Los frutos de la fraternidad. Domingo XIII. T.O. A
“Comienza haciendo lo necesario;
luego haz lo posible y de repente estarás haciendo lo imposible” (San Francisco
de Asís). Lo que nos viene a decir Francisco es que quizás en la vida, lo mejor
es dejarse llevar por la bondad del corazón desde la disponibilidad.
Si estamos
de acuerdo en que la vida es un continuo aprendizaje, sin que tenga nada que
ver la edad del sujeto, sea joven o adulto; lo cierto es que debemos estar
abiertos a toda consideración que nos pueda ayudar a la construcción de un
mundo mejor, desde la realidad de nuestro primer mundo. Aquel en el que
vivimos.
Eso sí, sin algaradas ni parafernalias ninguna. Todo al estilo de
Jesús. Y Jesús, aunque exige en el evangelio una fidelidad hacia Él que no
puede superar la estima que a los familiares se les tiene, lo que nos viene a
reseñar es que en la vida la armonización de todo y el equilibrio justo, puede
ser la esencia para una vida conforme a sus pasos. Me explico brevemente.
No se
nos puede pedir que establezcamos una categoría en el amar, pero es posible
amar de tal manera que lo amemos todo; y que en el amor que profesemos a
familiares, amigos y/o pareja, descubramos la propia esencia de Dios; para
amarle a Él –y a Jesucristo- con ellos, por ellos y desde ellos. Partiendo de
esa base del amor reciproco, como decía antes debemos abrirnos a otras
posibilidades de ser cordiales y fraternos con quienes están distantes de
nosotros, para también con ellos y por ellos amar a Dios.
Las palabras claves
de la Liturgia de la Palabra de este Domingo son: Seguimiento, fraternidad, luz y vida. El SEGUIMIENTO es la determinación con la que decimos creer en Jesús
de Nazaret (Mateo 10,37-42) y todo lo que representa. La FRATERNIDAD es la acogida al desconocido sin condiciones, sabiendo
que en él puedes acoger a Jesús. Teniendo en cuenta que desde la fraternidad engendras fraternidad y vida, como la mujer de la lectura (2 Reyes 4,8-11.14-16a). Aspiramos a obtener la
LUZ de Dios para irradiarla a los
demás como personas nuevas: “dichoso
el pueblo que camina, oh Señor, a la luz de tu rostro” (Salmo 88). ¿Para qué
pretender llevar a cabo todo esto?
Pues para experimentar junto a Pablo de
Tarso la grandeza del Resucitado y ser conscientes de lo que puede ser la VIDA vivida desde la plenitud, y no
desde los estereotipos que la sociedad nos impone (Romanos 6,3-4.8-11).
En un
mundo en el que se cierran fronteras y elevamos muros entre las personas –incluso
en el nombre de Dios-, se hace urgente una llamada a la fraternidad, a la
acogida, a la hospitalidad. Si amamos sentiremos la satisfacción del trabajo
bien hecho, y Dios que nos ama desde el otro nos lo recompensará.
Fraternalmente, Floren.
ORACIÓN POR LA FRATERNIDAD
Dios y Padre bueno, que nos
amas y nos buscas.
En aquella persona a la cual retiré
la mirada
porque no la consideré digna
de mí,
en ella estaba tu Hijo Jesús.
Es lamentable, pero es así.
Hago memoria y reconozco
en aquellos ojos hambrientos
la hondura de los ojos del
galileo.
En sus manos agrietadas veo la
sequedad
de un caminar en la vida en el
que no se le ofrece ni agua.
En su cansancio pude ver el
desprecio de la sociedad instalada,
de carros de la compra llenos
y tecnologías de todo tipo.
¿Dónde queda mi fraternidad,
Padre?
No dejes de mostrarnos la
realidad de la vida
con la fuerza de tu Santo
Espíritu.
No dejes de darnos lecciones
de grandeza
y humildad desde los otros
ante los cuales
no te reconocemos.
No dejes de restregarnos por
la cara
que un día sin amor ni
fraternidad,
es un día de sepulcro y no de
resurrección. Amén.
(se autoriza su difusión indicando su procedencia)