nuestro Señor, que pasó por el mundo haciendo el bien.
Así sea.