UNA “JUSTA” RESURRECCIÓN
Hasta aquel día por la mañana, no
fue consciente de su realidad. De su presente. Ni si quiera sabía cómo estaba
aun en el mundo. ¡Quizás es cierto, eso de que Dios escribe con renglones
torcidos! Se preguntó. Pero estaba allí, en casa. Se tocó el antebrazo como
para creerse que era ella; le dolía la piel un poco. Pero era ella, y estaba
allí. Por un momento se angustió pensando en los días duros, antes de perder el
conocimiento. Creyó que se iría, con aquellos que se fueron antes y de los que
siempre estuvo segura que la asistían y la ayudaban en la cotidianeidad de la
vida.
Consiguió apartar los funestos pensamientos, pues admiró un rayo de sol
que entraba por la ventana, presagiando un buen día. Quizás se haría la
valiente y se animaría a salir al balcón con la ayuda de esa amiga samaritana
que la ayudaba y la cuidaba. Necesitaba sol, mucho. Sí, de una manera
indiscriminada quería sentir la vida y el bullir de la naturaleza. De pronto recordó
su móvil, que estaba en la mesita de noche con el cargador puesto. Uf…, 235 “wasapps”,
se admiró de ver. Verdaderamente la gente estaba preocupada por ella. Solo abrió
un mensaje de una conocida que solía enviarle muchas imágenes con mensajes
hermosos y positivos. Le llamó la atención una imagen de Jesús resucitado y
recordó que era Pascua de resurrección. Pensó en sus adentros que su
experiencia, bien podría significar una vuelta a la vida en sí mismo. En cierto
modo y sabiendo que aunque para Dios nada hay imposible, su pragmatismo le hizo
consciente de que principalmente hay que tener voluntad de aferrarse a la vida,
a la esperanza. Eso sí, igualmente como lo hizo Jesús. El sintió la oscuridad,
lo tenebroso de circunstancias adversas que pronosticaban el infortunio y la pérdida
de la vida. Pero confió en Dios, puso en Él su vida y resucitó a una existencia
nueva. Una lágrima le resbalo por la mejilla, no pudo contenerla y la dejó que
surcara su rostro, hasta la comisura de la boca donde la saboreó salada. Se merecía
llorar. Eso sí, llorar de alegría. Por los hijos y nietos, por la esperanza de
la vida. Por los amigos y sus desvelos. Por estar y seguir estando. Por… una “Justa”
resurrección.
Querida (....). Con mis mejores deseos, hoy y siempre. Estás en mi pensamiento y en mi oración.