Hoy es el día de los "Salvadores" y por ello es el día de la TRANSFIGURACIÓN del Señor. Así que también es mi medio día... jejeje, pero sobre todo es un día maravilloso para recordar a mi abuelo Salvador, un hombre cabal y generoso que fue un regalo de la vida para su familia y amigos, y que hace años que nos dejó.
La fiesta de la transfiguración de Señor es una más de las
experiencias del resucitado que tuvieron los contemporáneos de Jesús. Las
connotaciones de esta experiencia son formidables, en cuanto a que, desde el
idílico lugar en el que sucede, contando con la asistencia de Moisés y Elias
(profetas representantes del sacerdocio y la ley), la de los apóstoles y la voz
del Padre que se manifiesta; hacen de este episodio de la vida de Jesús, quizás
no un relato para creer a pies juntillas; pero si una hermosa alegoría sobre la
que reflexionar y orar. Yo considero que el centro de este evangelio de Mateo
(17,1-9) radica en la propia experiencia de Dios (Padre, Hijo y Espíritu).
La primera lectura de Daniel nos muestra una de esas
experiencias que solemos llamar Teofanías (manifestaciones de Dios), contada al
más puro estilo épico del momento en el que se vivió. Dios es considerado algo
tremendo, formidable, temible, grandilocuente…etc.
Pero el evangelio nos muestra la otra cara de Dios, desde
luego contextualizada por los hagiógrafos del momento. Mateo nos muestra un
Jesús humano que se hace acompañar.
Desea mostrar a sus amigos la capacidad para buscar y asumir
la Presencia de Dios. Y esta experiencia a la que se presta Jesús, para deleite
de sus discípulos y amigos, es adornada con la presencia de Moisés y Elias, que
están colocados ahí precisamente para testimoniar la conexión entre la antigua
y la nueva economía de la salvación.
Antes, en época de Jesús y ahora, es posible la experiencia
de Dios. Es posible y deseable. Dios se nos muestra en la magnificencia, en la
quietud y en la crueldad de un mundo que reclama manos para trabajar y
testimoniar. “Este es mi Hijo, escuchadle”, dice Dios desde la nube. ¡Si fuera
tan fácil! Podemos decir. Pues no, fácil no es, pues al optar por algo hay que
dejar cosas por el camino. Pero siempre se ganará en cuanto a la satisfacción
del deber bien hecho y el testimonio realizado.
Por ello, busquemos el rostro del resucitado. Escuchemos y
descifremos en el mundo y entre nuestros hermanos la voz de Dios, de la cual
nos dice Pedro (1,16-19): “hacéis muy bien en prestarle atención, como a una
lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero
nazca en vuestros corazones”.
Nunca es tarde para optar por Jesús y su Palabra de Vida.
Nunca es tarde para decidirse por el Reino de Dios (Salmo 96). Nunca es tarde
para ayudar a transfigurar este mundo, en paz y fraternidad.
Que tengáis una buena jornada.
Fraternalmente, Floren.
Lecturas en:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2017-08-06