CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 7 de julio de 2017

FLORECER EN GRATITUD - XIV DOMINGO T.O. A

Aun recuerdo con no poca nostalgia, aquel paisaje de una dehesa poblada de margaritas cuya frase rezaba: “donde Dios nos sembró, es preciso saber florecer”. Absolutamente cierto. Hay quien admira la capacidad humana para adaptarse a las circunstancias y simplemente lo aplica al destino. Pero nosotros, incluso con aquellos que no se consideran como tales, somos hijos e hijas de Dios. 
Él ha puesto en nuestros corazones la llama de su amor que es aliento de vida y plenitud (Rom 8,9.11-13), constituyéndonos como obra suya y templos de su Espíritu. Un Espíritu que tras semanas de pentecostés se nos hace necesario y preciso para captar toda la dimensión de Dios, entre la que destaca su ternura infinita (Salmo 144). 
¿Cómo no reconocer todo lo que Dios nos ofrece, aun a pesar de la adversidad de la vida? Incluso los que se fueron de nuestro lado siguen siendo don, pues al estar junto a Dios forman parte de Él y de nosotros. “Alégrate, canta, mira a tu Dios”, nos anima Zacarías (9,9-10). 
Para este profeta la vida no fue fácil, pero fue capaz de vivirla en plenitud desde la gratitud de sentirse protegido, querido y mimado por Dios junto al pueblo de Israel. Si se contempla la anchura del mundo, somos bien poca cosa en el ruido de la vida y en el giro del planeta tierra. 
¿A quién le importamos? A Dios, a nuestro Padre, el que nos creó. El se fijó en nosotros y nos puso en el mundo a través del amor de nuestros padres, para ser fermento y sal, luz y vida; y todo ello desde la sencillez del mundo y al estilo de Jesús (Mateo 11,25-30). 
¡Así le pareció mejor al Señor! Desde Jesús nos ofrece un camino de héroes, cuyo merito radica no en construir edificios o hacer hazañas reconocidas mundialmente y siendo protagonistas de tal o cual cosa. Un vaso de agua le basta al Señor, para enorgullecerse de tus obras. Un vaso de agua dado a un sediento, por medio del testimonio de tu vida cristiana. 
Por lo tanto, afanémonos en vivir agradecidos por lo que somos, por lo que seremos y por lo que de otros recibimos. Todo ello se lo debemos a la bondad de Dios, que en la vida nos ama y por medio de los acontecimientos nos busca.
Fraternalmente, Floren.

ORACIÓN DE LA SENCILLEZ DE LA VIDA
Señor y Padre bueno,
que nos amas y nos buscas.
¡Gracias por la vida!

No sabíamos de la grandeza de las obras sencillas,
hasta que comprendimos a la hermana abeja.
Ella surca los vientos y las laderas
hasta encontrar flores sencillas y bellas.
¿Sabe ella que al obtener el polen,
también lo dispersa y poliniza otras flores
colaborando en la rueda de la vida,
para la obtención de los frutos?
Nosotros, que somos tus hijos
y te queremos como Padre,
te llamamos abba -“papaíto”-,
y te damos enormes gracias por la vida.
Gracias por mostrarnos el camino de la sencillez
como senda primordial para servir en tu Reino.
Ante tu presencia no cabe ni el dorado ni los galones,
solo manos abiertas y ganas de abrazar y de servir.

Que sembremos bondad y vida, alegría y plenitud.
Que seamos dignas obras de tus manos
y personas en las cuales habite tu Santo Espíritu.

Te lo pedimos por Jesús,
que por la vida pasó haciendo el bien
y siendo causa de alegría de muchos
y vive y reina junto a Ti y el Espíritu,

por los siglos de los siglos. Así sea.

(se autoriza la difusión indicando su procedencia)