"Después de Camboya, España es el país del mundo con más fosas comunes"
Interesante documento, sobre todo para los que se afanan en defender la dictadura y el golpe de estado.
CARTUJO CON LICENCIA PROPIA
jueves, 30 de agosto de 2018
lunes, 27 de agosto de 2018
EL GIRASOL
"No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena..."
(Martin Luther King)
El camino que conducía al lago
era de tierra, solo transitado por personas y por algunos vehículos domésticos que
pertenecían a los propietarios de las fincas colindantes. Con la llegada del
verano el camino se tornaba en colores marrones y las hierbas que crecían en
invierno y primavera se secaban por causa de las altas temperaturas.
A la pequeña Lola no le gustaba
el camino en verano, pues según le contaba a su madre y al animalito con el que
iba al lago, el camino se ponía triste. La suerte es que a un escaso medio kilómetro uno llegaba al lago donde la floresta abundaba y todo era un gran
vergel donde los pájaros cantaban.
Lola iba cada día de verano al
lago, un poco después de amanecer y desayunar. Se conocía el paraje como la
palma de su mano, pues desde que ella recordaba a sus once años, el verano lo
pasaba con su madre en la casona de sus abuelos en medio del campo. Su abuelo
le crió una cabrita a la que llamó Blanquita no por casualidad, sino porque era
un bello animalito blanco como la nieve. Ella le ponía su correíta y salían a
caminar disfrutando del paseo, hasta que llegaban al lago y Lola dejaba libre a
Blanquita para que saltara y pastara a su placer.
Un día cualquiera de camino al
lago Lola notó un tirón de la correa de la cabrita, pues esta quería comerse un
hermoso tallo verde que crecía en medio del camino pedregoso. Pero Lola la
sujetó y le tiró hacia otro lado para que Blanquita no se comiera el brote. Le
llamó la atención a la niña que en medio de aquel camino absolutamente seco
hubiera salido aquella plantica.
El caso es que como Lola pasaba
por allí todos los días, ella fue percibiendo el crecimiento del brote, hasta
que un día pudo comprobar por la aspereza de la hoja que era un pequeño girasol.
Precisamente un girasol, con lo que a ella le gustaba el amarillo.
A medida que el tallo crecía se dio
cuenta de que los escasos coches que pasaban casi la rozaban. Hasta que llegó
un momento en que el tallo se inclinaba al paso de los coches, sobre todo
cuando pasaba la furgoneta que recogía las cantaras de leche de las vaquerías.
Lola comenzó a preocuparse. No quería
que la planta fuera molestada. Además comprobó que el paso de coches le había
supuesto rozaduras al girasol, que ya estaba formando la flor y en pocos días
podría abrir.
Resuelta a solucionar el
problema, una mañana se dejó la cabrita en el caserío de sus abuelos, cogió un
saco de la leñera y fue con determinación en busca del girasol resuelta a
solucionar el problema. Llegó al sitio donde estaba la planta que ya mostraba
sus bellas hojas amarillas, puso un trozo de cartón en el suelo para hincarse
de rodillas –como hacía su abuela al trasplantar macetas- y se dispuso con
mucho cuidado a sacar el cepellón del girasol sin molestar a la raíz. Lo lió en
un trozo de saco húmedo que llevaba, tapó el hoyo del camino y se encaminó
hacia el lago. Temiendo que el exceso de humedad le perjudicara, cerca de una
encina donde percibía buena materia orgánica y a pleno sol plantó el girasol. Se
acercó al lago que distaba solo una veintena de metros y trajo agua con una
latita y regó la planta.
Lola estaba feliz, pues tenía la
seguridad plena de haber salvado la planta y la maduración de sus frutos. Se sentía
una colaboradora nata de la madre naturaleza, a la cual su madre y sus abuelos
siempre le enseñaron a cuidar y a respetar.
Al día siguiente casi con ansia
Lola hizo de nuevo el camino al lago acompañada de Blanquita, deseando llegar
para ver su girasol y regarlo con el agua del lago.
Pero cuál fue su desolación
cuando se encontró la planta mustia en el suelo, completamente deshidratada y a
punto de secarse. Corrió al lago con su latita y la regó, pero fue consciente
de que era demasiado tarde. Nunca supo si su gesto con el girasol fue bueno o
malo. Estaba segura de que de haber crecido y abierto en el camino los coches
lo habrían destrozado. Ella intentó proporcionarle un hábitat propicio para
vivir y desarrollarse y al final el girasol murió.
Se mantuvo unos momentos triste y
silenciosa de rodillas junto a la planta, como acompañándole en su agonía. Se convenció
de que hizo lo correcto, pues hay que escuchar los latidos de nuestro corazón y
lo que nos dicta a nuestra conciencia. Pensó que haría lo mismo y quizás la próxima
vez, la planta viviría.
La sacó de su ensimismamiento su
cabrita blanquita que al notar su ausencia en la orilla, corrió en su busca
para darle juego. Y se pusieron a jugar.
viernes, 24 de agosto de 2018
SOBRE LA EXCLUSIÓN DE PERSONAS EN MERCADONA. Carta a Juan Roig.
Sobre la Exclusión de personas en MERCADONA. Carta a
Juan Roig, presidente de MERCADONA
(ATENCIÓN: ACLARACIÓN IMPORTANTE AL FINAL)
A/A. Señor Juan Roig Alfonso,
presidente y accionista principal de MERCADONA.
Señor Roig:
Me dirijo a usted para pedirle
explicaciones al respecto de una circunstancia penosa que viví este pasado
miércoles –día 22 del corriente mes-, en el MERCADONA de mi pueblo.
Mire usted, yo no soy más bueno o
más malo que nadie, soy una persona normal. Cuando puedo y en función de las circunstancias
suelo hacer la compra a alguna persona que se encuentre en exclusión social a
las puertas del supermercado o bien en ocasiones las he trasladado con mi
propio vehículo.
El caso es que el día nombrado
entré en MERCADONA con una señora de nacionalidad Rumana, la cual llevaba a su
pequeño niño en un carrito. Me pidió que le hiciera la compra y le insistí en que
me acompañara. Esta mujer me advirtió que le tenían prohibida la entrada a
MERCADONA y preguntada por mí me dijo que ella nunca ha robado nada; algo que
yo ni creí ni dejé de creer.
El caso es que entramos e hicimos
la compra, siempre juntos. Quien nos vio advirtió la circunstancia pues hablábamos
entre nosotros con cordialidad. Cuando llegamos a la caja y comenzamos a
depositar la compra en el mueble caja, una cajera con demasiado “derparpajo” le
dijo a esta mujer delante de bastante
gente que ella “no podía estar allí”, causando una situación vergonzante
para esta mujer su pequeño hijo y a mí mismo. Yo pregunté por qué y se me
respondió con vaguedades. Pedí por favor que dejaran pasar el asunto para que
la circunstancia no fuera más desagradable pues yo le estaba haciendo la compra,
e insistí en preguntar el criterio por el cual MERCADONA se reserva el derecho
de admisión; y no me supieron responder.
Señor Roig, comprendo las cifras
de MERCADONA. Soy conocedor del aumento del 6% de sus ventas y la creación de
5.000 puestos de trabajo en un año, llegando a ser la cadena de supermercados líder
en España, con el 3% del empleo y el 1,7% del PIB de España, junto a sus
empresas proveedoras. Me alegro por ello. Y sé que todas estas cifras usted las
tiene que contrastar con el efecto de la cleptomanía sin que se diferencie
entre la persona que roba por placer o enfermedad o la persona que lo hace para
que sus hijos no se marchen a la cama sin comer.
No defiendo el robo en absoluto,
pero si defiendo que la vida de una persona es digna hasta estando una persona
desnuda. Y ustedes según lo experimentado considero que se están apropiando de
un derecho llamado de admisión, cometiendo un abuso contra personas de una
manera exagerada.
Si una persona roba se la pone a
disposición de la autoridad competente y se sanciona o se juzga y todos
acataremos el dictamen. Pero si MERCADONA se reserva el derecho de admisión,
usted sabe que estando regulado por la comunidades autónomas, lo primero que
tienen que hacer es comunicarlo debidamente a los usuarios o justificar de
manera legal y documental el porqué a una mujer Rumana o Eslovaca o de Utrera,
se le niega la entrada al supermercado.
No sé si esta mujer a la cual
hice la compra estaba denunciada, ustedes me lo dirán. Pero sé que a una
persona no se le puede hacer pagar toda la vida un error o un robo cometido. Ya
me dirigí en una ocasión a MERCADONA para pedir explicaciones de por qué a un
señor del pueblo que vendía cupones de la ONCE se le negaba al acceso al aparcamiento
en este mismo MERCADONA y tampoco obtuve respuesta.
Señor Roig, no sé si MERCADONA o
usted mismo tienen fundaciones de ayuda a personas menesterosas…etc, pero además
de las explicaciones oportunas sobre lo acontecido con esta mujer en MERCADONA,
le ruego que inste a sus gerentes y a toda su familia de trabajadores a que la
humanidad les salga con la misma facilidad con la que nos ofrecen las ofertas o
precios bajos. Pero ellos siguen las indicaciones de sus superiores, algo que
los usuarios no ignoramos.
Acabo con una pregunta más señor
Roig. Cuando sus trabajadores terminan su jornada laboral a las diez de la
noche –por ejemplo-, en muchos casos continúan trabajando diez, quince o veinte
minutos sin que ese tiempo tenga retribución alguna. ¿Es algo que tienen que
hacer por derecho y sentido de la fidelidad a la superficie o también podemos
considerarlo un robo o abuso al trabajador pues se apropian de su tiempo, sea
mucho o poco? ¿Entiende usted el símil respecto de quién se apropia de lo de
quién?
Sea como fuere, ni usted ni yo
olvidaremos el Artículo 14 de la Constitución española: “Los españoles son
iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón
de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o
circunstancia personal o social.” Lo que derive de esto está fuera de la
legalidad vigente, no lo olvide. Así como que su licencia de apertura depende
de un Ayuntamiento.
Le saludo con cordialidad en
Estepa a 24 de Agosto de 2018.
Atte. Florencio Salvador Díaz
Fernández.
ACLARACIÓN A SÁBADO 25 DE AGOSTO 10 DE LA MAÑANA
Por la presente, quiero dejar constancia de que en ningún momento sobre lo acontecido, he considerado que la persona que nos llamó la atención en el supermercado, lo hiciera por ser racista, xenófoba o por tener otros sentimientos negativos hacia la señora rumana o hacia mi persona. Por lo que de ninguna manera me gustaría que repercutiera sobre la cajera la responsabilidad final de lo relatado por mí. Esta cajera siempre me ha atendido con cordialidad.
En vista de lo cual, esta mañana a primera hora bajé a MERCADONA y me entrevisté con la máxima responsable de tienda hoy sábado –día 25- a la cual le he manifestado mi
disposición total a escuchar las razones de la superficie y de su gerente sobre sus políticas de admisión de personas y la regulación que hacen sobre el Derecho de Admisión.
Este paso lo doy, pues como manifesté en el escrito no me cabe la menor duda de que hay o puede haber un trasfondo negativo en este asunto –respecto de la mujer a la que le hice la compra-, aunque quizás lo que ha fallado es la forma.
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